Durante muchos años se
había entregado a toda suerte de abstracciones metafisicas. Había investigado
en las más variadas filosofías y se cuestionaba constantemente sobre la vida,
la muerte, el devernir, el destino, las paradojas existenciales y las
contradicciones de la naturaleza y del ser humano. Se hacía preguntas a las
que no lograba responderse; se formulaba interrogantes que no conseguía
resolver. Estaba tan desconcertado que decidió ir a visitar a un sabio que
apaciblemente vivía en una cabañita cerca del río.
-Señor, estoy abatido y
desconcertado -dijo una vez que estuvo junto al sabio-. Estoy más triste y
desmoralizado de cuanto pueda decirte.
-¿Por qué, amigo? Seguro
que no es para tanto.
-Claro que lo es
-aseguró-. Llevo toda mi existencia indagando en los fenómenos de la vida y de
la muerte, y de verdad, no logro entender los mandatos de Dios.
El sabio sonrió y guardó
unos instantes de silencio. El río era como una serpiente plateada deslizándose
con quietud. En los ojos profundos de sabio había compasión infinita. Colocó su
anciana mano sobre el hombro del atormentado filósofo y le dijo:
-Querido mío, esta noche visita
la ciudad un prestidigitador ambulante. Quiero que vayas a contemplar la
función y luego vengas a visitarme. ¿Lo harás?
-Te lo prometo, señor.
Era ya de madrugada
cuando el desconcertado filósofo llegó hasta la cabaña del sabio. El anciano se
encontraba meditando. ¡Qué infinita paz en ese rostro apergaminado!
-¿Te molesto?
-Nunca un ser humano
molesta a otro ser humano -repuso el sabio-. Y bien, cuéntame.
-Estuve muy atento a los
juegos de prestidigitación del ilusionista. En verdad que se trata de un hábil
prestidigitador. Algunos trucos son fantásticos -explicó el filósofo.
-iDescubriste alguno de
ellos? -preguntó el sabio.
-No, en absoluto -repuso
el filósofo-. Tenía una habilidad asom-brosa.
Leve sonrisa en los
labios del anciano. Una pausa de silencio en una cálida madrugada en esa remota
región de la India.
-Si no eres capaz de
entender los juegos del prestidigitador, ¿cómo quieres comprender los mandatos
de Dios? Deja de filosofar y empieza a meditar. Deja de enredar con la mente y
empieza a fundirte con tu interna naturaleza real.
El Maestro dice: El intelecto es insuficiente. No puede
penetrar lo incognoscible. Mira hacia dentro y descúbrete a ti mismo.
Fuente: Ramiro Calle
004. anonimo (india)
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