Se llamaban así las dos hermanas porque una era
muy blanca de piel y la otra tenía las mejillas sonrosadas. Pero eran igual de
buenas y les gustaba jugar todos los días con los animalitos del bosque, que
las conocían y no huían de ellas.
Una noche de invierno estaban con su madre en
casa cuando llamaron a la puerta, y al abrir se
encontraron a un oso.
‑¡Déjale pasar, mamá! ‑pidieron‑.
¡Se va a morir de frío si no!
Durante todo el invierno, el oso pasó con ellas
todas las noches, y antes de dormir se dejaba tirar del pelo y gastar bromas
por las dos hermanas.
Cuando llegó la primavera, se despidió de ellas,
pero al irse, se desgarró la piel en la parra. Blancanieves se apresuró a
besarle, pues le quería especialmente y le dio pena. ¡Oh, maravilla!, el oso se
convirtió en un Príncipe, que dijo:
‑Gracias a vuestra generosidad, me habéis
desencantado, pues estaba embrujado por un perverso mago.
Faltaba que me besarais, y tú lo has hecho:
cásate conmigo Blancanieves, y que tu hermana se case con mi primo; no nos
separaremos nunca.
Eso pasó, las dos hermanas y su madre fueron a
vivir al Castillo del Príncipe, se celebraron las bodas y fueron felices.
999. Anonimo,
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