¡Machaho!
Había una vez un rey que
tenía sólo un hijo. El joven príncipe era gran aficionado a la caza y a hacer
largas cabalgadas por el bosque. Cada vez que salía, los habitantes debían
apartarse, porque su fogoso caballo cruzaba las calles de la ciudad como una
tromba, sin respetar personas a su paso ni temer obstáculos.
Un día en que obligaba a
su caballo a ir a todo lo que daba de sí, impaciente por llegar al bosque, se
topó con una anciana que no se había retirado a tiempo del camino y estuvo a
punto de atropellarla.
-Quítate de mi camino,
vieja bruja -dijo él fustigando a su caballo.
La mujer se incorporó y
le gritó desde lejos:
-Faltó poco para que me
atropellaras porque eres el hijo del rey. ¿Qué pasaría si hubieses desposado
a Novia del Sol?
El príncipe hizo en
seguida dar media vuelta a su caballo, volvió al palacio y, pretextando que
estaba enfermo, se metió en cama. Llamaron a su cabecera a los médicos más
renombrados del reino. Lo auscultaron larga-mente y no pudieron encontrar la
causa ni el remedio de su dolencia. Como el príncipe continuaba languideciendo,
le propusieron llamar a especialistas extranjeros.
-¡Es inútil! -dijo el
príncipe-. Ellos no son más hábiles que vosotros.
-Nosotros hemos agotado
todos los recursos de la ciencia.
-Es que la ciencia no
puede hacer nada... ¡No! Sólo un ser en el mundo puede curarme.
-¿Quién? -preguntó su
madre.
-La bruja de la ciudad.
El rey hizo traer a la
anciana inmediatamente. En cuanto ella estuvo frente al príncipe, el joven
reconoció que no tenía nada, pero le ordenó que le dijese en qué lugar del
mundo vivía Novia del Sol, pues no hallaría reposo mientras no llegase hasta
ella.
-Novia del Sol -dijo la
bruja- es ahora la mujer del rey de los Negros.
-No importa -dijo el
príncipe-, iré allí.
-Su marido la vigila celosamente.
-¿Dónde?
-En la comarca de
Hautmont.
-¿Y dónde se encuentra
Hautmont?
-Por allá -dijo la bruja
extendiendo el brazo hacia un punto del horizonte.
-¿A qué distancia?
-Con tu caballo y tus
camellos te hará falta un mes.
El príncipe en seguida se
declaró curado. Le pidió a su padre, el rey, autorización para iniciar un
largo viaje, cargó en varios camellos talegos llenos de monedas de oro y de
plata y, montado en su caballo, marchó en la dirección que la anciana le había
indicado.
Al cabo de unos días,
dejó el reino de su padre y entró en una región que no conocía. No había andado
mucho cuando, del otro lado del camino, vio venir a un hombre encadenado que
unos caballeros obligaban a caminar:
-¿Adónde lleváis a ese
hombre? -preguntó.
-Al suplicio -dijo el
jefe de los guardias.
-¿Por qué crimen?
-Ya ha matado y robado
varias veces, pero, como siempre prometía no volver a hacerlo, la justicia
del rey acababa perdonándolo. Ha reincidido hace poco y esta vez el juez lo ha
condenado a muerte.
El hijo del rey pensó que
un hombre tan empecinado podría serle muy útil en la peligrosa búsqueda que
había emprendido y que, probablemente, apenas comenzaba.
-Si vosotros lo soltáis
-dijo-, os pagaré su peso en oro.
El jefe de los guardas
estaba muy sorprendido de que quisiesen pagar el peso en oro de un salteador
de caminos. Pero no podía dejarlo ir sin antes decírselo al rey. Envió a uno de
sus hombres, que pronto volvió y dijo:
-El rey consiente en
soltar al prisionero, pero por su peso en oro multiplicado por cuatro.
El príncipe, habiendo
aceptado esta condición, entregó la suma solicitada y el prisionero se reunió
con la caravana.
-¿Cómo te llamas? -le
preguntó.
