Tenía un padre tres hijos y era
muy pobre. Así que le llegó la hora de la muerte y se encontró con que no tenía
nada que dejar a sus hijos, de modo que se puso a darles consejos y les
apremiaba para que, uno por uno, buscasen amo, primero el mayor, luego el mediano
y, por último, el más pequeño que era algo tonto.
-Pero -dijo- de ninguna manera se
os ocurra servir al Barbilampiño.
Y estas advertencias fueron su
última voluntad, luego murió. Los hijos lo enterraron y se pusieron a pensar
qué es lo que harían, sobre todo en lo relativo a la última voluntad de su
padre. Al final, el hijo mayor se fue a buscar trabajo y en el camino se
tropezó con Barbilampiño y le saludó:
-¡Dios te ampare!
El otro le contesta:
-¡Que Él sea contigo! ¿Adónde
vas? ¿No estarás buscando trabajo? Si quieres, yo te lo daré, si es que nos
ajustamos.
El muchacho le contesta:
-¿Sabes lo que pasa? Yo quiero
servir a alguien, mas mi padre, antes de morir, me dejó dicho que de ninguna
manera sirviera a Barbilampiño.
Al oír eso, Barbilampiño se
despidió de él, se fue detrás de la casa, se disfrazó con otras ropas, volvió a
donde estaba el muchacho y le preguntó:
-¿Quieres ponerte a mi servicio?
Éste le contestó que sí y
convinieron en que la paga fuera buena, pero también acordaron lo siguiente:
que el mozo no terminaría su faena hasta que no cantara el cuco, y que ninguna
de las dos partes podría enfadarse porque de lo contrario el otro tendría
derecho a desollarle las espaldas. Así fue acordado. El Barbilampiño ¡válgame
Dios! se llevó a su nuevo sirviente bien lejos de casa, le dio el arado y los
bueyes y le dijo que fuera arando hasta que él le trajese el almuerzo. El
criado se puso a arar y estuvo arando todo el santo día, y el Barbilampiño sin
aparecer con el almuerzo. Ea, que el pobre y hambriento criado se las vio mal
para llegar por la noche a casa, conque le grita al Barbilampiño:
-¿Por qué no me has traído el
almuerzo, que por poco me muero de hambre?
Va el Barbilampiño y le pregunta:
-Dios santo, ¿no te habrás
enfadado?
Y el criado a esto:
-¿Cómo quieres que no me enfade
si me he pasado el día arando que hasta me crujen las costillas y tú ni de
comer me das?
A lo que le dice el Barbilampiño:
-Pues si te has enfadado, ven
aquí que te desuelle las espaldas. Y así lo hizo. El pobre muchacho se fue a
casa sin paga y con la espalda desollada y les contó a sus hermanos lo que le
había sucedido. Entonces salió el mediano en
busca de amo y también fue a dar con el Barbilampiño, también lo engañó a él y
se volvió a casa con las espaldas desolladas.
Por fin salió el más joven en
busca de amo y al primero a quien se tropezó fue a Barbilampiño. Barbilampiño
le propuso que le sirviera bajo las mismas condiciones que sus hermanos; él
aceptó en seguida y se fue a casa del Barbilampiño.
Barbilampiño le preguntó:
-¿Cómo te llamas?
-Me llamo Granuja.
Barbilampiño le mandó también a
arar, le dio dos bueyes, una yegua, un arado y hasta una perra que se fue tras
él. Se puso a arar y estuvo arando hasta el mediodía, pero cuando vio que no
venía el almuerzo, paró los bueyes, cogió el hacha y ¡zas! mató a los dos bueyes
y los despellejó. Como el molino de Barbilampiño estaba cerca, llamó al
molinero y entre los dos trasladaron toda la carne al molino, llevaron la yegua
frente al molino y allí la mataron y la despellejaron, la carne se la echaron a
la perra «para que» -dijo- «tampoco ella pase hambre», los tres pellejos los
extendió en el tejado del molino para que se secaran y ellos se dieron un gran
festín con la carne asada y unas hogazas de pan. En eso anocheció y el
Barbilampiño espera que te espera a que el Granuja volviera con los bueyes -pero
que si quieres-. El Barbilampiño se encaminó al campo, y aquello era para ser
visto: los bueyes muertos; se fue al molino y hete aquí que la perra se arrojó
a él para que no se acercara al cadáver de la yegua. Barbilampiño gritó:
-¡Eh, Granuja!
