Cuando
Bramadatta reinaba en Benarés, había un viejo mercader que viajaba de pueblo en
pueblo, llevando sus mercancías a lomos de un asno. Este mercader se valía de
un ingenioso ardid para alimentar a su burro. Tan pronto como llegaba a un
pueblo, lo descargaba y lo cubría enseguida con una piel de león; luego lo
soltaba en un campo de arroz o alfalfa. El asno comía hasta hincharse y los
dueños de los campos no se atrevían a echarle, ya que creían que se trataba de
un león verdadero.
Un
día el mercader llegó a un pueblo, y como había hecho en los otros, soltó al
asno en un campo de verde alfalfa. El dueño, al ver lo que él suponía un león
huyó, aterrorizado, al pueblo, y contó a sus convecinos lo que estaba
ocurriendo. Sin vacilar un momento, todos se armaron hasta los dientes y
corrieron al encuentro del falso león.
Este,
al ver acercarse a tanta gente lanzó un sonoro rebuzno que descubrió a los
campesinos su disfraz, y que tuvo además por consecuencia irritarlos mucho más.
En un momento cayeron todos sobre él y lo molieron a palos de tal manera, que
cuando al fin el mercader logró rescatarlo, estaba moribundo.
El
hombre se tiró de los pelos al ver que por su avaricia había perdido a un
compañero fiel y útil, y mientras el pollino moría, el viejo iba diciendo:
-No
es la piel lo que hace temible al león.
004. anonimo (india)
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