Un buscador
occidental llegó a Calcuta. En su país había recibido noticias de un elevado
maestro espiritual llamado Baba Gitananda. Después de un agotador viaje en tren
de Delhi a Calcuta, en cuanto abandonó la abigarrada estación de la ciudad, se
dirigió a un cooli para preguntarle sobre Baba Gitananda. El cooli nunca había
oído hablar de este hombre.
El occidental
preguntó a otros coolíes, pero tampoco habían escuchado nunca ese nombre. Por
fortuna, y finalmente, un cooli, al ser inquirido, le contestó:
-Sí, señor,
conozco al maestro espiritual por el que preguntáis.
El extranjero
contempló al cooli.
Era un hombre
muy sencillo, de edad avanzada y aspecto de pordiosero.
-¿Estás
seguro de que conoces a Baba Gitananda? -preguntó, insistiendo.
-Sí, lo
conozco bien -repuso el cooli.
-Entonces,
llévame hasta él.
El buscador
occidental se acomodó en el carrito y el cooli comenzó a tirar del mismo.
Mientras era transportado por las atestadas calles de la ciudad, el extranjero
se decía para sus adentros: “Este pobre hombre no tiene aspecto de conocer a
ningún maestro espiritual y mucho menos a Baba Gitananda. Ya veremos dónde
termina por llevarme”.
Después de un
largo trayecto, el cooli se detuvo en una callejuela tan estrecha por la que
apenas podía casi pasar el carrito. Jadeante por el esfuerzo y con voz
entrecortada, dijo:
-Señor, voy a
mirar dentro de la casa. Entrad en unos instantes.
El occidental
estaba realmente sorprendido. ¿Le habría conducido hasta allí para robarle o,
aún peor, incluso para que tal vez le golpearan o quitaran la vida? Era en
verdad una callejuela inmunda. ¿Cómo iba a vivir allí Baba Gitananda ni ningún
mentor espiritual? Vaciló e incluso pensó en huir. Pero, recurriendo a todo su
coraje, se decidió a bajar del carrito y entrar en la casa por la que había
penetrado el cooli. Tenía miedo, pero trataba de sobreponerse. Atravesó un
pasillo que desembocaba en una sala que estaba en semipenumbra y donde olía a
sándalo. Al fondo de la misma, vio la silueta de un hombre en meditación
profunda. Lentamente se fue aproximando al yogui, sentado en posición de loto
sobre una piel de antílope y en actitud de meditación.
¡Cuál no
sería su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el cooli que le había
conducido hasta allí! A pesar de la escasa luz de la estancia, el occidental
pudo ver los ojos amorosos y calmos del cooli, y contemplar el lento movimiento
de sus labios al decir:
-Yo soy Baba
Gitananda. Aquí me tienes, amigo mío.
*El Maestro
dice: Porque tenemos la mente llena de
prejuicios, convencionalismo y toda clase de ideas preconcebidas, se perturba
nuestra visión y se distorsiona nuestro discernimiento.
004. anonimo (india)
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