Había
una vez un viejito muy pobre que ganaba el sustento vendiendo leña
en el pueblo vecino.
Un
día fue como de costumbre a buscar leña en un carrito al monte y
quedaba muy lejos de su casa. Como debía volver al anochecer, llevó
consigo carne para hacer un asado. Llegó al monte, desató los
bueyes y se puso a cortar leña.
Era
pasado el mediodía, cuando se puso a encender el fuego para preparar
el asado. En ese momento llegó el zorro y le preguntó:
-¿Qué
hace viejito?
Éste
le contestó:
-Aquí
estoy, amigo Juan, preparando un churrasquito.
Y
el zorro le dijo:
-¡Ah!...
¡Tan chiquito el fueguito!... Haga un fuego más grande, yo le voy a
trair una gallina.
Inmediatamente
se retiró y al rato llegó con una gallina en la boca. Al entregarle
le dice:
-Hasta
que esté preparada la gallina, voy a dormir un poco, porque anoche
me desvelé.
-Está
bien, amigo Juan -le contestó el viejito.
Mientras
hacía el fuego más grande y preparaba la gallina, apareció un
león. Le hizo la misma pregunta que el zorro, contes-tandolé el
viejito:
-Aquí
estoy preparando este asadito para comer con el amigo zorro.
-¡Uy!...
¡Tan chiquito el fuego!... ¡Hagaló más grande! Yo le voy a trair
una oveja.
-Yo
también voy a dormir mientras usté haga el asado; me despierta
cuando esté cocido.
Le
contestó el viejito:
-Está
bien amigo león.
Empezó
el viejito a aumentarle más leña al fuego, cuando lo sorprendió la
presencia de un tigre. Éste le preguntó:
-¿Qué
está haciendo, viejito?
Y
el viejito le contestó:
-Aquí
estoy preparando este asado para comer con el amigo Juan y el amigo
león.
-Hagaló
más grande -le dijo el tigre- yo voy a trairle un ternero.
Desapareció
en el monte, lo mismo que habían hecho el zorro y el león, y
regresó en seguida con un hermoso ternero overo. Al entregarlo al
viejito le dijo:
-Yo
también voy a dormir un ratito. Cuando esté, me despierta.
Por
temor a las fieras se apresuró a preparar el asado. Estaba listo ya
y los dueños dormían. Temía despertarlos. No encontraba modo de
llamarlos. Entonces pensó qué podía hacer para librarse de ellos.
Tomó el hacha, y con el ojo le dio un tremendo golpe atrás de la
oreja, al tigre. El tigre se levantó bambaleando y se perdió en el
monte, se disparó.
Pasó
a despertar al león. Llenó una pala con brasas y le echó en el
anca. El león sosprendido disparó también al monte.
Hecho
esto, y como al zorro no le temía, dijo:
-¡Uf!,
a éste en seguida lo despierto.
Metió
el asador al fuego y cuando estuvo rojo, se lo metió en el upite al
zorro. Y el zorro salió gritando también pal monte.
Por
temor a que volvieran el tigre y el león, apresuradamente uñó los
bueyes, cargó el carro con la leña y los animales que había asado,
y se volvió a su casa, con víveres para varios días.
Pasado
un tiempo, se encontraron el tigre, el león y el zorro. Después de
los saludos de práctica, recordaron de aquella vez que se
encontraron con el viejito.
El
tigre dijo:
-¡Malo
había sido el viejo! Me ha metido un seco tras la oreja que me ha
dejado tonto. ¡Hasta ahora me duele!
-Y
a mí -dijo el león- ¡me ha dado un mano abierta en el anca, que me
ha pelado, y todavía me arde!
-Y
pitador había sido este viejo de mierda. ¡A mí me ha metido el
pucho del cigarro en el siete y tuavía me duele la quemadura! -dijo
el zorro.
Pasó por un zapato
roto,
para que usté me
cuente otro.
Máximo
Jacinto Lazo, 48 años. Taficillo. Tafi. Tucumán, 1953.
Ganadero.
Buen narrador.
Cuento
626. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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