-Alí Demmo; todo el mundo
en la región conoce mi nombre.
Primero hizo que contase
su historia, que fue larga. Luego el hombre se volvió al príncipe:
-Cuando me encontrasteis,
no estaba sólo en la recta final de mis aven-turas, sino también de mi vida.
Pero vos me habéis salvado. Así que ahora estoy a vuestro servicio. Todo lo que
queráis exigir de mí, os lo conseguiré.
-¿Aunque fuese a Novia
del Sol?
-¡Aunque fuese ella!
-Es a ella a quien busco.
-Pues bien, la buscaré
con vos.
La caravana reinició la
marcha. Delante iba el príncipe sobre su caballo. Detrás de él, Alí Demmo
guiaba a los camellos cargados de oro y de plata. Pronto entraron en el país de
los Negros, marcharon durante varios días por el desierto y una noche,
finalmente, vieron perfilarse a lo lejos una alta montaña que dominaba toda la
llanura circundante. Los viandantes que encontraron les dijeron que era
Hautmont, que allí residía el rey del país de los Negros, rey que, no obstante,
era blanco. Por lo demás, el rey salía poco de su palacio, porque la belleza
de su esposa, Novia del Sol, suscitaba gran codicia y él se sentía muy celoso
por ello: un cuerpo de guardianes vigilaba día y noche en todas las puertas del
palacio.
Por la noche, antes de
dormir, el rey y la reina ataban sus pies a la misma anilla de plata, ceñían un
mismo cinturón de brocado a sus cinturas, y anudaban el mismo pañuelo de seda a
sus cuellos, de modo que, si alguien viniese a llevarse a su esposa mientras
dormían, el rey también se despertaría.
En la noche de su
llegada, mientras el príncipe cansado dormía en la casa que habían alquilado,
Alí Demmo salió sigiloso para no despertarlo. Recorrió la ciudad, llegó frente
al palacio y averiguó cuál era la habitación donde el rey y la reina solían
pasar la noche.
Hizo lo mismo al día
siguiente pero, provisto esta vez de una escala de seda, subió hasta la
habitación que le habían indicado y miró por la ventana: vio el pie del rey y
el de la reina sujetos por la misma anilla, sus cinturas ceñidas con el mismo
cinturón, sus cuellos rodeados por el mismo pañuelo.
En la tercera noche, Alí
Demmo llevó consigo la escala de seda, un puñal, y subió hasta el dormitorio,
donde se introdujo sin hacer ruido. Deshizo el nudo de la anilla de plata,
cortó el cinturón de brocado y estaba a punto de quitar también el pañuelo de
seda cuando... el rey se despertó. Alí Demmo le clavó en seguida el puñal en el
pecho y acabó de desatar el pañuelo.
La reina, asustada, quiso
gritar. Alí Demmo le tapó la boca con la mano.
-No gritéis -le dijo-, y
nada temáis. He venido a salvaros. Decidme sola-mente cómo podremos salir, vos y
yo, de este palacio.
Novia del Sol miró a Alí
Demmo. No parecía haber en él mala voluntad, a pesar del puñal, y de todas
maneras valía la pena correr el riesgo, porque la tiranía del rey se hacía cada
vez más pesada.
-Toma -dijo ella-, ésta
es la ropa del rey: póntela y salvémonos. Cuando lleguemos a las puertas, seré
yo quien hable a los guardias. Procura situarte en la sombra y te tomarán por
mi marido.
Alí Demmo se vistió con
la ropa del rey y salió con la reina. Al llegar a las puertas, Novia del Sol
dijo a los jefes de los guardias:
-¡Abrid las puertas! El
rey desea ir a tomar el fresco al campo.
Los guardias les abrieron
las puertas. Salieron. Cuando entraron en la casa, encontraron al príncipe aún
dormido. Alí Demo lo despertó.
-¡Ésta es la mujer por la
que hemos marchado treinta días y treinta noches a través del desierto!
El hijo del rey miró a la
princesa y se quedó deslumbrado.
Luego Alí Demmo se volvió
hacia Novia del Sol:
-Éste es el príncipe por
quien yo os he librado del rey de Hautmont.
