El rey Pradyot de Ujjaini
era un hombre muy vanidoso. En cierta ocasión quiso halagar sus oídos y
preguntó a su consejero si había otro monarca que se le pudiese comparar en
grandeza y fama. El ministro replicó con honestidad que su vecino, el rey
Udayan de Kaushambi, era más poderoso que él.
Pradyot decidió en ese
momento hacer prisionero a Udayan, y dio la orden a sus tropas de que
combatieran contra él y le hicieran prisionero.
Su general en jefe le advirtió
de lo difícil de la empresa, puesto que Udayan conocía el arte de encantar a
los elefantes y era capaz, al sonido de su lira, de poner en fuga a los
paquidermos del ejército enemigo. Pero el hábil ministro aseguró al monarca que
había un medio de lograr el éxito en la empresa.
Por orden del ministro,
se fabricó un gran elefante blanco de madera, se le recubrió con pieles para
darle mayor autenticidad y, en su interior, se ocultó un gran número de
soldados. El falso elefante fue colocado en las selvas que separaban ambos
reinos, y no tardó mucho el rey Udayan en tener noticia de la existencia de un
raro animal.
Quiso Udayan verlo por sí
mismo, y marchó al lugar que le indicaron. Cuando divisó al magnífico ejemplar
entre los arbustos, corrió hacia él, dejando atrás a sus guardias. Intentó
capturarle con el sonido mágico de su lira, pero éste no surtió efecto sobre
aquel extraño animal. En aquel momento, una trampilla se abrió en el flanco
del elefante y los soldados de Pradyot, aprovechándose de la sorpresa, no
tuvieron dificultad para capturar a Udayan.
En el momento en que se
vio en prisión, Udayan quiso hacer valer sus derechos. Insultó a Pradyot y le
acusó de cobardía y de traición, por la manera en la que le había capturado.
Dijo a los carceleros que era indigno de un guerrero el quedar en cautividad y
que finalmente tendrían que matarle o dejarle en libertad.
Pradyot fue a visitar a
su prisionero.
-¿Es cierto que me has
llamado traidor y cobarde? -quiso saber, nada más entrar en el calabozo.
-Sí lo es -respondió
Udayan-. ¿Es ésta manera de tratar a un rey? Un guerrero debe morir en
batalla, no pudrirse en una celda. ¿Qué piensas hacer conmigo?
El rey Pradyot tardó un
poco en contestar.
-Te dejaré en libertad
-declaró, por fin-. Pero ha de ser con una condición.
-La aceptaré, si no es
algo deshonroso lo que me pides.
-No lo es. Has de
enseñarme el secreto para domesticar a los elefantes y tener dominio sobre
ellos. Eso es lo que quiero de ti. ¿Lo harás?
-No veo por qué no
-replicó Udayan-. Te enseñaré cómo obtengo el control sobre esos magníficos
animales. Pero tú habrás de hon-rarme a tu vez.
-¿Qué dices? -preguntó,
asombrado, Pradyot-. Eres mi prisionero ¿y pretendes en serio que te
reverencie?
-¿De qué te sorprendes?
¿No es costumbre arraigada en nuestras tierras que los alumnos presenten sus
respetos a sus maestros? Si te he de dar alguna enseñanza, deberás cumplir con
esta norma.
-No lo haré, y, si no me
enseñas tu secreto, mandaré que te maten.
-Hazlo, pues -contestó
Udayan fríamente-. En estos momentos tú eres el dueño de mi cuerpo, mas nunca
lo serás de mi mente.
Pradyot salió enfurecido
de la celda, se encerró en sus aposen-tos,y se negó a recibir a nadie.
Su ministro, ansioso de
evitar a su soberano una humillación ante su prisionero, buscó una solución y
pronto creyó haberla encontrado. Quizá la bella princesa Vasavadatta, hija de
Pradyot, podría sonsa-carle a Udayan su valioso secreto. Pradyot estuvo de
acuerdo en hacerlo de este modo, pero insistió en que ambos no debían verse el
rostro.
Udayan, tras ser
preguntado, accedió a enseñar su técnica a cualquier otra persona de la corte,
siempre y cuando le presentase sus respetos como maestro, tal y como exigía la
tradición. Se le anunció que su discípula sería una mujer vieja y jorobada. Por
otra parte, a la princesa Vasavadatta se le pidió que aprendiese un arte y se
le informó de que su maestro era un leproso, por lo que se le ocultaría tras
una cortina, para que su rostro lacerado por la enfermedad no le causase
repulsión.
