5. Cuento popular castellano
En unos montes de Extremadura había un
cabrero que guardaba cabras. Y en estos montes había un lobo y una zorra. Y todas
las tardes, cuando el pastor bajaba al pueblo con sus cabras, iba el lobo a
esperarles, a ver si podía agarrar alguna.
Un día el lobo tenía mucha hambre,
porque hacía unos cuantos días que no comía. Y se encontró a la zorra y la
dijo:
-Amiga zorra, ¿es ya hora de las
cabras?
-Todavía no -contestó la zorra-,
todavía están paciendo. Todavía tienen que estar en ese cerro muy alto que ves,
y luego poco a poco bajar. Siéntate, si quieres, y espera, que yo voy a dar una
vuelta por ahí a ver si puedo agarrar algo, porque yo también tengo mucha,
mucha hambre.
Se sentó el lobo a esperar; y tanto se
sentó que ya se le pelaba el culo de estar sentado. Y la zorra, como ya sabía
que era para comerse algún cabrito, se fue donde estaba el cabrero con las
cabras y le dijo:
-Mira; ahí está el lobo allí abajo,
esperándote a que bajes con las cabras. Me ha dicho que tiene mucha hambre y
quiere comerse unos cuantos cabritos. He pensado yo otra cosa; si me das tres
cabritos, yo te enramaré bien las cabras para que paseses sin que te coma
ninguna.
El cabrero se las dio, y la zorra le
enramó muy bien las cabras. Después la zorra bajó adonde estaba el lobo. Y el
lobo, como se cansaba de estar sentado, se había ido un poco más arriba.
Ya bajaba el cabrero cerca del lobo, y
le dijo éste a la zorra:
-¿Qué es aquello que reluce? ¿Quién
son esos que vienen con tantos ramos y flores?
Y contestó la zorra:
-Son los diablos enramados, que vienen
buscando culos pelados.
El lobo entonces echó la mano al culo,
y, como tenía el culo pelado, pues, ¡venga a correr, venga a correr!
Matabuena,
Segovia. Narrador
XXIX, 27 de marzo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. anonimo (castilla y leon)
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