Había
una vez una viejecita que le hizo una buena jugada al diablo. Un buen día iba
andando y se encontró con el diablo sentado bajo una talja en las afueras de la ciudad.
-¿Qué
haces aquí, tan pensativo? -le preguntó.
-Estoy
furioso. Aquí en esta ciudad vive un hombre muy sabio, conoce muy bien el Corán
y cuando lo recita no puedo entrar en ella -le respondió.
-Yo
puedo matarlo. Si me pagas bien, yo lo mato.
-De
acuerdo -asintió.
-¿Qué
vas a darme a cambio?
-Una
babucha de oro.
Se
volvió la vieja hacia la ciudad y, al llegar, fue en busca de la mujer del
sabio. Cuando la encontró le dijo:
-Tu
marido va a abandonarte. Debes hacer todo lo posible para que no ocurra.
-¿Y qué
puedo hacer para impedirlo? -contestó preocupada.
-Es muy
sencillo. Sólo tienes que cortarle unos pelos de la parte más baja de su barba
y traérmelos. Con ellos te haré un amuleto que te protegerá y nunca podrá
abandonarte.
Partió
más tranquila la mujer del sabio y la vieja se fue en busca de éste. Al
hallarlo le explicó:
-Debes
tener cuidado. Corres un grave peligro. He sabido que tu mujer quiere matarte.
-¿Cómo
puede ser eso? No me vengas con patrañas -respondió enfadado.
-Es
cierto. Planea matarte esta noche. Finge dormir, pero mantén un ojo abierto.
Verás cómo intenta asesinarte -insistió en tono confidencial.
El
hombre se acostó como cada noche. Se puso el turbante encima de los ojos y
permaneció despierto. De madrugada vio que su mujer se acercaba sigilosamente
con un cuchillo. Cuando la tuvo muy cerca, sacó un puñal que tenía escondido y
se lo clavó.
Empezó a
gritar y despertó a sus vecinos, que acudieron asusta-dos.
Mientras,
la vieja hechicera salió corriendo en busca de los hermanos de la mujer y les
dijo:
-¿No
sabéis qué ha ocurrido? A vuestra hermana la ha matado su marido, el sabio que
lee el Corán.
Los
hermanos partieron rápidos hacia la casa de su hermana, a la que hallaron
muerta, con el cuchillo clavado y las vísceras fuera. Arrancaron el cuchillo de
su cuerpo y mataron con él al marido.
Una vez
muerto, la vieja fue en busca del diablo para decirle que tenía el camino
libre para entrar en la ciudad cuando quisiese, y para reclamarle su
recompensa.
-Toma tu
babucha de oro -le dijo el diablo-, pero has de saber que lo que tú has hecho
ni el mismo diablo se atrevería a hacerlo.
Se
levantó y siguió su camino, desistiendo de entrar en la ciudad.
051 Anónimo (saharaui)
No hay comentarios:
Publicar un comentario