Dicen
qui una vez el sapo había cometido una falta muy grave y había
caído preso. Los jueces han dicho qui hay que darle el pior castigo.
Los castigos de entonce eran quemarlos en el juego o ahugarlos en
l'agua. Y para que el preso penara más li han preguntau a cuál
castigo le tenía más miedo. El sapo dicen qui ha dicho, sabiendo
que lo querían martirizar:
-Yo
al juego no le tengo nada de miedo. Si me queman, Dios me va perdonar
todas las culpas. Al agua sí le tengo miedo. Los ahugados sufren
mucho y se pudren en el barro. Yo prefiero el juego.
Y
áhi no más que los jueces han mandau que lu echen al agua. Dicen
que lu han tirau al agua y él si ha hundíu para que no lo
descubran, pero claro, se moría de risa de todos, y áhi ha quedau
más contento que si hubiera nacíu de nuevo.
Di
áhi viene el dicho que dice: ¡Qué más quiere el sapo que lo boten
al agua!
Carmen
Rasgido, 70 años. Belén. Catamarca, 1951.
Cuento
772 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 048
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