Uno de los más grandes
discípulos del Buda fue Maha-Kasyapa, que contaba la siguiente historia:
Un joven, influido por
mala compañías, abandonó a su padre y se fue a un país lejano. El padre lo buscó
por todas partes, pero no pudo hallarlo y, abatido, se instaló en una gran
ciudad y allí se hizo una casa y, con el tiempo, consiguió hacerse con espléndidos
negocios y acumular muchas riquezas. Pero no logró ser feliz, porque frecuen-temente
le asaltaba el pensamiento de su hijo y la añoranza de su ausencia. Se decía:
«Sólo seré feliz el día que halle a mi hijo.» Continuó ganando dinero, y su
pensamiento constante era: «Ojalá pueda encontrar a mi hijo para que disfrute
de todos estos bienes.»
Mientras tanto, el hijo había
dilapidado sus posesiones y, mendigando, hecho un pordiosero, iba de pueblo en
pueblo, desgreñado, envejecido, medio enfermo, arropado con harapos.
Un día el hijo llegó a la
ciudad en la que su padre se había construido una casa y, mendigando de aquí
para allá, acudió a pedir limosna a la casa de su padre, en cuyo porche estaba
éste con todos sus sirvientes y trabajadores, repasando las cuentas. Cuando
el pordiosero vio aquellos hombres manejando tantas facturas y dinero, pensó
que debía tratarse de la mansión de un ministro o un poderoso propietario y
temió que si mendigaba en tal lugar podían apresarlo e incluso condenarlo a
trabajos pesados. Así que, presto, huyó de la mansión y se dirigió a las zonas
pobres de la ciudad. Pero el padre había visto al pordiosero y al punto había
reconocido en él a su hijo. Envió á sus servidores a que lo siguieran apresuradamente,
lo atraparon y lo llevaron a su presencia. Al ser prendido, aterrado, el joven
se desmayó.
Cuando recuperó el
sentido, no reconoció a su padre. Entonces el padre decidió no decirle nada de
momento para no impresionarlo más y le hizo creer que era un extraño muy
acaudalado que deseaba que trabajase para él. Le dijo:
-Joven, puedes hacer lo
que te venga en gana: irte o quedarte. Si te quedas, te pagaré por quitar la
basura del patio y además te daré cobijo y alimentos.
-Acepto, señor. Limpiaré
la basura y permaneceré aquí.
Trabajó durante días
limpiando la basura. Recibía su alimento y dormía en una modesta casa que había
no lejos de la mansión. El padre, unos días después, le proporcionó un mejor
trabajo y le dijo: «Puede que así me termine reconociendo.» Posteriormente,
cuando lo creyó oportuno, le facilitó tareas más nobles. El hijo fue recuperando
toda su dignidad y, cierto día, el padre convocó a todos sus amigos a su hijo
y declaró:
-Este joven es el hijo
que se marchó de mi casa hace ya tiempo. Es el dueño de todos mis bienes -y
volviéndose hacia el hijo dijo-: ¿No me reconoces, mi querido hijo?
El hijo reconoció a su
padre en dicho momento y prorrumpió a llorar emocionadamente, diciendo:
-Mi queridísimo padre,
¡cómo te ofendí marchándome de tu casa hace años! Hasta qué punto es bondadoso
tu corazón que ahora, a cambio de mi perversidad, me das todas tus riquezas.
Soy indigno de ti y mucho más de poseer estos bienes.
El padre lo miró con
ternura y compasión. Hizo que todas sus riquezas fueran para el hijo pródigo.
El hijo no pudo por menos que pensar: «Sin buscarlo ni esperarlo, ni pedirlo,
he logrado un incomparable tesoro.»
El Maestro dice: Del mismo modo, el Buda, que sabe de nuestra
baja disposición, nos ha reconocido como a sus verdaderos hijos y nos ha dado
en herencia todo lo que posee. Se nos invitó a limpiar toda la basura de la
mente y del corazón, sin sospechar que a gran recompensa que nos esperaba era
el incomparable estado de iluminado (Maha-Kasyapa). Tal es extensivo a las
enseñanzas de todos los grandes iniciados: Jesús, Mahavir, Lao Tse, Tilopa,
Ramana Maharshi y tantos otros.
Fuente: Ramiro Calle
004. anonimo (india)
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