Era un maestro budista.
Estaba hablándole a uno de sus discípulos de los factores de iluminación: atención,
energía, contento, sosiego, ecuanimidad y otros. El disrípulo seguía muy
aplicadamente la enseñanza, pero cuando el maestro comenzó a extenderse sobre
el factor de la ecuanimidad, el discípulo no terminaba de comprender bien lo
que representa esta elevada cualidad de cualidades.
-No termino de entender
la ecuanimidad, maestro -se lamentó el discípulo.
El maestro nada repuso.
Lanzó un cable de árbol a árbol a una altura considerable. Se subió a uno de
los árboles y se decidió a caminar por el cable, ante la estupefacción del
discípulo. Dijo:
-Observa muy atentamente.
No dejes de hacerlo.
El maestro comenzó a
caminar por el cable, tratando de mantener firmemente el equilibrio. Cuando su
cuerpo se iba demasiado hacia un lado, corregía echándose ligeramente hacia el
otro, y viceversa, evitando así precipitarse hacia uno de los lados. Con éxito
pasó de uno a otro árbol y repitió varias veces la prueba para que su discípulo
aprendiese la lección. Ya en tierra firme, preguntó:
-¿Has comprendido?
-Perfectamente -dijo el
discípulo-. Has tratado en todo momento de mantener el equilibrio, con firmeza
de mente, sin dejarte arrastrar hacia uno de los lados.
El Maestro dice: Los extremos son emboscadas, trampas. Mantén
la firmeza de mente y no te dejes llevar ni por el extremo de la avidez ni por
el de la aversión. Sé un funámbulo hábil y mantén el equilibrio de mente y
conducta.
Fuente: Ramiro Calle
004. anonimo (india)
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