(Nedzumi no Yomeiri)
Hace ya mucho, muchísimo
tiempo, vivía un ratón blanco, llamado Tawara no Kanemochi, servidor de Daikokuten,
Rey de la Riqueza.
Estaba casado con una ratita, llamada Onaga, perteneciente a
una familia antigua, en extremo distinguida y que no estaba totalmente
desprovista de bienes. El matrimonio vivía en la mayor armonía y como no
carecía de medios de subsistencia, era bastante envidiado por muchos de sus
conocidos y amigos. Por lo demás, constituían con su hijo una familia muy
prudente, y jamás se aventuraban a ir a la sala ni a la cocina, o sea a los dos
lugares donde más fácil era encontrar al gato. Por esta causa era su vida
reposada, tranquila, cómoda y agradable.
Su único hijo, Fukutaro, era
un joven dotado de excelentes prendas. De cuerpo agradable, lindo color de
pelo, ágil, de ojos soñadores e inteligentes, Y sumamente gracioso y vivo de movimientos.
Era tan prudente como valeroso y en una palabra, muchas ratitas se morían por
sus bellos ojos y suspiraban enternecidas cuantas veces veían al apuesto galán.
Pero éste era hijo sumiso y
obediente, y por nada del mundo habría pensado en escoger mujer sin el pleno
consentimiento de sus amados padres. Por tal razón cuando el joven llegó a la edad
apropiada para tomar estado, los autores de sus días decidieron buscarle esposa
y ceder al joven matrimonio sus propiedades para llevar en adelante una vida
retirada y modesta.
Por fortuna no tuvieron que
buscar mucho. Uno de sus más, respetados amigos, Tchudayu, tenía una hija
preciosa adornada de todas las virtudes y llamada Hatsuka. Después de hacer
discretamente algunas averiguaciones acerca de las intenciones de los padres
de la joven, se convencieron de que no existía ningún incon-veniente para
llevar el asunto adelante, y así llamaron a un intermediario de los que se
dedicaban a realizar las negociaciones matrimo-niales, y le encargaron que hiciese
las gestiones necesarias.
El agente en cuestión se
condujo tan bien y con tanto acierto, que obtuvo un éxito completo y rápido,
porque los padres de Hatsuka aceptaron en principio las proposiciones de Tawara
no Kanemochi y de su esposa Onaga.
En una palabra, la gestión
llevaba el camino más feliz posible y los padres de Fukutaro pudieron
felicitarse de ello. Cuando los dos jóvenes quedaron autorizados para verse, se
hicieron mutuos y ricos regalos, que causaron la admiración y la envidia de sus
amigos y, en vista de que ambos se conformaban de buena gana con los deseos de
sus padres respectivos, se pensó en la oportunidad de celebrar la boda.
Se escogió un día de buen
augurio, y en casa de la novia se hicieron todos los preparativos necesarios,
que no eran pocos; fué preciso cortar y confeccionar trajes para todos los
individuos de la familia y también hubieron de dedicarse a hacer las necesarias
compras. Y no hay que decir cuán ocupado estaba Tchudayu en preparar la boda.
También los padres de
Hatsuka tuvieron que hacer teñir de negro los dientes de la novia, en señal de
que no tomaría ningún otro marido y durante los días que precedieron a la ceremonia
nupcial, dieron numerosos y excelentes consejos a la doncella, recomendándole que obedeciese a su esposo en sus más
mínimos deseos Y órdenes, que se mostrase amable y complaciente con su suegro y
que amase y reverenciase a su suegra.
Mientras esto ocurría en
casa de Hatsuka, Kanemochi hacía limpiar perfecta-mente la vivienda por dentro y
por fuera, llevaba a cabo los preparativos para la ceremonia y la fiesta que había
de darse luego, y se ocupaba asimismo en reunir a les parientes y amigos.
Una vez hubo llegado el día
del casamiento a la hora oportuna se apresuró a mandar a sus numerosos criados
al encuentro de la novia y para que le diesen aviso de su llegada, a fin de que
no faltase ningún detalle en la casa.
A la hora señalada de
antemano, la novia llegó efectivamente, en un palanquín al que precedían,
llevados por sus criados, los paquetes y cajas que contenían sus efectos. Además
la seguía un largo cortejo de criados de su padre y también muchos curiosos
iban tras de la procesión.
Kanemochi salió a la puerta
de su casa para recibir a la futura esposa de su hijo y, con gran ceremonia, la
acompañó hasta la sala que ya estaba dispuesta en su honor.
En aquel momento el intermediario
hizo una señal, y los dos jóvenes se apresuraron a confirmar su enlace
matrimonial y cambiaron entre sí tres copas de sake [1],
bebiendo tres veces de cada copa. Una vez hubieron terminado la ceremonia de
"tres veces tres", los parientes y los amigos cambiaron sus
respectivas copas con la novia, en señal de los buenos deseos que en su favor
tenían, y así quedó consumada la unión.
Poco después la novia, su
esposo y los padres de éste fueron a visitar la casa de soltera de la recién casada.
Sus padres esperaban ya la llegada de aquellos invitados y manifestaron la
mayor alegría. Inmediatamente todos se ocuparon en celebrar un verdadero
festín, en el que no faltó cosa alguna. Se sirvieron nueces, tocino rancio,
cortezas de queso y de pan, arroz cocido, frutas, unos pedacitos de dulce de
diversas clases y, por fin, abundantes copas de sake, de manera que todos los
ratoncitos allí presentes llenaron perfectamente sus estómagos, hasta el punto
de que no pudieron seguir comiendo los abundantes manjares que seguían
ofreciéndoles los dueños de la casa.
Por fin, y cuando ya estaban
ahítos, se celebró un concierto y un gran baile. Algunos ratones dotados de
voces deliciosas entonaron varios cantos celebrando el valor de los antiguos
daimios [2]
y la gloria del Imperio del Sol
Naciente, y luego, acompañándose de algunos instrumentos, produjeron la música
más deliciosa que se puede imaginar. Los ratones giraban y bailaban sin cesar y
cuando la fatiga empezó a ser general, vino un ratón bailador, pues así se
llama un ratoncito especial que describe unas vueltas tan rápidas sobre sí mismo,
que ni siquiera es posible darse cuenta de si se trata de un animal o de una peonza.
Aquel número de diversión gusto sobremanera a los reunidos y, por fin, a hora bastante
avanzada, disolviose la reunión, y la novia y su esposo, así como Tawara no Kanemochi
y su esposa Onaga, se volvieron a su casa, en donde vivieron en la mayor armonía,
contentos y felices y rodeados de la mayor prosperidad, de manera que no
podemos menos que darles nuestra enhorabuena.
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