-Muchas gracias -le dijo
ella al príncipe-, me habéis librado de una odiosa tiranía.
El príncipe iba a
responder.
-Hablaréis en otro
momento -interrumpió Alí Demmo-, porque conviene que salgamos de este país
antes de que descubran la muerte del rey.
-Vayámonos inmediatamente
-dijo el príncipe.
-Pero antes -dijo Alí-,
hay que encontrar un baúl.
-¿Para qué?
-Para encerrar a la
príncesa, porque todo el mundo la conoce y muy pronto nos descubrirían.
El dueño de la casa les
vendió un baúl, donde se escondió Novia del Sol. Alí Demmo se vistió con ropa
de viaje y se pusieron en camino sin demora.
Retomaron el camino que
habían hecho de ida, marcharon mucho tiempo y llegaron a un río, junto al cual
se detuvieron:
-Aquí acaba el país de
los Negros -dijo Alí Demmo-. Del otro lado del río comienza el reino del Genio
Raptor de Novias. Durante todo el tiempo que estemos allí, Novia del Sol deberá
permanecer encerrada en el baúl. Bajo ningún pretexto habrá que levantar la
tapa, porque basta con abrir sólo un poco...
Al día siguiente tuvieron
que atravesar un desierto sin agua. Cuando se agotaron sus provisiones, una
intensa sed se apoderó de ellos. Hicieron un alto de nuevo por la noche y Alí
Demmo le dijo al príncipe:
-Saldré a buscar una
fuente de agua a los alrededores. Mientras tanto, montad guardia pero
atención: en ningún caso abráis el baúl.
Alí Demmo se fue, el
príncipe se acordó de la belleza de Novia del Sol, que apenas había entrevisto,
y un violento deseo de volver a verla se apoderó de él.
-Es de noche -se dijo-, y
estamos en pleno desierto: nadie la verá.
Se acercó al baúl,
manipuló la cerradura, levantó la tapa y... apenas le dio tiempo a entrever
el rostro de la princesa cuando el Genio Raptor de Novias cayó sobre ella y se
la llevó. El príncipe, en cuando se dio cuenta de lo ocurrido, se lanzó con su
sable tras él. Buscó un buen rato por todos lados, pero no encontró nada y
volvió desesperado al lugar donde acampaban.
Cuando Alí Demmo, al
volver, lo vio llorando, cerca del baúl abierto y vacío... comprendió.
-Os lo había advertido
-le dijo.
-Sólo levanté la tapa.
-Ya no sirve de nada
discutir. Lo que hace falta ahora es recuperar a la princesa, doquiera que
esté, bajo tierra, en el cielo o hasta en el interior de una caña, en una
prisión más segura que aquella de donde la hemos sacado.
Volvieron a caminar por
el desierto y una noche llegaron a orillas de un lago, cerca del cual un pastor
apacentaba unos corderos.
Alí Demmo se dirigió a él.
-Véndenos uno de tus
corderos y leche de tus ovejas: hace tiempo que no comemos carne ni tomamos
leche.
-Podéis beber cuanta
leche os plazca -dijo el pastor-, pero mi amo lleva la cuenta de los corderos.
-¿Quién es tu amo?
-preguntó Demmo.
-El Genio Raptor de Novias
El príncipe y Alí Demmo
se quedaron estupefactos. Pero el azar estaba a su favor y se dieron prisa en
acercarse.
-¿Cuántas mujeres tiene
tu amo?
-Un montón. La última la
trajo hace muy pocos días.
Alí y el príncipe se
miraron: estaban seguros de que era Novia del Sol.
-¿Cómo es ella? -preguntó
el príncipe.
-Si la vieseis de día,
soñaríais con ella por la noche, porque es la más hermosa de las mujeres... Es
la más hermosa, pero no la más feliz.
-¿Por qué?
-No para de llorar desde
que llegó y, por la noche, se oyen los gritos del rey, porque se pasan el
tiempo discutiendo.
