Pues, señor, érase que se
era una mujer que tenía una hija y una hijastra. La hijastra llamábase Nola y
la hija Marta. A ésta no le consentía su madre que hiciera labor alguna, pero a
Nola teníala trabajando de día y de noche, como si fuera una esclava.
Al toque del Angelus decía la mujer a la hija:
-«Mexa» y vete a la cama.
Y a la hijastra:
-Fila, Nola, fila.
Y Nola hilaba todas las
noches copos y más copos de lino. Los mozos del contorno acudían a rondar la
casa de Nola y de Marta. Las dos eran muy guapas; había la diferencia entre
ellas que una era trabajadora y la otra holgazana.
Entre el grupo de mozos
que iban a rondarlas hubo dos que cautivaron el corazón de las mozas y las
pidieron por esposas. Y, en el momento de salir de su casa para irse cada una a
la de su respectivo marido, dijo la mujer a su hijastra y a su hija:
-No iré a veros hasta
dentro de un año; pero os exijo que durante este tiempo guardéis en tinajas la «esllava»
(agua con que se friega la loza), vuestra saliva, el salvado y la ceniza de la
leña que queméis sobre el «llar» (hogar).
Transcurrió el año. Y la
mujer fue a casa de su hija y le preguntó:
-¿Dónde tienes la
«esllava», tu saliva, el salvado y la ceniza?
-La «esllava» téngola en
aquella tinaja; la saliva escupíla al aire y el salvado guardélo en el arca y
la ceniza está apilada debajo del hórreo.
Y Marta levantó la tapa
de una tinaja y salió de ella un olor tan desagradable que obligó a la madre y
a la hija a salir corriendo de la habitación. A la mujer le entró una pena muy
grande al ver el abandono en que su hija tenía su casa, y le dijo:
-¡Estás en la miseria,
hija mía! Ahora voy a ver si tu hermana cumplió, como tú, la orden que le di el
día que salió de mi casa.
Se presentó la mujer en
casa de su hijastra y le preguntó lo mismo que a su hija.
-¿Dónde tienes la
«esllava», tu saliva, el salvado y la ceniza?
-El salvado y la
«esllava» lo tengo allí; asómese conmigo a la puerta de la calle y se lo
enseñaré.
Cuando las dos llegaron
al umbral, gritó Nola:
-«¡Chicu!», «¡Chicu!»,
«¡Chicu!».
Y salieron del robledal,
donde estaban comiendo bellotas, tres cerdos, criados con el salvado y la
«esllava» que Nola debió guardar, según le había ordenado su madrastra.
-¿La ceniza y la saliva,
dónde las tienes?
Nola enseñó a su
madrastra un arca llena de sábanas y camisas de lienzo casero, que olían a membrillo.
También le enseñó algunas docenas de cadejos que estaban tendidos al sol en
las ramas del cerezal.
-Aquellos cadejos -dijo
Nola- los hilé yo con mi saliva, en la rueca que me compró mi marido cuando
éramos novios, y los he blanqueado en la colada con la ceniza que usted me
mandó guardar durante un año.
La cocina de Nola olía a
limpieza; el corredor estaba adornado con tiestos de flores. Y la mujer, al ver
la felicidad de su hijastra, le dijo:
-He sido mala madrastra
por haberte tratado con dureza, mientras viviste conmigo. Y he sido mala madre
porque no enseñé a mi hija a ser hacendosa.
Y cuando la mujer llegó a
su casa le preguntó el marido:
-¿Cómo están nuestras
hijas?
-Fila, Nola, fila
está rica y bien valida.
«Mexa» y vete pa la cama
está probe y non tién nada.
-Poco duerme y bien madruga
está como el sol y la luna.
Cena y vete a acostar
de fame non puede andar.
100. anonimo (asturias)
No hay comentarios:
Publicar un comentario