Andaban
di amigos el zorro y el quirquincho. Los dos hicieron la apuesta de
enlazar un lobo. Se jueron a un bebedero. Los baquianos saben ande
cai el lobo al agua. El quirquincho dice:
Y
vino el caballo. Que era harto lobazo. Venía bufando. El quirquincho
le tira el lazo. Lo enlaza del cogote y se echa para adentro de la
cueva y si afirmó en las vueltas de la cueva. El lobo pegó la
estirada y al segundo golpe se descogotó. Hasta que pega un grito a
lo gaucho el zorro: ¡Cuac! ¡Cuac! Sale el quirquincho a mirar.
Estaba muerto el animal.
-Pero,
chey, ¡había síu terrible! Pero así lo voy a hacer yo, mañana.
No me vas a ganar así no más la apuesta -le dice el zorro al
quirquincho.
Al
otro día le toca al zorro. Entonce el zorro se ata la punta del lazo
por las verijas, como lu había hecho el quirquincho, y espera la
ocasión. Y le dice el quirquincho:
Y
lu enlazó el zorro y se metió en la cueva. Y no alcanzó a llegar
al último de la cueva. Como la cueva era derecha lo sacó el lobo
disparando. A los golpes lo llevaba pal campo. Quén sabe ánde lu
habrá llevado a la rastra. Ni ha vuelto a pagar la apuesta al
quirquincho.
Máximo
Reyes, 68 años. Las Cuevas. Tupungato. Mendoza, 1951.
Muy
buen narrador.
Cuento
255. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 033
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