Alí miró a su alrededor:
la llanura estaba desierta y el lago se extendía azul hasta el horizonte.
-Pero... ¿dónde vive tu
amo? -preguntó.
-En la otra margen del
lago.
-¿Cómo se llega hasta
allí?
-¿Ves allá abajo aquel
cordero negro?
-Sí.
-En cuanto llega la
noche, yo monto en él y él cruza el lago y me conduce hasta la casa de mi amo.
Los otros corderos lo siguen detrás.
-Escucha -dijo Alí-: tú
me darás tu ropa y tu cordero. Yo montaré en él para atravesar el lago y
llegar junto a tu amo. Durante ese tiempo, te quedarás con mi amigo y lo
cuidarás. Él te recompensará en cuanto yo vuelva.
El pastor al principio
tuvo miedo: no sabía por qué Alí Demmo quería llegar hasta su amo.
-La última mujer que tu
amo ha traído es la novia de mi amigo: tenemos que liberarla.
-En ese caso -dijo el
pastor-, te diré lo que debes hacer. En cuanto el rebaño haya vuelto, una de
las mujeres del Genio irá a ordeñarlo. Hoy justamente le toca a la recién
llegada. Así que cuando todo el rebaño esté en el corral, tú gritarás: ¿a quién
le toca ordeñar hoy? Y saldrá ella.
Alí se disfrazó por
segunda vez. Se puso la ropa del pastor, a quien le dio la suya, montó en el
cordero negro y comenzó a surcar las olas del lago. Los demás corderos se
echaron al agua tras él, y pronto el rebaño entero estuvo en la otra margen, en
el corral del Genio Raptor.
Alí llamó en voz alta:
-Las ovejas han vuelto.
¿A quién le toca ordeñar hoy?
Desde una de las
habitaciones del palacio, una mujer dijo:
-¡Ya bajo!
Alí reconoció la voz de
Novia del Sol.
Él debía llevarle las
ovejas una a una y sostenerlas mientras ella las ordeñaba. Pero, en lugar de
colocar las ubres de la primera a la altura de las manos de la joven, puso su
cabeza. Ella exclamó indignada:
-¿Desde cuándo se ordeña
a las ovejas por delante pastor de los nuevos tiempos? ¿Se trata acaso de una
nueva moda?
-Desde que las mujeres a
las que se salva abandonan a su salva-dor para seguir al primero que llega.
Novia del Sol reconoció
la voz de Demmo:
-¿Cómo? ¿Eres tú? -dijo.
-¿Y quién quieres que
sea? Te has querido escapar de mi amo, después de que él te liberó de la
tiranía del rey de Hautmont, pero le he prometido que te llevaré ante él
dondequiera que estés.
-No soy yo quien quiso
abandonar a tu amigo; fue él quien abrió el baúl.
-¡Bien! Ahora te
corresponde a ti encontrar un medio de sacarte de este lugar.
-Esta noche -dijo-, vete
a dormir, porque pronto llegará el Genio y no debe encontrarte aquí. Mañana vuelve
a verme en cuanto él se haya ido.
Alí Demmo se fue a dormir
y el Genio Raptor no tardó en volver.
-Hoy vas a dormir conmigo
-le dijo a la Novia
del Sol.
-¡No! -dijo ella.
-¿Y por qué?
-¿Cómo voy a dormir
contigo si antes no sé dónde está tu aliento vital y si tú no sabes dónde se
encuentra el mío? Cuando cada uno sepa dónde está el aliento del otro, podremos
unirlos y dormir juntos.
-Mi aliento vital está en
mí.
-No es posible -dijo
ella-. Tienes demasiadas mujeres. Tu aliento está con la que quieres más de
todas ellas.
Genio Raptor desconfiaba
pero, por otra parte, deseaba mucho a Novia del Sol y estaba dispuesto a hacer
cualquier cosa por ella.
-Es a ti a quien quiero
más entre todas mis mujeres.
-Si soy yo, dime dónde se
encuentra tu aliento vital.
