138. Cuento popular castellano
Eran tres hermanas modistas. Y un día
estaban cosiendo juntas, y da un suspiro la mayor. Y la pregunta la pequeña:
-¿Por qué suspiras, hermana? ¿Qué te
pasa?
-Nada, que digo que si me casaría con
el panadero del rey, ¡qué feliz sería yo!
Y la dice la segunda:
-¿Por eso suspiras? Pues, si yo me
casaría con el cocinero, sería la mujer más feliz del mundo. Y dice la pequeña:
-Pues, si yo me casaría con el hijo
del rey, prometería que le había de traer dos hijos como dos soles y una niña
con una estrella en la frente.
Y el hijo del rey lo estaba escuchando
y llamó a la puerta. Las tres hermanas se asustaron, creyendo que las
castigarían. Las mandó subir al carruaje y las llevó al palacio. Y se celebraron
las bodas. Las dos hermanas, que se quedaron en palacio para servir a la
pequeña, tenían mucha envidia.
Ya quedó en estao la pequeña. Se
levantó una guerra, y tuvo que marchar el hijo del rey y dejó a su mujer al
cargo de las dos hermanas. Mientras el rey estuvo allá, dio a luz un niño como
un sol. Le cogieron en una cesta las hermanas y le presentaron a la madre un
perro. Y el niño le tiraron a ahogar. Y escribieron al rey diciendo que su
señora había traído un perro. Y el rey, muy indignao, la mandaba matar; pero le
aconsejaron que esperase un poco, y no la hicieron nada.
Y el niño que habían tirado a ahogar,
le habían recogido unos viejecitos que vivían a orilla del río. Le criaron con
leche de cabra y le cuidaron como hijo. Vuelve el rey para casa -y encinta otra
vez. Y al poco tiempo vuelve a marchar. Y la mujer volvió a dar a luz mientras
estuvo allá. Trae otro hermoso niño, como un sol, y la presentan las hermanas
un gato.
-Hermana, tú decías que traías dos
niños como dos soles, y mira lo que has traído: un perro y un gato.
Y ella, la pobre, toda asustada. Las
hermanas cogen el niño y lo tiran a ahogar en una cesta. Y los mismos
viejecitos le recogieron. Y escriben al rey otra vez y le dicen:
-Sabrás como su señora ha dado a luz y
ha traído un gato.
El rey, muy enfadao, decía que eso no
era lo que le había prometido; pero al fin no la hizo nada. Vuelve para casa,
y después de estar tan alegres y contentos, vuelve a marchar. Y se la deja
encargada a las hermanas. Da a luz y trae una hermosa niña, con una estrella en
la frente. Y sus hermanas, llenas de envidia, la presentan un monstruo de
carne. Y la niña la tiran a ahogar. La recogieron los mismos viejecitos. Y las
hermanas escriben al rey diciéndole que su señora había traído un monstruo de
carne. Y el rey entonces la mandó emparedar, y que todo el que pasara por allí
tenía que escupirla; y si no, tenía pena de muerte.
Vino el rey -y su mujer emparedada. Ya
pasó mucho tiempo, y un día los viejecitos, donde estaban los niños, se
murieron. Quedaron los tres hermanos juntos. Un día fue una pobre a pedir, y
estaba la hermana sola. Y la dio una limosna. Y después de dársela, dice la
pobre:
-¡Qué casa más mona es ésta! ¿Me la
quiere enseñar?
Y ella se la enseñó. Y la dice la
pobre:
-Tres cosas le hacen falta: el pájaro
sabio, el agua amarilla
y el árbol que canta.
Y la niña se apresuró a preguntar
dónde estaba eso. Pero sin saber por dónde, se marchó la pobre, porque era la Virgen. La niña se
quedó muy triste hasta que fueron sus hermanos. Y ella les contó lo que le
había pasao. Y dijo el mayor:
-Pues, yo voy a buscarlo. Aquí os dejo
esta botella. Cuando veáis que arde, es que me he muerto o me estoy muriendo.
Cogió un caballo y se marchó. Después
de andar largo rato, encontró un hombre, sentao en una peña, que le llegaban
las barbas hasta el suelo, y le preguntó:
-Dígame usted. ¿Me dirá dónde está el
pájaro sabio, el agua amarilla y el árbol que canta?
Y el hombre le dice:
-Mira, súbete ahí arriba. Pero tápate
bien los oídos para que no oigas nada. Y aunque te insulten y te digan lo que
quieran, no vuelvas la cara, porque, si no, te quedas piedra negra.
Pero a los gritos él volvió la cara, y
quedó piedra negra. Y la hermana vio que ardía la botella y empezó a gritar:
-¡Hermanito muerto!
En seguida el otro hermano preparó
otro caballo y se fue a buscarle. Dejó la misma señal a su hermana, la botella,
y encontró al viejo y le preguntó si había visto pasar a un joven buscando el
pájaro sabio, el agua amarilla y el árbol que canta. Le contestó que sí; pero
que se había vuelto piedra negra. Y entonces él dijo que cómo podría él buscar
esas tres cosas. Y el viejo le dijo:
-Sigue la cuesta arriba y las
encontrarás. Pero no vuelvas la cara atrás, aunque te insulten. Te pasará lo
mismo que a tu hermano.
