El
zorro y el quirquincho eran compadres. Se encontraron un día. Los
dos tenían mucho hambre y empezaron a conversar cómo podían hacer
para surtirse de alguna comida. Entonce el zorro, como tiene más
viveza, le dice al quirquincho:
-Mire,
compadre, vamos hacer una cosa. Ande encontremos un animal muerto lo
vamos a cueriar y vamos a hacer un lazo. Nos va a servir para enlazar
algún animal.
Y
siguieron andando. Por áhi encontraron un animal muerto y se
pusieron a sacarle el cuero. Después hicieron lonjas y de las lonjas
sacaron tientos y se pusieron a trenzar un lazo. Y hicieron un lazo
lindísimo. Entonce dice el zorro:
-Con
este lazo vamos a enlazar un animal para carne. Mire, compadre, vamos
a ir a una aguada. Vamos a hacer cada uno una cueva. Vamos a enlazar
un animal gordo y nos largamos a la cueva, y el animal al dar la
estirada se va a descogotar.
Entonce
se fueron a una aguada ande venían muchos animales a beber. El zorro
como más astuto le dice al quirquincho:
-¡Cómo
no! No hay ningún inconveniente -dice el quirquincho.
El
quirquincho áhi no más se puso a cavar su cueva. L'hizo la boca y
adentro la iba haciendo torcida para todos lados como la hace el
quirquincho. Que la hace como entramada con entrada para los dos
lados. Y claro, áhi se puede sujetar de cualquier cosa y nadie lo
puede mover.
Y
vino el primer animal al agua. Era un potro gordo. El quir-quincho lo
enlazó y se metió en la cueva, bien adentro y se plantó en las
vueltas que tiene. El potro cuando sintió el lazo disparó con todas
las ganas. Cuando si acabó el lazo dio una costalada, cayó, y se
quebró el cogote. Claro, el quirquincho ni se movió di ande 'taba.
Ya
corrió el zorro y salió el quirquincho de la cueva. Lo carniaron al
animal y tuvieron carne para muchos días.
El
zorro, como es tan palangana, se creía que todo era muy fácil y que
él iba hacer las cosas mejor que el quirquincho.
Ya
llegaron los animales al agua. Una tropilla de yeguarizos regordos,
como para elegir, bajó a beber.
El
zorro enlazó el potro más gordo y se metió en la cueva. El potro
dio una estirada y lo sacó al zorro como escupida de músico. Lo
levantó en el aire y lo mató en el cimbronazo. Claro, el zorro no
tenía ande agarrarse en la cueva y no es capaz de sujetarse con las
uñas como el quirquincho, pero como es tan palangana, se cree
siempre muy capaz, y áhi se perdió.
José
Agustín Quiroga, 61 años. Estancia Grande. La Capital. San Luis,
1967.
El
narrador, nativo del lugar, aprendió este cuento de la madre,
también nativa del lugar. En la actualidad es almacenero.
Cuento
258. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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