El conde de Besalú era un
valiente que había triunfado de los moros en muchas y varias batallas.
Allí donde había peligro
acudía el Conde con sus mesnadas.
Un día, estando en su
castillo, vino uno de sus guardas a decirle que sabía de buena fuente que los
moros subían por Banyolas hacia la plana de Santa Pau.
Inmediatamente reunió el
Conde a sus leales y salió para enfrentarse con los moros e impedirles el
paso.
Los encontró, y en el
acto arremetió contra ellos con el empuje que era peculiar en él.
En pleno combate se le
rompió la espada. No era el Conde hombre para conformarse viendo pelear a sus
soldados. Mas no le era posible seguir luchando desarmado.
Recordó entonces que muy
cerca del lugar en que sé encontraban había una ermita dedicada a San Martín.
Abandonó el combate unos
momentos para dirigirse a la ermita. Una vez allí, se arrodilló a los pies del
Santo y le pidió, con todo el fervor de que era capaz, que le sacara de aquel
apuro.
Estaba arrodillado,
absorto en la contemplación del Santo, cuando vio que éste se quitaba la espada
del cinto y se la ofrecía.
Levantóse el Conde, loco
de júbilo, y creyendo ser víctima de una alucinación, alargó la mano para
convencerse de que, en efecto, el Santo le ofrecía su espada. Con mano
temblorosa, la cogió, y después de dar gracias a Dios de todo corazón, salió
corriendo en auxilio de sus hombres, que estaban perdiendo terreno.
Empezó a repartir golpes
con su espada a diestra y siniestra. Sus hombres recobraron el valor que habían
perdido momentáneamente, y redoblaron su esfuerzo.
A las pocas horas yacían
muertos todos los moros que habían iniciado el combate, en el llano llamado de
Santa Fe.
Los cristianos subieron
entonces hacia Besalú. Cuando llegaron a Collsatrapa, sentáronse para descansar
mientras contemplaban el panorama de Mirana y el Mor.
Sus soldados elogiaron
entonces al Conde el valor que había demostrado en la batalla y la
extraordinaria fuerza de su brazo. Contestóles éste que ello se debía a que San
Martín le había prestado su espada.
Parecióle al Conde que
sus hombres dudaban, y para demostrar la incomparable fuerza de aquella espada
que había pertenecido al Santo, dio un fuerte golpe a una enorme piedra que allí
había, y la partió en dos.
La piedra existe todavía
y es conocida con el nombre de Piedracortada (Pedratallada).
103. anonimo (cataluña)
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