Una de las leyendas que
se cuentan de la Torre
de los Encantados, de Caldas de Estrach, es la de una mujer de agua, que
habitó la torre, según los naturales del país, durante muchos años.
Todas las noches, los
habitantes del pueblo y sus alrededores veían a la mujer de agua pasearse por
las almenas de la torre, cubierta con un manto blanco.
Otros aseguraban que la
habían visto bajar, al amanecer, hasta la orilla del mar, donde se bañaba largo
rato en sus olas.
Era creencia popular que
la mujer traía suerte al pueblo, y todos la respetaban y veneraban. No obstante,
de pronto sobrevino en toda la comarca una temporada de malas cosechas, que
arruinaron al pueblo y a los caseríos de sus contornos.
Apurados los payeses y
pescadores, convocaron al pueblo, por medio del signo clásico, o sea con un
especial repique de campanas. Una vez reunidos, discutieron el sistema de
reparar el mal que les había caído encima.
Un anciano dijo que él
estaba convencido de que todo el daño venia ahora de la mujer de agua que vivía
en la Torre de
los Encantados. Ella era la que tenía la culpa de que las cosas anduvieran
mal.
Después de discutirlo
mucho, se decidió ir a visitar a la mujer de agua y pedirle por favor que se
marchara a otro sitio, para ver si así tenían mejor suerte.
Nombraron una comisión, y
aquella misma tarde se presentaron en la Torre de los Encantados y hablaron con su
fantástica habitante.
Ésta les dijo que podía
demostrarles que no les quería ningún mal. Al día siguiente podían esperarla,
a las doce del mediodía, en la plaza Mayor.
Todo el pueblo se
congregó allí a la hora indicada. Y, puntual a la cita que ella misma había
dado, apareció la mujer de agua; que llevaba en la mano una varita de fresno.
Todos esperaban sus
palabras, y ella, colocándose en el centro del círculo que el pueblo había formado,
dijo que debajo del suelo tenían una mina de plata. Ella les descubriría el
filón, y ya, desde entonces, no tendrían por qué temer las malas cosechas ni la
escasez de pesca.
Sin añadir una palabra
más, acercóse a una peña cercana, y, cual nuevo Moisés, tocó la roca con su
varita de fresno. Inmediatamente se hizo en la peña un agujero y brotó de él el
manantial de agua salutífera que ha dado a Caldetas la fortuna y la fama de
que goza.
103. anonimo (cataluña)
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