-Pues bien, ya que así lo
deseas, te lo diré. ¿Ves ese lago? En el centro hay una roca, dentro de la
roca una paloma, en la paloma un huevo y en el huevo un cabello muy fino. En
ese cabello está suspendido el aliento de mi vida.
Al día siguiente, en cuanto
el Genio hubo salido, Alí Demmo fue al encuentro de Novia del Sol.
-¿Has encontrado algún
medio? -le preguntó.
-Mira -dijo-: el aliento
vital del Genio Raptor está en un cabello muy fino, el cabello en un huevo, el
huevo en un paloma, la paloma en una roca y la roca en medio del lago. Si
puedes llegar hasta el cabello...
-Muy bien -dijo-: a mí me
toca actuar ahora.
Sacó el rebaño, montó en
el cordero negro y entró en el lago, en dirección a la roca que se elevaba en
medio de las aguas. Bajó, se dispuso a buscar la paloma y pronto la vio revolotear
frente a él de árbol en árbol. Se dedicó a seguirla por todas partes. Por la
noche el ave se recogió en un hueco de la roca para dormir. Alí Demmo se acercó
despacio, se apoderó de la paloma, la mató, le extrajo un huevo, lo envolvió
cuidadosamente en unas hojas y se lo llevó consigo.
Novia del Sol estaba
rebosante de alegría pues, aun sin haber visto a Alí Demmo, seguía cada una de
sus acciones a través del Genio Raptor: cuando el cordero llegó a la roca, el
monstruo cayó enfermo de golpe; cuando Alí cogió la paloma, lo abatió una
fiebre intensa y tuvo que acostarse; cuando murió el ave, Genio Raptor,
sintiéndose desfallecer, se desplomó en su lecho: era incapaz de hacer un
gesto o siquiera de abrir los ojos; un débil aliento hacía subir y bajar
todavía su pecho, pero estaba claro que su vida pendía de un hilo muy débil.
Por la mañana, Novia del
Sol, que desde el alba acechaba la línea azul del lago, vio surgir allí a Alí
Demmo montado en el cordero negro; el rebaño lo seguía a distancia.
Alí llegó muy pronto.
Encontró al Genio Raptor moribundo, tendido en su cama como si fuese ya un
cadáver. Le mostró el huevo de lejos:
-Estás moribundo -le
dijo-, pero tienes todavía buenos ojos para ver lo que tengo en la mano.
Genio Raptor retomó un
poco de energía para lamentarse ruidosamente:
-¡Piedad! No lo rompas.
No me mates y llévate a la mujer que más te guste o si no... llévalas a
todas, llévate todo lo que quieras. Pero no casques el huevo.
-¿Para que sigas raptando
a las jóvenes novias? -dijo Alí y dejó caer el huevo.
El Genio Raptor cerró de
inmediato los ojos. Comenzó a jadear. Alí Demmo sacó del huevo un cabello tan
fino que se distinguía apenas. Lo cortó. El Genio Raptor lanzó un grito
espantoso, intentó incorporarse y... cayó muerto en su lecho.
Alí Demmo montó junto con
Novia del Sol en el cordero negro y huyeron hacia el lago. Cuando llegaron, el
príncipe estuvo a punto de llorar de alegría.
-Ya no os esperaba -dijo.
-Recordad mis palabras
-dijo Alí-: ¡sean cuales fueren los obstáculos!
El príncipe se precipitó
sobre el baúl para abrirlo y encerrar a Novia del Sol:
-Ya no hace falta -dijo
Alí-, porque el Genio Raptor ha muerto.
Sólo les quedaban por
cubrir todavía algunas jornadas de desierto. El príncipe, rebosante de
alegría de tener de nuevo a Novia del Sol, sólo pensaba en la fiesta que darían
cuando llegasen. Pero Alí Demmo estaba vigilante. Por la noche, mientras el
príncipe y la princesa dormían, él se quedaba con los ojos abiertos hasta muy
tarde, acechando el menor ruido.
Una tarde en que habían
acampado al pie de un árbol, oyó que salían unas voces de las ramas altas por
encima de su cabeza: eran los pájaros que hablaban entre sí.