-¡Te oigo, Barbilampiño! -le
respondió éste.
-¿Qué has hecho con mis bueyes y
mi yegua?
-Pues ya ves, yo estaba ara que
te ara y como no has querido traerme el almuerzo, yo no podía continuar de lo
hambriento que estaba, así que he matado a los
bueyes para llevarme algo a la boca y darle algo a este molinero tuyo que desde
que está contigo no ha comido nada sustancioso. La yegua la maté porque no
podía sufrir que la perra se te muriera de hambre. Pero ven acá tú también para
celebrarlo, da igual, tuyo es, así que también tú puedes rascar un poco en tu
desdicha. Pero, ¿de verdad, Barbilampiño, que te has enfadado un poco?
-Pues, para ser sincero, no -respondió
Barbilampiño-. Vámonos ahora a dormir a casa, que mañana te pagaré para que
puedas irte a tu casa.
-La verdad, Barbilampiño, es que
no quiero dejarte, yo estoy bien contigo y el trato es que te sirva hasta que
cante el cuco.
Y en estas pláticas llegaron a
casa y se metieron en la casa, pero el Granuja no podía dormirse. A eso de la
medianoche oyó al Barbilampiño y a su mujer que se estaban poniendo de acuerdo
para trasladar, a la noche siguiente, todos los muebles al molino; pensaban
amontonarlo todo en un gran barril y con el trineo arrastrarlo hasta el molino,
pero además tenían que matar al Granuja a hachazos, entonces atrancarían la
puerta y prenderían fuego a la casa para que ardiera con él dentro, así nadie
sospecharía nada. «Nosotros -dijo- nos vamos a librar de este bellaco.» Al
amanecer todos se levantaron y cada cual se fue a su labor, al anochecer se
reunieron para cenar. Ahora el Barbilampiño no paraba de echarle de beber al
Granuja para que se emborrachara y se durmiera antes y más profundamente, pero
el Granuja tiraba la bebida en cuanto que el Barbilampiño se despistaba. Así
que cenaron y se fueron a dormir. El Granuja no se atrevía a dormir sino que se
quedó escuchando hasta que todos en la casa se durmieron, entonces salió de la
casa sigilosamente, cogió un tronco bastante grueso y no muy largo, lo colocó
en el lugar en donde dormía él y lo cubrió con una alfombra, luego salió y se
metió entre los muebles del barril, que estaba en el cobertizo. A no sé qué horas se
despertó la mujer del Barbilampiño y empezó a llamarlo:
-Barbilampiño, Barbilampiño,
levántate ya que el Granuja se ha dormido.
El Barbilampiño de un salto
agarró el hacha y se lió contra el tronco ¡zas! ¡zas!, tal miedo tenía que
hizo en seguida levantar a la abuela, a la mujer y a los niños, salieron,
atrancaron la puerta, pegaron fuego a la casa, uncieron los bueyes y, con todos
los trastos, se encaminaron al molino, al ver cómo ardía la casa se tomaban la
venganza:
-¡Por el desuello te hemos
retorcido el cuello!
En eso llegaron al molino. Apenas
se habían sentado cuando el Granuja salió de entre los muebles y asomó en la
puerta:
-¡Buenas noches, Barbilampiño!
Los otros se quedaron pasmados,
conque le preguntan:
-¿Y dónde estabas tú, Granuja? No
has visto que se me quemó la casa?
-Claro que lo he visto ¡y bien
que me he calentado! ¿No estarás enfadado, Barbilampiño?
-Pues no lo estoy, Granuja.
Al día siguiente lo mandaron al
pueblo a por alguna cosilla que les faltaba, pero en realidad era para ganar
tiempo y decidir cómo quitárselo de encima. El Granuja no se marchó, sino que
se escondió detrás del molino y se quedó escuchando lo que decían. Acordaron
hacer una cama encima de la rueda del molino y esa noche se acostaría primero
la mujer del Barbilampiño, luego él y, al final, el Granuja al borde: cuando
se quedara dormido, lo empujarían para que la piedra lo triturara. Mientras
cenaban, el Barbilampiño le dijo:
-Tú, Granuja, te acostarás con
nosotros en esta cama.
