84. Cuento popular castellano
Cuando Dios andaba por el mundo, se
acercó un día a la casa de un herrero. Y iba San Pedro en compañía del Señor. Y
le dijo el Señor al herrero:
-¿Me podrá usted arreglar un reloj que
tengo yo en el bolsillo?
Y le dijo el herrero:
-Sí, señor. Dentro de cuatro días
vuelva usted a por él. Volvieron a por él.
-¿Qué? ¿Está arreglao el reloj?
-Sí, señor.
Se le dio el reloj, y le preguntó el
Señor:
-¿Cuánto es la compostura?
-Nada.
Y San Pedro le apuntaba con el dedo al
cielo, dando a entender que pidiera el cielo por la cómpostura del reloj. Y el
herrero, maginando que le decía que se colgara del techo, le volvía a repetir
que no quería nada por la compostura. A los cuatro días se le desarregló otra
vez el reloj. Volvieron a ir otra vez en ca el herrero.
-Oiga usted, maestro, se ha
desarreglao el reloj. Buena compostura habrá usted hecho para desarreglarse
tan pronto.
-Bueno, pues dentro de unos cuatro
días vuelvan ustedes a por él.
Y a los cuatro días volvieron.
-¿Está ya arreglao el reloj?
-Sí, señor.
-Me va usted a decir lo que le tengo
que dar por él.
Y volvió a repetir el herrero que no
le quería nada. Y el herrero tenía el alma mandada al demonio. Y San Pedro se
arrimó a él y le dijo al oído que pidiera el cielo, que -era el Señor aquél
-que todo lo que pidiera era concedido. Y dijo el herrero que él no quería el
cielo; que no quería más que una silla y que se colocara al pie de la tobera, y
que el que se sentara en ella que no se levantara hasta que él no se lo
mandara, y un árbol en la puerta de la calle lleno de peras, que el que se
subiera a por peras no se podría bajar hasta que él no lo mandara. Y se lo
concedió el Señor.
A los cuatro días viene el demonio a
por el herrero y le dice:
-Mira, vengo a por ti. Ya es tiempo
que vayas al infierno, pues te ha llegado el día.
-Bueno -le dice el herrero-. Siéntate
ahí en esa silla mientras que mis criados sacan la calda esa.
Se sienta el demonio en la silla, y el
herrero les manda a sus criados calentar los espetones. Y así que les sacaron
ya quemando, como el demonio ya no podía levantarse del asiento, empenzaron a
meterle los espetones en el pecho y le puson hecho una criba de bujeros. Por
fin el herrero le mandó levantar de la silla, y se marchó ya al infierno. Y al
llegar solo al infierno, le preguntan sus compañeros que cómo no llevaba al
herrero.
-Me ha mandao sentar en una silla que
está al pie de la tobera, y me han puesto el cuerpo como una criba de bujeros.
Si vais ande el herrero, no sos sentéis en la silla.
A los pocos días va otro demonio a por
el herrero.
-Vengo a por ti, ya que el otro
compañero no ha podido contigo.
-Bueno, pues en cuanto saquen la calda
los criados, comemos y nos vamos allá. Súbete ahí al árbol, a coger unas peras
pa comer.
En tal estanto, sube a por unas peras,
y calentaron los espetones los muchachos. Y como no se podía bajar el demonio
del árbol, le puson el cuerpo hecho una criba de bujeros. Y no pudo llevar al
herrero al infierno.
Y a los tres o cuatro días viene el
carretero de Villamuriel con una hacha al hombro y va pa en cá el herrero y
dice:
-Oye, ¿quieres venir?
-¿Ande vas?
-Al infierno.
-Aguárdame, cojo las tenazas y voy
contigo.
Llegan a la puerta el infierno. Llaman
a la puerta, y les responden:
-¿Quién es?
-El carretero de Villamuriel y el
herrero de Frechilla. Abren la puerta del infierno y están rajando una viga de
un lagar. Y les dice el carretero:
-¿Qué hacéis?
-Vamos a hacer astillas esta viga para
quemarsos.
-Estamos diseando de arder. Quitaisos,
que nosotros la abriremos, que yo lo entiendo bien, que soy carretero.
Se puso el carretero a abrir la viga y
le dice al herrero:
-Mete ahí una cuña en esta punta.
La fueron abriendo, y ya que les
faltaba poco para abrirla, les dijo el carretero a los demonios:
-Ya me canso de dar golpes a la viga.
Sobre que sois gente de sobra, la mitad tira por un lado y la mitad por otro.
Y se puson los demonios a tirar. Y al
tirar unos por un lado y otros por otro, el carretero pegó un porrazo a la
cuña, saltó, y se juntó la viga, y se quedaron allí los demonios con las uñas
presas.
Astudillo,
Palencia. Narrador
LXXXVII, 13 de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. anonimo (castilla y leon)
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