-Qué desdichado es el
hombre que monta guardia al pie de este árbol -dijo uno-. No sabe que esta
noche vendrá una serpiente, lo soplará en su rostro y lo convertirá en piedra.
-Lo peor es que, para
hacerlo resucitar -dijo el otro pájaro-, su amigo tendrá que matar a su hijo y
deberá frotar la estatua de piedra con la sangre que él mismo habrá hecho
correr.
Alí Demmo estaba
espantado y no sabía qué hacer: ¿despertar al príncipe y a la princesa y
contarles todo? ¿Y para qué si, de todas maneras, ellos no podrían hacer nada
por él? ¿Dejarlos dormir? ¡Cuál sería su angustia cuando, al despertar, no lo
encontrasen!
Alí decidió despertar
sólo al príncipe. Éste empuñó su sable en seguida.
-¿Qué hay? ¿Qué pasa?
-Por el momento, nada
-dijo Demmo.
-¿Cómo por el momento?
¿Por qué me has despertado?
Alí Demmo le contó la
escena que acababa de observar y le repitió las extrañas palabras que había
oído.
-Pues bien -dijo el
príncipe-: montaremos guardia los dos hasta la mañana y, si viene la
serpiente, la mataremos.
Se pusieron a mirar hacia
todos lados porque no sabían de dónde podía salir la serpiente. Se quedaron
así un buen rato, escrutando todos los puntos, atentos a todos los ruidos,
hasta que al fin, molidos de cansancio, los ganó el sueño. En seguida se acercó
la serpiente, se deslizó suavemente hacia ellos, sopló en el rostro y los
miembros de Alí Demmo... y Alí Demmo se convirtió en piedra.
Cuando el príncipe
despertó, era demasiado tarde. Comenzó a desesperarse porque sabía el precio
que tendría que pagar por el retorno de su compañero a la vida. Poco después también
despertó Novia del Sol y, no viendo a Alí Demmo, preguntó dónde estaba.
-Nos ha abandonado -dijo
simplemente el príncipe.
-¿Y por qué? No había que
dejarlo irse. Era tu fiel compañero; habríamos pasado toda la vida juntos. Tal
vez aún haya tiempo de recuperarlo. ¿Qué dirección tomó?
El príncipe se vio
obligado a revelarle la verdad a Novia del Sol.
-No creía que el sueño
nos ganaría a los dos. Cuando me desperté, Alí Demmo ya no estaba. En su lugar
había esta estatua de piedra.
Novia del Sol miró la
imagen y reconoció los rasgos de Alí. Retrocedió horrorizada.
-Hay que consultar a un
brujo para que resucite... No está muerto...
-Los pájaros también
hablaron de un medio para que Demmo vuelva a la vida.
-¿Cuál? -gritó Novia del
Sol-. Hay que ponerlo en práctica en seguida.
El príncipe recurrió a
toda clase de rodeos para revelar el medio indicado por los pájaros. Novia del
Sol cayó desvanecida y luego dijo gritando:
-¡Nunca! Nunca podría
sacrificar a mi hijo.
Sé que tú quieres a Alí
como a ti mismo, pero yo no podría.
Siguieron tristemente su
viaje de retorno y pronto llegaron a la comarca del príncipe. La alegría del
rey y de la reina no tuvo límites cuando vieron que reaparecía el hijo que
desde hacía tiempo ya no esperaban. Se maravillaron ante la belleza de la novia
que había llevado y no tardaron en celebrar sus bodas. Diero una fiesta
espléndida, que duró siete días y siete noches, y a la que asistieron
innumerables personas llegadas del reino y de las comarcas vecinas. Pero el
rey y la reina no comprendían por qué, en medio de la alga-rabía general, el
príncipe y su hermosa prometida se mantenían tristes.
Pasaron los días y los
meses, hasta que un día Novia del Sol trajo al mundo un niño casi tan hermoso
como ella. El rey estaba complacido al ver que su sucesión estaba asegurada.
