Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 4 de junio de 2012

La boda de la ratita


(Nedzumi no Yomeiri)

Hace ya mucho, muchísimo tiempo, vivía un ratón blanco, llamado Tawara no Kanemochi, servidor de Daikokuten, Rey de la Riqueza. Estaba casado con una ratita, llamada Onaga, perteneciente a una familia antigua, en extremo distinguida y que no estaba totalmente desprovista de bienes. El matrimonio vivía en la mayor armonía y como no carecía de medios de subsistencia, era bastante envidiado por muchos de sus conocidos y amigos. Por lo demás, constituían con su hijo una familia muy prudente, y jamás se aventuraban a ir a la sala ni a la cocina, o sea a los dos lugares donde más fácil era encontrar al gato. Por esta causa era su vida reposada, tranquila, cómoda y agradable.
Su único hijo, Fukutaro, era un joven dotado de excelentes prendas. De cuerpo agradable, lindo color de pelo, ágil, de ojos soñadores e inteligentes, Y sumamente gracioso y vivo de movimientos. Era tan prudente como valeroso y en una palabra, muchas ratitas se morían por sus bellos ojos y suspiraban enternecidas cuantas veces veían al apuesto galán.
Pero éste era hijo sumiso y obediente, y por nada del mundo habría pensado en escoger mujer sin el pleno consentimiento de sus amados padres. Por tal razón cuando el joven llegó a la edad apropiada para tomar estado, los autores de sus días decidieron buscarle esposa y ceder al joven matrimonio sus propiedades para llevar en adelante una vida reti­rada y modesta.
Por fortuna no tuvieron que buscar mucho. Uno de sus más, respetados amigos, Tchudayu, tenía una hija preciosa adornada de todas las virtudes y llamada Hatsuka. Después de hacer discretamente algunas averiguaciones acerca de las intenciones de los padres de la joven, se convencieron de que no existía ningún incon-veniente para llevar el asunto adelante, y así llamaron a un intermediario de los que se dedicaban a realizar las negociaciones matrimo-niales, y le encargaron que hiciese las gestiones necesarias.
El agente en cuestión se condujo tan bien y con tanto acierto, que obtuvo un éxito com­pleto y rápido, porque los padres de Hatsuka aceptaron en principio las proposiciones de Tawara no Kanemochi y de su esposa Onaga.
En una palabra, la gestión llevaba el camino más feliz posible y los padres de Fukutaro pudieron felicitarse de ello. Cuando los dos jóvenes quedaron autorizados para verse, se hicieron mutuos y ricos regalos, que causaron la admiración y la envidia de sus amigos y, en vista de que ambos se conformaban de buena gana con los deseos de sus padres respectivos, se pensó en la oportunidad de celebrar la boda.
Se escogió un día de buen augurio, y en casa de la novia se hicieron todos los preparativos necesarios, que no eran pocos; fué preciso cortar y confeccionar trajes para todos los individuos de la familia y también hubieron de dedicarse a hacer las necesarias compras. Y no hay que decir cuán ocupado estaba Tchudayu en preparar la boda.
También los padres de Hatsuka tuvieron que hacer teñir de negro los dientes de la novia, en señal de que no tomaría ningún otro marido y durante los días que precedieron a la ceremonia nupcial, dieron numerosos y excelentes consejos a la doncella, recomendándole que obedeciese a su esposo en sus más mínimos deseos Y órdenes, que se mostrase amable y complaciente con su suegro y que amase y reverenciase a su suegra.
Mientras esto ocurría en casa de Hatsuka, Kanemochi hacía limpiar perfecta-mente la vivienda por dentro y por fuera, llevaba a cabo los preparativos para la ceremonia y la fiesta que había de darse luego, y se ocupaba asimismo en reunir a les parientes y amigos.
Una vez hubo llegado el día del casamiento a la hora oportuna se apresuró a mandar a sus numerosos criados al encuentro de la novia y para que le diesen aviso de su llegada, a fin de que no faltase ningún detalle en la casa.
A la hora señalada de antemano, la novia llegó efectivamente, en un palanquín al que precedían, llevados por sus criados, los paque­tes y cajas que contenían sus efectos. Ade­más la seguía un largo cortejo de criados de su padre y también muchos curiosos iban tras de la procesión.
Kanemochi salió a la puerta de su casa para recibir a la futura esposa de su hijo y, con gran ceremonia, la acompañó hasta la sala que ya estaba dispuesta en su honor.
En aquel momento el intermediario hizo una señal, y los dos jóvenes se apresuraron a confirmar su enlace matrimonial y cambiaron entre sí tres copas de sake [1], bebiendo tres veces de cada copa. Una vez hubieron terminado la ceremonia de "tres veces tres", los parientes y los amigos cambiaron sus respectivas copas con la novia, en señal de los buenos deseos que en su favor tenían, y así quedó consumada la unión.
Poco después la novia, su esposo y los padres de éste fueron a visitar la casa de soltera de la recién casada. Sus padres esperaban ya la llegada de aquellos invitados y manifestaron la mayor alegría. Inmediatamente todos se ocuparon en celebrar un verdadero festín, en el que no faltó cosa alguna. Se sirvieron nueces, tocino rancio, cortezas de queso y de pan, arroz cocido, frutas, unos pedacitos de dulce de diversas clases y, por fin, abundantes copas de sake, de manera que todos los ratoncitos allí presentes llenaron perfectamente sus estómagos, hasta el punto de que no pudieron seguir comiendo los abundantes manjares que seguían ofreciéndoles los dueños de la casa.
Por fin, y cuando ya estaban ahítos, se celebró un concierto y un gran baile. Algunos ratones dotados de voces deliciosas entonaron varios cantos celebrando el valor de los antiguos daimios [2] y la gloria del Imperio del Sol Naciente, y luego, acompañándose de algunos instrumentos, produjeron la música más deliciosa que se puede imaginar. Los ratones giraban y bailaban sin cesar y cuando la fatiga empezó a ser general, vino un ratón bailador, pues así se llama un ratoncito especial que describe unas vueltas tan rápidas sobre sí mismo, que ni siquiera es posible darse cuenta de si se trata de un animal o de una peonza. Aquel número de diversión gusto sobremanera a los reunidos y, por fin, a hora bastante avanzada, disolviose la reunión, y la novia y su esposo, así como Tawara no Kanemochi y su esposa Onaga, se volvieron a su casa, en donde vivieron en la mayor armonía, contentos y felices y rodeados de la mayor prosperidad, de manera que no podemos menos que darles nuestra enhorabuena.


040 Anónimo (japon)

[1] Especie de cerveza hecha con arroz fermentado. Se suele beber caliente.
[2] Nobles feudales del Japón.

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