En un aposento se
instalaron dos tarimas con instrumentos musicales, separadas por un grueso
cortinaje que impedía la visión. Udayan tocaba un fragmento musical y
Vasavadatta lo repetía en su instrumento. Pero la joven princesa, aun dotada de
gran belleza e innumerables virtudes, no era muy diestra en el manejo de la
lira,y cometía frecuentes errores.
Por fin Udayan se enojó, y
la reprendió duramente.
-¡Maldita jorobada! ¿Es
que nunca vas a conseguir aprender algo tan sencillo?
Vasavadatta se sintió muy
ofendida al escuchar estas palabras.
-¿Cómo te atreves a
llamarme Jorobada, tú, que no eres más que un leproso repugnante? -contestó.
Entonces Udayan apartó el
cortinaje que les separaba y quedó sorprendido al contemplar la gran hermosura
de la princesa.
-¿Quién eres, bella
mujer?
-Soy Vasavadatta, hija
del rey Pradyot -respondió la joven.
Pronto se aclaró el
malentendidoy sucedió lo inevitable. Udayan y Vasavadatta quedaron unidos por
los lazos del amor y comenzaron a aprovechar las clases para verse en secreto,
sin que nadie en palacio pudiese sospechar nada.
Pero, con el transcurso
del tiempo, Pradyot se iba impacientando y apremiaba a su hija para que
acabara de aprender aquellas técnicas que proporcionaban el deseado dominio
sobre los elefantes.
Udayan se percató de que
aquella situación no podría durar mucho tiempo más y que, si Pradyot sabía de
sus amores, acabaría de seguro con su vida, por lo que ambos amantes
decidieron escapar juntos.
Para lograrlo,
Vasavadatta pidió a su padre un elefante, con la excusa de que lo precisaba
para practicar sus artes de encanta-miento. También le explicó que el qeproso'
necesitaba unas hierbas mágicas que sólo podían recogerse de noche, ya que
resplandecían en la oscuridad. Para ello, una de las puertas del palacio
debería quedar abierta.
Pradyot accedió a las
peticiones, aunque sospechaba que era una estrategia de Udayan para escapar.
Decidió ordenar a sus guardias que siguiesen sigilosamente al prisionero y que
no le dejasen huir, si intentaba hacerlo.
Esa noche Udayan montó en
el elefante que le habían proporcionado, y salió al bosque por una de las
puertas de palacio, que le habían dejado abierta. Pero en seguida se percató
de que le estaban siguiendo, por lo que fingió recoger hierbas y, sin hacer
ningún movimiento sospechoso, regresó al palacio al cabo de un tiempo. Repitió
esto durante nueve noches, por lo que los soldados que le espiaban dejaron de
desconfiar de él.
La décima noche, mientras
el rey Pradyot celebraba una fiesta y se dedicaba a contemplar la danza de las
bailarinas, Udayan aprovechó la oportunidad y acercó su elefante a un ventanal
de las habitaciones de Vasavadatta. Ésta bajó por una escalera improvisada,
llevando consigo dos pesadas sacas, cuyo contenido Udayan desconocía. La
princesa se tendió en el suelo del palanquín del animal, y así salió de los
muros de la ciudad sin ser vista por los guardianes. Ambos amantes se
dirigieron directamente al bosque.
Pronto se conoció en
palacio la desaparición de la princesa, y Pradyot, enfurecido, mandó a su
ejército a capturarles.
Ya había amanecido y la
pareja no había salido todavía de los confines del reino, cuando los soldados
les descubrieron y se dispusieron a darles alcance. Entonces Vasavadatta abrió
una de las sacas y comenzó a arrojar al suelo su contenido. Eran monedas de
plata.
Ante la contemplación de
esta riqueza, muchos soldados abandonaron la persecución, detuvieron sus cabalgaduras
y comenzaron a recoger el tesoro. Pero otros, más leales a su deber,
continuaron persiguiéndoles.
Udayan incitaba al
elefante y le hacía trotar lo más rápido posible, pero el animal mostraba ya
síntomas de cansancio. Vasavadatta abrió entonces la otra saca -ésta contenía
monedas de oro- y arrojó su contenido en dirección a los perseguidores que se hallaban
más cerca de ellos. Casi todos los que quedaban se detuvieron a recoger las
monedas de oro;y esto dio tiempo a los amantes para alcanzar la frontera,
donde se encontraba el ejército de Udayan. Los pocos soldados de Pradyot que
llegaron hasta allí no pudieron vencer a estas fuerzas.
Udayan y Vasavadatta
contrajeron matrimonio en Kaushambi, entre el regocijo de todo el pueblo.
(Del Svapnavâsavadatta de Bhana)
Fuente: Enrique Gallud Jardiel
004. anonimo (india)
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