Había
una vez una zorra que 'staba con cría, tenía cachorros. Todos los
días la zorra salía a buscarse la vida, y se agenciaba en las casas
que había por áhi cerca, gallinas, pollos, patitos, cabritos. Los
zorritos cuando la vían llegar tan cargada con esas presas tan
lindas y gordas, siempre le preguntaban:
-Mamita,
¿di ánde saca una comida tan rica, y tantas cosas tan caras?
-Las
compro, mis hijitos -que les decía.
-¿Y
cónque plata los paga, mamita?
-¡Ah!,
las saco fiau, mis hijitos.
-¿Cuándo
las va a pagar?
-Las
voy a pagar el día 'e la polvadera -que decía la zorra, y se
quedaba muy seria.
Siempre
le preguntaban eso, los hijitos, y la zorra contestaba lo mismo:
-Las
voy a pagar el día 'e la polvadera.
Un
día que la zorra fue a cazar un cabrito de una majada que tenía un
pastor muy bravo, el perro la sintió y la sacó huyendo, los
toridos. Cuando los otros perros de la casa lo oyeron, salieron
también, y entre todos la llevaban a la zorra, te mato y te mataré.
Cuando
iban llegando cerca de la cueva la alcanzaron y se hizo una sola
polvadera lo que los perros la mordían y la revolcaban. Y la
destrozaron así.
Los
zorritos que 'taban en la puerta de la cueva, esperando la comida que
la madre les traía todos los días, cuando vieron la tierra que se
levantaba se pusieron contentísimos, y sin maliciar lo que pasaba,
decían:
-¡Ah!,
hermanitos, la mamita 'tá pagando la comida. Es el día 'e la
polvadera. ¡Qué suerte! ¡La mamita ya no va deber nada! ¡Por fin
llegó el día 'e la polvadera!...
Ciriaco
Funes, 82 años.
Nogolí.
Hipólito Yrigoyen. Belgrano. San Luis, 1948.
Cuento
804 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 048
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