Hizo
una sociedá el burro con el cuervo para sembrar trigo. Habían
dispuesto sembrar a medias. Bueno, la siembra la iban hacer entre los
dos, pero la cosecha del trigo tenía que hacerla el burro y él
tenía que pisar en la era el grano. Y por cuenta del cuervo corría
lo que se llama el aventar, separar la paja del grano.
El
cuervo había decidido embromarlo al burro. Hizo trabajar primero sus
cosas y guardó su grano. El burro comedido le ayudó también a
embolsar y guardar los granos.
Y
llegó el momento en que el burro tenía preparado, ya, pisado en la
era su grano, y el cuervo se negaba a aventarle la paja del grano. Y
se preparaba. Le decía dos o tres veces que le ayude, de acuerdo al
convenio. Y el cuervo no quiso ayudarle. Y ya tenía amontonado su
trigo, y amenazaba un cambio de tiempo. Se levantaban unos nubarrones
muy negros, y afligido el burro por lo que el cuervo le iba a dejar
perder su cosecha, decide apelar a un engaño, y se hizo el muerto.
El sol estaba fuerte, a pesar de los nubarrones que se armaban, pero
por el calor que hacía era segura la tormenta. Entonces el burro se
tira y se hace el muerto. Y el cuervo andaba volando, buscando presa,
carroña. Y lo vio al burro caído, en el rayo del sol.
-Y
éste parece muerto -dice para sus adentros.
Empezó
a bajar, un poco, haciendo círculos. Empezó a bajar. Y después, ya
le llamó más la atención y dice:
-Bueno,
capaz que me toque comerlo también a mi socio y agarrar el trigo
para mí antes que llueva.
Se
posó en un árbol. El burro ni respiraba siquiera. Estaba quietito.
Y ya seguro de que estaba muerto, el cuervo decide bajar, y lo
primero que come el cuervo en el animal muerto es el ano y después
los ojos. Y decide empezar por el ocote. Y al primer picotazo, el
burro ciñó el ocote y lo aprisionó al cuervo del cuello. Y
entonces se enderezó. Y el cuervo desesperado empezaba a aletear
para zafarse. Entonces el burro, con toda presteza, empezó a
galopar, a dar vuelta por el montón de trigo, entonces quiérase o
no, el cuervo tuvo que aventarle la paja del trigo cosechado por el
burro. Y una vez que terminó todo el trabajo, lo soltó. Pero parece
que apretó tanto el burro, que le cayeron plumas al cuervo. Desde
ese entonces, dicen que el cuervo quedó pelada la cabeza.
Manuel
José Victoria, 50 años. Santiago del Estero, 1970.
Cuento
727 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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