Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 15 de junio de 2012

El lobo malo

31. Cuento popular castellano

Este era un lobo muy malo, que siempre mataba a los anima­les que encontraba.
Y una vez, cerca de un molino, encontró a una cerda que tenía la cría con ella, y le dice:
-Oye, cerda, te voy a comer los gochines. Y la cerda le dice:
-¡Ay, no me les comas, porque entavía no les tengo bautizaos! Mira, si quieres, vamos a ir a ese molino, y en el cuérnago les bau­tizamos.
-Bueno, pues vamos -dice el lobo.
Fueron al molino, y se arrima la cerda con el lobo al lado don­de estaba el rodesno del molino.
-Bueno, pues vamos a bautizar los gochos -dice la cerda.
El lobo, que estaba tan descuidao, fue la cerda y le dio un pechugón y lo arrojó al cuérnago. Y como el rodesno estaba an­dando, el lobo se agarró a él, y el rodesno, agarrao el lobo a él, le volvía loco dando vueltas.
Y decía el lobo:
-¡Para, bailón, para! ¡Para, bailón, para!
Como el rodesno no paraba, pues se soltó el lobo, yendo a es­trellarse contra una piedra de las del molino. De allí salió deses­perao, maldiciendo su fortuna.
Y yendo por un valle de praos alante, se encontró con una ye­gua que estaba paciendo y que tenía una cría, y la dice:
-Yegua, te voy a comer la cría.
-Comer, sí me la comerás -le dice la yegua-. Pero mira; antes de comérmela, tienes que sacarme una espina que tengo en la pata de atrás.
-Pos bueno, te la sacaré -dice el lobo.
Se arrimó a sacársela con los dientes, y le suelta la yegua una coz que no le dejó diente sano. Se marchó el lobo maldiciendo su suerte.
Y siguiendo por los prados arriba encontró dos carneros que se estaban peleando por la herencia que les había dejao su padre. De que ven al lobo, le dicen:
-Oye, lobo, tú que eres más listo que nosotros, a ver si nos sabes partir este prao, porque nosotros no nos entendemos y por eso estamos peleando.
Y el lobo les dice:
-¡Sí, sí! Sos partiré el prao; pero después sos voy a comer a los dos.
-Bueno -dicen los carneros-. Pues a ver cómo le partimos. Tú ponte en aquel mojón del medio, y nosotros nos pondremos uno a cada extremo del prao y echamos a correr. El que primero llegue adonde estás tú, para aquél es el prao.
Se fue el lobo donde le habían mandao los carneros. Los car­neros se hicieron de señas y a un mismo tiempo echaron los dos a correr, uno para allá y otro para acá, dando al lobo tan fuerte topetazo que le dejaron en el suelo medio muerto. Y ya no le dieron ganas de comer a los carneros.
Estuvo el lobo mucho tiempo sin poderse mover. Por fin se marchó para el monte y se puso debajo de un roble maldiciendo su fortuna. Pero no había visto que arriba en el árbol había un hombre con un hacha, que estaba cortando leña. Y empieza el lobo a lamentarse:
-¿Quién me haría a mí bautizador de gochos, si mis padres y mis abuelos nunca lo fueron? ¿Quién me haría a mí sacador de espinas si mis padres y mis abuelos nunca lo fueron? ¿Quién me haría a mí partidor de praos, si mis padres y mis abuelos nunca lo fueron? ¡Si caese un rayo del cielo y me matara!
Y el hombre que estaba arriba en el roble, el leñador, suelta el hacha y le dice:
-¡Mal lobo, allá te va!
Y dejando caer el hacha encima de la cabeza del lobo, le mató.

Morgovejo, Riaño, León. Narrador LXV, 19 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. anonimo (castilla y leon)


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