181. Cuento popular castellano
Era una madre que tenía tres hijos,
dos mayores y uno chiquitín. Y estaban muy pobres, muy pobres. Y ya alguno de
los mayores dijo:
-Tenemos que ir a buscar la vida,
madre. -Bueno, hijos.
Conque se fueron los tres. Y a la
salida del pueblo se encontraron con dos señores. Les dijeron que adónde iban.
Dijeron que a ganar la vida. Y dijeron los señores que si querían ir a su
servicio, y dijeron ellos que sí. Y dijeron entonces a uno de los mayores:
-Tú vas a ganar un grano de trigo. Y
al otro:
-Y tú un grano de cebada.
Y al pequeño:
-Y tú, como eres tan pequeño, nada más
comerás y estarás vestido.
Y les dijeron además los señores:
-Al año nos tenemos que encontrar en
este mismo camino pa entregaros la soldada.
Conque les llevaron a su casa y
estuvieron trabajando. Y al año volvieron al camino y, efectivamente, allí
dieron a uno el grano de trigo y a otro el grano de cebada. Y les dijeron los
señores que al llegar a casa sembrasen aquellos granos.
Y llegaron a casa. Y su madre empezó a
llorar y a decirles que cómo no la habían escrito ni la habían mandao nada para
comer. Y ellos la dijeron que no habían ganado más que aquel grano de trigo y
aquel grano de cebada; pero que les habían dicho que los sembraran.
Sembraron el grano de trigo y cogieron
mucho trigo, mucho, y se hizo rico el hermano mayor. Y el otro sembró el grano
de cebada y cogió mucha cebada, mucha cebada. Y se hicieron ricos. Y se casa-ron,
como eran tan ricos ya.
Y el pequeño, como no le habían
quedado nada, pues era pobre. Se casó también el pequeño y vivía muy pobre,
muy pobre. Los her-manos no le daban nada.
Y un día llegaron dos pobres, dos
viejecitos, a casa del mayor. Y le pidieron posada. Como era tan rico, dijo que
él no admitía pobres en su casa y menos tan viejos.
Fueron en casa del otro, y les dijo lo
mismo. Mas se fueron en casa del pequeñito, y estaba la mujer sola. Y les dijo
que pasaran, que allí pasarían la noche; que su marido estaba al pinar, pero
que cuando viniera, no la había de decir nada, porque les había dao posada.
Llegó su marido y le dijo:
-Tengo aquí a dos viejecitos
recogidos.
Y dijo su marido que había hecho muy
bien, que si les había dao de cenar. Y dijo ella que no, porque no tenía para
la cena. Y dice él:
-Pues, mata esa gallina que tenemos
allí. Y haz la cena, y dales de cenar.
Según estaban cenando todos, se puso
una gallina debajo de la mesa a picar las migas. Y era la gallina que ella
había matao.
Cenaron y se acostaron. Y a media
noche la mujer, que estaba encinta, se sintió con novedad. Al ver los pobres
que el marido estaba aturdido y salía a llamar al médico, dijeron los pobres
que no, que se estuviera quieto, que su mujer daría a luz con toda la felicidaz
y tendría un niño. Y así fue. Dio a luz y tuvo un niño.
Y los pobres le dijeron que si les
quería dar gusto que harían un bautizo como a ellos les pareciera. Y dijo el
padre del niño que ¡bueno!, porque estaba atontao -no sabía qué serían aquellos
pobres.
Se fueron a la iglesia a bautizar al
niño. Y cuando volvieron, encontraron una mesa llena de manjares de todas las
cosas-buenas. Y el padre del niño estaba aturdido al encontrarse con aquella
mesa tan llena de manjares.
Entonces le dieron los pobres la mano
y le dijeron que no temiera nada, que nada les faltaría, que uno de ellos era
Jesucristo. Y le entregaron una cantidad muy grande de dinero y le dijeron que
hiciera un hospital, que era donde tenían que ir a morir sus hermanos:
Y sus hermanos desde aquel día
empezaron a quedarse muy pobres, muy pobres. Y cuando su hermano terminó el
hospital, los primeros que lo estrenaron fueron ellos. De manera que colorín,
colorao...
Medina
del Campo, Valladolid. 8
de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. anonimo (castilla y leon)
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