El Granuja obedeció y se
acostaron los tres, pero el Granuja no se durmió. El Barbilampiño y su mujer se
durmieron en seguida, con‑
que el Granuja se levantó
despacito, agarró a la mujer del Barbilampiño y la colocó en donde a él le
tocaba dormir, luego, afinando la voz, empezó a llamar al Barbilampiño:
-Barbilampiño, Barbilampiño, ¿me
oyes? El Granuja se ha dormido, venga, empújalo.
Y el Barbilampiño empujó a su
mujer la cual cayó en la muela del molino que la aplastó por completo. El
Barbilampiño gritó:
-¡Ajajá, ahora sí que le hemos
retorcido el pescuezo! Y el Granuja, detrás de él, dice:
-Pues sí que le hemos retorcido
el cuello.
El Barbilampiño se quedó de una
pieza al ver que era su mujer a quien había despachado, así que le pregunta:
-¿Cómo es, desgraciado Granuja,
que estás vivo?
-Pues que estoy vivo, ¿y a ti qué
te parece?, ¿no te habrás enfadado, Barbilampiño?
-Claro que no, Granuja.
Una mañana se levantó el
Barbilampiño y se puso a discutir con la abuela la forma en la que se desharían
de aquel maldito sirviente, conque le dice la abuela:
¿Y hasta cuándo has ajustado que
te sirva?
Hasta que cante el cuco -contesta
el Barbilampiño.
Bien, hijo, nos desembarazaremos
fácilmente de él. Yo me voy a subir a aquel peral grande y haré como el cuco,
tú despiértalo y dile que ya canta el cuco y por lo tanto es hora de que se
vaya a casa. Dale su paga y que se lo lleve el diablo; porque el muy bribón va
a acabar con todos nosotros.
Se fue la abuela, subió al peral
y empezó a cantar:
¡Cucú, cucú, cucú! Y el
Barbilampiño llamó al criado:
-¡Eh, Granuja, Granuja, levántate
que te pague y vete! El Granuja se levantó, se frotó
los ojos y dijo:
¿Pero cómo va a cantar el cuco
por Navidad? Voy a ver qué lechuza es ésa.
Y guiándose por la voz de la
abuela, dio con el peral, se subió a una ladera que estaba más alta, cogió una
piedra y ¡zas! a la cabeza de la vieja. La abuela se estampó contra el suelo y
él se volvió al molino y le dijo al Barbilampiño:
Eh, alma de cántaro, no era el
cuco sino una abuelita, pero yo le di con una piedra en la cabeza, así que cayó
muerta al suelo y aquí me tienes de nuevo dispuesto a servirte hasta que cante
el cuco. Eso era ya más que el colmo y el Barbilampiño empezó a gritar:
-¿Y por qué, desventurado, has
matado a mi madre?
El Granuja se sorprendió mucho y
le preguntó:
-Por Dios, ¿ésa era tu madre?
¿Pues por qué me dijiste que era un cuco? ¡Ay, pobre de mí! ¿Qué es lo que he
hecho? ¿Y no te habrás enfadado, Barbilampiño?
El Barbilampiño se revolvió:
-Pues sí, desgraciado, ¿cómo no
me iba a enfadar? Matas mi yegua y mis bueyes, por tu culpa se quema mi casa,
me matas a la mujer y lo que faltaba, matas a mi madre, y todavía quieres que
te aguante. ¿Cómo no me voy a enfadar? ¿Y aún me preguntas que si estoy enfadado?
¡No sólo estoy enfadado sino que reventaría de rabia y a ti te echaría al
fuego!
A lo que dice el Granuja:
-Pues como te has enfadado,
aguarda que te arranque un trozo de pellejo de la espalda y dame mi paga, luego
me iré a casa.
Y así fue. El Granuja le desolló
las espaldas y el Barbilampiño le dio su paga. Conque se fue el Granuja a su
casa. Sus hermanos lo estaban esperando y cuando les contó lo que había pasado
con el Barbilampiño, ellos se alegraron mucho y nombraron a su hermano jefe de
la casa.
090. anonimo (balcanes)
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