Pero la reina encontró a su nuera bañada en lágrimas junto a la cuna, que le
habían acercado para que viese a su hijo. Lo atribuyó a la fatiga y les pidió a
las mujeres de palacio que siguiesen muy de cerca el estado de salud de la
joven madre.
El chico, mientras tanto,
crecía. Novia del Sol lo cuidaba con des-velo. Sobre todo no permitía que se
quedase solo con su padre, con el pretexto de que era demasiado joven todavía.
Pero un día en que estaba con sus damas en una de las cámaras altas de palacio,
divisó por la ventana al príncipe que, montado a caballo con su pequeño hijo
delante, se dirigía al desierto y... comprendió. Se precipitó afuera, enloquecida
y todas sus criadas tras ella, pero, cuando llegó a la puerta ya era demasiado
tarde: el caballo que llevaba a su marido y a su hijo había desaparecido en el
horizonte. Volvió espantada al palacio, donde se puso a contar las horas y los
días sin poder comer ni dormir.
El príncipe llegó unos
días después al sitio donde había dejado a Alí Demmo petrificado. La estatua
seguía allí, en parte cubierta de arena. La mano del príncipe temblaba y sus
ojos estaban extraviados cuando descargó la mano sobre su hijo. La estatua de
piedra pronto comenzó a cobrar vida: primero la cabeza, luego los brazos, el
pecho, las piernas. En seguida Alí se irguió vivo frente al príncipe, como si
sólo despertase del sueño de una noche. Su lengua y sus ojos volvieron a ser lo
que eran, pero Alí Demmo miró al príncipe, lo vio abatido y ahogado en llanto
y de golpe le sobrevino el recuerdo. Iba a decir: «No debías» cuando oyó la voz
de los pájaros que de nuevo surgían de las ramas altas del árbol:
-El príncipe no ha
olvidado a su amigo -dijo uno.
-Pero está muy
desesperado -dijo otro.
-Está desesperado porque
no sabe que hay un medio de devolverle la vida a su hijo.
-Si comprendiese -dijo el
primero-, le diríamos...
-Le diríamos que basta
con tomar uno de nuestros huevos y cascarlo sobre el cuerpo del niño.
Pero Alí Demmo había
comprendido y se acercó al príncipe:
-Tú has dado la vida de
tu hijo por mí.
-Tú has dado la tuya
varias veces por mí -dijo el príncipe.
-Yo voy a devolverle la
vida.
El príncipe no daba
crédito a lo que había oído, pero Alí ya había realizado muchos milagros. Así que
no se sorprendió al verlo trepar al árbol y volver poco después con un huevo,
que cascó sobre el pequeño cuerpo extendido. El niño en seguida comenzó a
moverse y pronto recobró su vida enteramente. Quería subir de nuevo al caballo
y comenzó a gritar, porque no se había dado cuenta de nada.
El príncipe, su hijo y
Alí Demmo regresaron por el mismo camino. Novia del Sol, desde la ventana de
una de las cámaras altas del palacio, los miraba avanzar y su corazón primero
se heló de espanto, pues de lejos sólo veía a dos personas adultas pero no
distinguía a su hijo. Pero, cuando se acercaron, creyó percibir que el príncipe
llevaba a un niño delante de sí en el caballo. Por fin ella lo oyó gritar -no
estaba muerto, pues-, y cayó desmayada.
Contaron al rey y a la
reina todo lo que había ocurrido desde que el príncipe y Novia del Sol
llegaran por primera vez del país de los Negros. Compren-dieron así por qué
tanto uno como el otro estaban tan tristes. Dieron una nueva fiesta, aún más
esplendorosa que la primera. Desde ese día, el príncipe y Alí Demmo no
volvieron a separarse: iban juntos a cazar al bosque y juntos daban grandes
paseos por el desierto. Más tarde el rey, ya viejo, murió. El príncipe,
convertido en rey en su lugar, designó a Alí Demmo como su primer ministro y
Novia del Sol, la buena y hermosa reina, le dio muchos hijos.
¡Machaho!
Fuente: Mouloud mammeri
109. anonimo (bereber)
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