31. Cuento popular castellano
Este era un lobo muy malo, que siempre
mataba a los animales que encontraba.
Y una vez, cerca de un molino,
encontró a una cerda que tenía la cría con ella, y le dice:
-Oye, cerda, te voy a comer los gochines.
Y la cerda le dice:
-¡Ay, no me les comas, porque entavía
no les tengo bautizaos! Mira, si quieres, vamos a ir a ese molino, y en el
cuérnago les bautizamos.
-Bueno, pues vamos -dice el lobo.
Fueron al molino, y se arrima la cerda
con el lobo al lado donde estaba el rodesno del molino.
-Bueno, pues vamos a bautizar los
gochos -dice la cerda.
El lobo, que estaba tan descuidao, fue
la cerda y le dio un pechugón y lo arrojó al cuérnago. Y como el rodesno estaba
andando, el lobo se agarró a él, y el rodesno, agarrao el lobo a él, le volvía
loco dando vueltas.
Y decía el lobo:
-¡Para, bailón, para! ¡Para, bailón,
para!
Como el rodesno no paraba, pues se
soltó el lobo, yendo a estrellarse contra una piedra de las del molino. De
allí salió desesperao, maldiciendo su fortuna.
Y yendo por un valle de praos alante,
se encontró con una yegua que estaba paciendo y que tenía una cría, y la dice:
-Yegua, te voy a comer la cría.
-Comer, sí me la comerás -le dice la
yegua-. Pero mira; antes de comérmela, tienes que sacarme una espina que tengo
en la pata de atrás.
-Pos bueno, te la sacaré -dice el
lobo.
Se arrimó a sacársela con los dientes,
y le suelta la yegua una coz que no le dejó diente sano. Se marchó el lobo
maldiciendo su suerte.
Y siguiendo por los prados arriba
encontró dos carneros que se estaban peleando por la herencia que les había
dejao su padre. De que ven al lobo, le dicen:
-Oye, lobo, tú que eres más listo que
nosotros, a ver si nos sabes partir este prao, porque nosotros no nos
entendemos y por eso estamos peleando.
Y el lobo les dice:
-¡Sí, sí! Sos partiré el prao; pero
después sos voy a comer a los dos.
-Bueno -dicen los carneros-. Pues a
ver cómo le partimos. Tú ponte en aquel mojón del medio, y nosotros nos
pondremos uno a cada extremo del prao y echamos a correr. El que primero llegue
adonde estás tú, para aquél es el prao.
Se fue el lobo donde le habían mandao
los carneros. Los carneros se hicieron de señas y a un mismo tiempo echaron
los dos a correr, uno para allá y otro para acá, dando al lobo tan fuerte
topetazo que le dejaron en el suelo medio muerto. Y ya no le dieron ganas de
comer a los carneros.
Estuvo el lobo mucho tiempo sin
poderse mover. Por fin se marchó para el monte y se puso debajo de un roble
maldiciendo su fortuna. Pero no había visto que arriba en el árbol había un
hombre con un hacha, que estaba cortando leña. Y empieza el lobo a lamentarse:
-¿Quién me haría a mí bautizador de
gochos, si mis padres y mis abuelos nunca lo fueron? ¿Quién me haría a mí
sacador de espinas si mis padres y mis abuelos nunca lo fueron? ¿Quién me haría
a mí partidor de praos, si mis padres y mis abuelos nunca lo fueron? ¡Si caese
un rayo del cielo y me matara!
Y el hombre que estaba arriba en el
roble, el leñador, suelta el hacha y le dice:
-¡Mal lobo, allá te va!
Y dejando caer el hacha encima de la
cabeza del lobo, le mató.
Morgovejo,
Riaño, León. Narrador
LXV, 19 de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. anonimo (castilla y leon)
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