4. Cuento popular castellano
Pues esto era una vez un carretero que
venía de la Montaña
a Campos por un carro de vino. Al volver al pueblo ya con el vino, traía en el
carro también una barrica de sardinas arengues.
En el páramo la raposa, o sea la
zorra, olió las sardinas y fue y se hizo la muerta en metá de la carretera. El
carretero, al pasar, vio a la zorra y dice:
-¡Barajo, una zorra muerta!
Conque la cogió y la tiró al carro. Y
después que la zorra se vio en el carro, empezó a tirar sardinas de la barrica
al camino hasta que las tiró todas. Después tiró la barrica, saltó del carro y
fue recogiendo las sardinas que había tirao, echándolas otra vez en la barrica.
El carretero siguió su camino, sin
darse cuenta de la travesura de la zorra. Y la zorra, después que cogió las
sardinas todas, se retiró de allí a un lado del páramo para comerlas. Ella que
las estaba comiendo cuando pasó por allí un lobo que le llamaban el lobo
Martín, y la dice:
-Catalina (que así se llamaba la
zorra), ¿qué comes?
-¡Ah, niño -contesta la zorra-, pajas!
Y como la zorra escupía, el lobo la preguntó:
-Y, ¿qué escupes?
-Pues, hijo, las más largas -dizo la
zorra-. ¿Quieres saber lo que como? Pues mira; como truchas.
-Y, ¿dónde las has cogido? -preguntó
el lobo.
-Mira -le dice la zorra-; allá abajo
en aquel río tan hondo,
allí he estao pescando.
-¿Quedaron más?
-¡Ay! ¡Ya lo creo! Allí nunca se
acaban. Mira; si quieres ir conmigo, te ato un cesto al rabo, y tú delante y yo
echando truchas hasta que llenemos el cesto. Y después las comemos juntos.
-Bueno; pues vamos allí -dice el lobo.
Desocupó a zorra la barrica de
sardinas muy disimulada, sin que lo viese el lobo. Se marcharon para el río y,
antes de meterse en el agua, le ató la barrica al rabo. Entraron en el río y la
zorra empezó a echarle cantos en la barrica. Ya tenía el cesto a medio de
cantos, cuando la dice el lobo:
-Catalina, ¡que pesa mucho!
-¡Ah, niño, no te apures! -contesta la
zorra-. ¡Cuantos más pesquemos, más comeremos!
Le llenó el cesto de tal manera que el
pobre lobo se le arrancó el rabo, y marchó maldiciendo de la zorra.
-Ya me las pagarás todas juntas -decía
el lobo. Resulta que se enemistaron mucho el lobo y la zorra.
Y estaba enfermo en el monte el rey de
los animales, el león, y todos los animales iban a verle. Cada uno le decía al
león que era bueno esto o que era bueno lo otro, de medicina. Y fue también a
verle el lobo rabón. Y dicen los animales todos:
-La que no ha venido a ver al rey es
la zorra, Catalina.
Y ellos que estaban hablando esto
cuando llaman a la puerta. -¿Quién llama?
-Catalina, la zorra.
-¡Pase, pase! Así nos dirá a ver qué
medicina es buena para curar a nuestro rey, que está enfermo.
La astuta de la zorra echó luego la
vista adonde estaba el lobo Martín. Pero el lobo, al verla entrar, no tuvo
tanta paciencia, y dice:
-Lo que es muy bueno para medicinas es
el pellejo de las zorras.
Y dice ella:
-Calla, calla, no hables, que ya sabes
que a ti te han quitao el rabo ya pa medicinas. Y si no, que le miren a ver si
tiene rabo.
Efeztivamente, van a mirar al lobo y
se encuentra con que no tiene rabo. Dan detrás del pobre animal y le desollaron
todo, no dejándole más que un poco pellejo en el hocico, otro poco en las
orejas y otro poco en el culo. Entonces le soltaron.
En todo el monte no había nada más que
una fuente, y el lobo, deseoso de vengarse de la zorra, dice:
-No volverás tú a beber agua en la
fuente; antes te has de morir de sez.
La zorra, entonces, queriéndose
disfrazar para que el lobo no la conociese, se fue a un colmenar. Después de
llenar la barriga de miel se revolcó bien entre la miel, y se salió del
colmenar. Se fue entonces debajo de un roble, que había muchas hojas caídas, y
se revolcó entre las hojas también, de manera que quedó toda cubierta de hojas.
Se fue entonces la zorra para la
fuente, convencida de que el lobo no la conocería. Llega a la fuente y, al ver
al lobo tumbao al pie, le dice:
-¿Me dejas beber agua?
Y el lobo le contesta:
-Bebe, bebe, hojarasquil del monte;
bebe lo que quieras.
Fue la zorra, bebió hasta hartarse y
se marchó. Después que estaba un poco separada, le grita al lobo:
-¡No me has conocido, Martín! ¡Pues
soy Catalina, la zorra!
El lobo, que la conoció en el habla,
desesperao, echó a correr detrás de ella. Estaba loco, porque como no tenía
pellejo, le acribillaban los mosquitos. La zorra, al verse perseguida ya tan
cerca, vio una hura en el suelo y se metió por ella. Y no dándola tiempo a
esconder pa dentro el rabo, le dejó fuera. El lobo llegó y la agarró del rabo con
los dientes y ella.., a tirar pa dentro, y el lobo... a tirar pa afuera, hasta
que ya la sacaba arrastrando. De que la zorra se vía perdida, se le ocurrió
decirle al lobo:
-Tú, cuanto más vas, más tonto que
eres. ¿Qué te crees, que tiras de mi rabo? ¡Tira, tira, que de la raíz de una
mielga tiras!
El lobo soltó la cola de la zorra con
mucha rabia, creyendo que, efeztivamente, era la raíz de una mielga, y se
marchó maldiciendo su fortuna.
Pero la zorra siempre le estaba
insultando al lobo. Se subía a los picos de los árboles y, cuando el lobo
estaba más desesperao espantándose las moscas, le decía:
-¡Oye, tú,
el de las mangas y el capiruchuelo!
Si vas a concejo.
¡cuenta, cuenta lo tuyo, y deja lo
ajeno!
Morgovejo,
Riaño, León. Narrador
LXV, 19 de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. anonimo (castilla y leon)
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