En la villa de Cabra hay
un lugar llamado el Vado del Moro, del que se cuenta una curiosa leyenda. Se
encuentra situado a un kilómetro de la población, en el río Cabra, que riega
aquellas tierras convirtiéndolas en un lugar pintoresco y riquísimo en frutos y
hortalizas. Aunque este río no es caudaloso, en determinadas épocas del año sus
avenidas son peligrosas; se puede vadear por distintos lugares pero el más
conocido es el Vado del Moro.
En el mes de abril del
año 1482 los moros, envalentonados por la derrota que pocos días antes habían
causado al ejército cristiano en la
Arjaquía , se iban extendiendo por todas partes y saqueaban
lugares y pueblos. Aliatar, célebre por su valor y atrevimiento, era el terror
de las comarcas cristianas que rodeaban a Loja.
Vivía por entonces en
Cabra un noble caballero llamado don Pedro Gómez de Aguilar, dotado de grandes
riquezas y de un extraordinario valor. Se hallaba descansando en una casa de
campo de su propie-dad, cuando una mañana, al amanecer, vio entrar a sus
criados, locos de pánico, en su habitación. Supo que un pelotón de moros se
había acercado a la quinta y les tenían sitiados. Gómez de Aguilar trató de
huir por una puerta trasera; pero no consiguió su intento y cayó en poder del
enemigo. Aliatar, el sanguinario alcaide de Loja, era el jefe de aquella
expedición. Todos los cristianos fueron hechos prisioneros y conducidos por los
moros hacia sus territorios. El camino era áspero y escabroso; marchaban de uno
en uno. Aliatar abría la marcha con Gómez de Aguilar. Como el camino era largo,
pronto entablaron conversación y el moro usó de la mayor cortesía para el
caballero cristiano. La noche se echó encima y pronto la oscuridad lo invadió
todo. Sin caer en la cuenta, los dos jefes, el cristiano y el moro, fueron
separándose de la comitiva. Cuando Gómez de Aguilar vio que se hallaba solo con
Aliatar, le dio un fuerte empellón, que le hizo rodar hasta el fondo de un
barranco, arrojándose él detrás. Una vez abajo, lucharon un rato; pero el
cristiano logró dominarle y quitarle su espada, y caminaron un buen trecho
hacia un lugar de espesura, para poder ocultarse mejor.
A las pesar de las pesquisas
de los moros, que trataron de buscar por todos los medios a su señor, no lograron
encontrarle.
Mientras tanto, el conde
de Cabra, enterado de este desastre cristiano, marchó al encuentro de los
moros, y pronto logró dar con ellos, entablándose entre los dos bandos una
lucha a muerte. Luego que los hubo vencido, libertó a los cautivos que llevaban
y se puso en marcha hacia Cabra. Por el camino encontraron a don Pedro Gómez de
Aguilar y al moro Aliatar, que se incorporaron a la comitiva.
Cuando fueron a pasar el
río Cabra, éste había crecido mucho a causa de las lluvias y no podía ser
vadeado por ninguna parte. Detú-vose el escuadrón, sin saber qué partido tomar,
cuando Aliatar le dijo al Conde que él conocía un lugar por donde vadearían el
río sin dificultad. En sus correrías lo había cruzado por allí muchas veces.
Caminaron como unos trescientos pasos junto a la orilla del río, y al llegar a
un sitio se paró el moro y dijo:
-Seguidme.
Hincó los acicates al
caballo y en tres saltos se plantó en la otra orilla. Los cristianos hicieron
lo mismo, y todos se encontraron en el otro lado sin novedad en un momento. El
Conde mandó que entrasen en Cabra cada uno con un cautivo delante y después se
dirigieron a la iglesia mayor para dar gracias a Dios por aquella victoria.
Aliatar fue puesto en libertad, ya que era un moro caballeroso y valiente.
Desde entonces, aquel
lugar por donde pasaron se llamó el Vado del Moro. Hoy, a pesar de haber
transcurrido cuatro siglos de este hecho, conserva aquel nombre y seguirá
conservándolo probablemente para siempre.
099. Anónimo (andalucia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario