El
burro, el chancho y el gallo, los tres conversaban en el patio.
S'iban al chiquero, el burro y el gallo a visitar al chancho.
El
chancho le tenía rabia al gallo porque siempre 'taba cantando. Al
burro todos los días lo cargaban los dueños. Lo llevaban al campo y
lu hacían sacar la leña, lo cargaban con leña.
Entonces,
qui un día les dice el chancho:
-¡Ah!,
sí, yo soy el más dichoso que todos ustedes, porque yo como di
arriba y yo no trabajo.
-No
sé -que dice el gallo. El comer y el
dormir, y no trabajar, a dónde vienen a parar.
-Así,
a vos también, cuando se le dé la gana a tu amo te va a torcer el
cogote y te va echá a l'olla.
-¡Ah!,
nu importa, todo eso lo sé. Qui a mí me van echar a l'olla, eso lo
sé. Pero primero a vos.
Bueno...
Llega un día domingo y dice el dueño a la señora d'él:
-Ahora
vamos acarriar leña, vieja, para que matemos al chancho, porque ya
'tá comiendo de más, 'tá muy gordo y puede venir el calor y
después se muere de cualquier cosa.
Ahora
'tán acarriando leña en el burro.
-Ya
te 'tán haciendo acarriar leña -le dice el chancho.
-¡Ah!,
pero vos no sabís la que te espera -le dice el burro.
Y
llega el domingo. Y dice el dueño:
-Vayan
no más a sacalo al chancho.
-¡Ucha!
-dice el chancho. Pa qué me sacarán.
-Pa
que vaya a pasiar -le dice el gallo. Vamos a ir a pasiar los tres.
Ya
lu iban sacando maniau di adentro al chancho, y le dice el gallo al
burro:
-Ahora
me toca a mí. Porque cuando ya acaben de comer al chancho me van a
comer a mí. La cuestión es que pa que te dejen de cargar a vos como
legítimamente a burro, se vamo a mandar mudar. ¡Qué 'tán crendo!
¿No? Porque a mí también me van a comer. Y a vos todo el tiempo ti
hacen trabajar y no te dan ni de comer. Vamos a ir a otra parte. Áhi
nos van a cuidar a los dos.
Si
han mandau a mudar, pues, los dos, el gallo con el burro. A eso de
las diez si han ido. Y ya han andado mucho y que dice, el burro:
-¿Adónde
vamos a ir?
-Allá,
en aquella casa, en aquel palacio del Rey.
El
gallo sabía qui áhi vivía un Rey que tenía una hija renga y qui
había echau un bando que decía que el que le diga coja a la hija,
lo iba a matar, pero si le decía sin que se diera cuenta, lu hacía
casar con ella.
Y
ya llegaron al palacio y el gallo le dice:
-¿Sabés
lo que voy hacer yo? Voy hacer un jardín muy lindo para vendele las
flores al Rey, y entonce yo voy a cargar las flores en vos y se las
voy a ir a vender.
Y
así fue. Y la hija del Rey era renga, coja. Va llegando el gallo:
-¡A
las flores!, señor. ¡Vendo flores!
-¡Ah!
-dice la Princesa renga igual que yo. ¡Qué lindas flores! Venga,
venga señor, con las flores. Traiga.
-Sí,
aquí hay flores de todas las que a usté le gustan. Entre las flores
hermosas, usté escoja, mi reina, escoja.
Y
le decía el gallo, coja, y requete coja, y no se daba cuenta la
Princesa, claro.
Y
el burro le decía:
-No
le digás coja porque te va hacer matar.
Y
dice el gallo:
-Yo
le digo coja y requete coja, y no me va matar. A mí me van a dar un
premio con testigos y todo.
No
sabían que era gallo. Y le volvía a decir:
Ella
creía que le decía que escoja, pues. Y era que le decía que era
coja, ella. Cuando se dio cuenta el Rey que li ha dicho a la hija:
-¡Ay,
juna, grandísima!... -que dice. ¡Va ver ese tipo que ti ha dicho
coja! Ahora vos te tenís que casar con el que ti ha dicho coja -le
dijo el tata.
Bueno,
porque el Rey había dicho que al primero que le diga coja a la hija
había qui hacerlo pillar y matalo.
-Bueno,
ti ha dicho más de cuarenta veces coja. Ahora usté se casa con el
que li ha dicho coja.
Áhi
no más han hecho el casamiento, pues.
Y
efectivamente, dueño del palacio s'hizo el gallo. Porque él lo
pronosticó así, que tenía que triunfar en la vida.
Él
tenía la forma di una persona, porque como los animales hablaban,
tenía la potestá de trasfigurarse en lo que ellos querían. Pero él
no era gallo, era un joven que 'taba encantado en forma de gallo y
que 'taba pronosticado que cualquier día tenían que torcerle el
cogote y echarlo a l'olla, pero no fue así. Ya 'taba marcau el
tiempo de qu'él s'iba a sacar la piola. Entonce fue y se casó con
la coja. Pero la coja era multimillonaria. Era la hija del Rey.
Si
hicieron el baile, había banquete. Yo cociné, pues, áhi pa que
coman los novios.
Así
me contaba mi agüelita. Y terminó.
Sixta
Castro de Guerrero, 53 años. Tilcara. Jujuy, 1968.
En
el cuento se observa la curiosa interpolación de un motivo de cuento
maravilloso.
Cuento
613. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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