Él a las voces no hizo caso; pero
volvió la cara, y quedó piedra negra.
La hermana vio que ardía la botella.
Se viste de caballero y les va a buscar. Y encuentra al mismo viejo. Y le
preguntó si había visto pasar un joven en busca del pájaro sabio, el agua
amarilla y el árbol que canta. Y le contestó que sí; pero que a los insultos
había vuelto la cara, y se había convertido en piedra negra. Y entonces ella
le dice:
-¿Cómo podría yo hacerme con las tres
cosas y mis hermanos? Y le dijo el viejo:
-Tápate bien los oídos, no vuelvas la
cara atrás y en subiendo la cuesta encontrarás las tres cosas. Pregunta al
pájaro sabio lo que has de hacer.
Y ella así lo hizo. La insultaban, la
chillaban; pero no hizo caso. Siguió adelante hasta que subió arriba. Una vez
arriba, preguntó:
-Y ahora, ¿qué hago yo?
Y el pájaro la dice:
-Coge una jarrita de agua de la
fuente, corta una ramita del árbol y luego echa agua en las piedras hasta que
encuentres a tus hermanos.
Y ella así lo hizo. Allí salían
duques, reyes, gitanos -de todas clases, que habían ido a buscar el pájaro
sabio, el agua amarilla y el árbol que canta-, y sus hermanos. Luego que
encontró a sus hermanos, se reunieron todos y la dieron las gracias. Cogieron
las tres cosas que buscaban y se fueron para casa.
Cuando bajaron la cuesta, ya no
encontraron al viejo. Había desaparecido por el misterio de la hermana, como
había cogido ella ya las cosas esas. Llegan a casa y preguntan al pájaro:
-¿Dónde quiere que os coloquemos?
Y el pájaro les dijo:
-La ramita del árbol en la buerta, y
en medio, la fuente, y a mí me colocan en la habitación donde tú duermes.
Desde aquel día no hacían nada sin
consultar con el pájaro. Un día dice uno de los hermanos:
-Vamos de caza.
Y la hermana contestó:
-Deja, lo consultamos con el pájaro
sabio a ver lo que dice.
Y contestó que sí, que irían -que se
irían para el monte. Y en efezto marcharon. Y aquel mismo día estaba el rey de
caza. Y se encontraron. Y el rey, al verles, quedó enamorado de ellos. Los
invitó a ir a su casa; pero ellos dijeron que no podían, que tenían una hermana
y no sabía nada; que ya se lo dirían a ella, a ver si les dejaba. Y entonces,
con su permiso, marcharían al otro día.
Fueron a casa y se lo contaron a la
hermana. Y ella fue a comunicárselo al pájaro. Y le dice:
-Mis hermanos quieren ir otra vez de
caza. Les ha invitado el rey y quiere que vayan con él a su casa. Tú dirás si
les conviene o no.
Y el pájaro contestó que sí, que se
irían. Y así fue. Se encontraron en el bosque, y el rey, muy alegre, les llevó
a casa. Y al llegar a palacio ven que todos escupen a una mujer emparedada.
Ellos no lo hicieron. Luego que entraron, les dice el rey:
-Por ser la primera vez os perdono por
no haberla escupido.
Y ellos dijeron que como no sabían
nada... Pasaron el día muy alegres. Después los hermanos invitaron al rey a que
les acompañara a casa. Al llegar a la casa de los hermanos, sale una armoniosa
música a recibirles. Y el rey contesta que qué musica tan alegre es ésta. Los
hermanos contestaron que era el pájaro sabio, el agua amarilla y el árbol que
canta. Le invitaron a cenar. La hermana fue a consultar al pájaro a ver qué
cena ponían al rey. Y el pájaro contesta:
-Un pepino en un plato, un cuchillo y
tenedor. Y dice la hermana:
-Pero, ¿cómo le voy a dar yo eso?
-Te lo digo yo y nada más.
Preparan la cena. Se van a cenar. Y al
rey le sirven el pepino. El rey se quedaba mirando, como todos cenaban y a él
no le daban más. Y coge el cuchillo y el tenedor y parte el pepino, y se
convierte en perlas. Y entonces el rey dice:
-¿Cómo era posible creer que un pepino
se convierta en perlas?
Y el pájaro contesta:
-Tampoco es posible poder creer que tu
mujer haya traído un perro, un gato y un monstruo de carne. Siendo así que
tienes aquí dos hijos como dos soles, y una niña con una estrella en la frente.
Entonces el rey se levanta y les dice:
-Veniz, hijos míos, a sacar a vuestra
madre de penas.
Se fueron para casa y desemparedaron a
la madre. Y llamaron a las hermanas y les presentaron los hijos. Y lo negaban.
Y mandó el rey que las ahorcaran. Y ellos vivieron mucho tiempo felices.
Quintana
Díez de la Vega ,
Palencia. Narrador
XVII, 18 de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. anonimo (castilla y leon)
No hay comentarios:
Publicar un comentario