Había
una vez un zorro y un quirquincho. El zorro había descubierto un
gallinero repleto de gallinas, pero, como no podía entrar porque el
gallinero estaba bien protegido por un alambrado, viendo que era
imposible hacer de las suyas, invitó a un quirquincho para que
hicieran una cueva y de esa manera salir adentro del gallinero.
El
quirquincho aceptó la propuesta y se puso en la tarea de cavar dicha
cueva, con el fin de llegar al gallinero, consiguiendo su propósito
después de haber trabajado bastante.
Una
vez adentro, el zorro fue el primero en hacer presa, pero como este
animal es tan goloso y vil, mataba las gallinas comiendo un poquito
de cada una, mientras el quirquincho se contentaba con comer lo que
iba dejando el zorro.
Los
dueños del gallinero, al sentir el bullicio de las gallinas, se
levantaron y jueron a ver qué era lo que pasaba. Al escuchar que
venía la gente, el quirquincho y el zorro resolvieron salir por
donde habían entrado. El quirquincho se metió rápidamente en la
cueva. Quiso hacer lo mismo el zorro, pero no pudo entrar, porque
tanto había comido, estaba tan panzón, que no cabía en la cueva.
Viendosé perdido, resolvió hacerse el muerto, a ver si de esta
forma se salvaba.
Cuando
los dueños llegaron al gallinero, se dieron cuenta del gran daño
hecho, y al ver al zorro muerto, se dieron cuenta de que éste había
sido el causante.
El
dueño muy enojado por lo sucedido y pensando en que el zorro estaba
muerto, lo tomó por la cola, lo hizo dar unas vueltas en el aire por
sobre su cabeza y lo tiró juera del gallinero. El zorro al cáir y
viendosé en libertá, salió corriendo.
Vidal
Moguera, 43 años. San Rafael. San Martín. La Rioja, 1950.
Semiculto.
Buen narrador.
Cuento
431. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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