91. Cuento popular castellano
Un conde tenía una hija, y era muy
buena, pues hacía muchas limosnas. Y el diablo, para ganarse el alma de la
condesita, pues dijo entre él;
-No tengo otro remedio que casarme con
ella.
Éste habló, pues, a sus padres,
fingiéndose de marqués. Y la muchacha aceztó, como los padres.
Y ella tenía una golondrinita. Y
cuando el diablo iba a ver a la muchacha, la golondrinita la decía:
-Hija del conde, si con quien te vas a
casar crees que es marqués, ¡no te cases, que el diablo es!
Entonces la hija del conde la dice:
-No tengas pena, que conmigo te
llevaré.
Llegó el día que se iban a casar, y el
diablo vino con un trineo por los aires. Y vino con unos cuantos de allí del
Infierno y decía que eran sus hermanos y sus hermanas. Como venían vestidos
tan elegante, pues no llegaron a notar que pudiera ser el diablo.
Se casaron y, después de la boda, el
diablo se llevó a la condesita en su trineo. Entonces el padre de ella buscó
una carroza, y marcharon toda la familia tras del trineo del diablo (que en él llevaba a la hija del conde).
Y en el camino ella le dice al diablo:
-¿Por dónde me llevas? Éstos me
parecen unos caminos muy extraños.
Y él la dice:
-No te apures, mujer, que ya verás
cómo te ha de gustar mi palacio.
La golondrinita, que, antes de
casarse, la había hablado, siguió por los aires al trineo del diablo. Pero el
conde perdió de vista al trineo del diablo, y no pudieron seguir el camino.
El diablo llegó a su palacio y encerró
a la condesa en una habitación que estaba encima de una caldera de pez.
Y el diablo, desde abajo, la dice:
-Hija del conde, que encima de la
caldera estás, si no es a las dos, a las tres caerás.
Y él daba muchos trompazos al techo
para que se hundiera y se cayera ella en la caldera. Entonces ella la dice a la
golondrinita:
-Golandrinita, ¿dónde se quedó mi
padre? Y la golondrina la dice:
-Ha perdido a vuestro trineo de vista
y no ha podido seguir este camino.
Vuelve otra vez el diablo a decir:
-Hija del conde, que encima de la
caldera estás, si no es a las dos, a las tres caerás.
Y daba unos golpes tremendos en el
piso. Ella vuelve a decir a su golondrinita:
-Marcha a dar noticias a mi papá de lo
que me está ocurriendo. Tú le enseñarás el camino y me sacaréis de este
infierno.
La golondrinita que se lo dijo al
conde. Éste preparó un batallón de soldados. Marcharon en carrozas al palacio
del diablo. Rompieron la verja, sacaron a la condesita y se la llevaron sin que
el diablo se diera cuenta de que se la estaban llevando. Llevaron una muñeca
muy grande, la pusieron los vestidos de la condesita, y la quedaron allí en su
puesto. El diablo vuelve a repetir:
-Hija del conde, que encima de la
caldera estás, si no es a las dos, a las tres caerás.
Dio unos golpes tan fuertes que consiguió
hundir el piso. Entonces, cayendo todo a la caldera de pez, cayó la muñeca
también. Entonces el diablo, con una garia, se puso a dar vueltas a la caldera
y decía:
-Hija del conde, si con quien has
venido, creías que era marqués, estás confunida, ¡que el diablo es!
Esto lo repitió por tres veces. Ya,
por ver si se había quemado, la sacó con la garia y dice:
-¡Oh, qué negra te has quedao!
Pero él, que se da cuenta que era una
muñeca, coge otra vez su trineo con todos diablos del Infierno y marcha a la
casa del conde. Pero como en la casa de éste había muchos soldados, hubo lucha
entre unos y otros. Y como los del conde eran más, pues vencieron a los del
marqués, o sea al diablo. Le dieron una buena paliza, le rompieron los huesos,
y tuvo que marchar con todos sus ejércitos al Infierno otra vez.
Colorín, colorao, este cuento está
acabao.
Roa,
Burgos. Narrador
LI, 14 de julio, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. anonimo (castilla y leon)
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