Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 4 de junio de 2012

La mujer y su hijastra


Había una vez un hombre que tenía una hija muy hermo­sa. Se había casado, por segunda vez, con una mujer que tenía una hija muy tonta y tiñosa y estaba muy celosa de la belleza y las cualidades de su hijastra.
La chica tenía que hacer los trabajos más duros y la mayor parte del tiempo lo pasaba cuidando los rebaños de cabras y camellos. El padre tenía oídos solamente para su mujer, en cuyas manos había dejado la educación de la muchacha, y no se daba cuenta de los problemas que tenía su hija.
Un día, mientras estaba pastoreando los rebaños encontró un frig y se dispuso a visitarlo. Mientras tanto, un gazi que es­taba en las cercanías se preparaba para asaltarlo y al hacerlo encontraron también a la chica. El jefe del gazi se quedó pren­dado de su belleza y preguntó de quién era hija. Al responderle que pertenecía a otra familia que vivía en los alrededores, pre­guntó a la chica si quería irse con él. Ella le respondió:
-De acuerdo, pero tengo miedo de la reacción de mi ma­drastra, a quien mi padre obedece ciegamente.
-No te preocupes. Yo iré a hablar con tu padre. Tengo intención de casarme contigo y espero su consentimiento -contestó el jefe del gazi.
En la época en que ocurría esta historia, los animales aún habla-ban. La chica tenía una amistad especial con una gace­la, pues un día que el padre estaba cazando cogió una y como no tenía cuchillo para matarla la amarró a un árbol y la dejó al cuidado de su linda hija.
Así que el padre se hubo marchado, habló la gacela:
-Deja que me vaya y seré para ti mejor que un padre, y una madre.
-Si te suelto, mi padre va a enojarse mucho conmigo -le contestó la muchacha.
-No debes preocuparte -insistió la gacela-. Debes decirle a tu padre que yo sola me he liberado. Y escucha un consejo: si encuen-tras un hombre que te pide en matrimonio acéptalo, porque es un buen hombre, no vaciles en casarte con él. Y acepta todo lo que tus padres hagan.
Por esta razón, la muchacha aceptó en seguida al jefe del gazi, quien se dirigió a la jaima donde habitaba el padre de la chica y le pidió su mano. Éste estuvo de acuerdo en conce­dérsela, pero dijo que era necesario decírselo también a su mujer.
El pretendiente fue a hablar con la madrastra, quien acce­dió gustosa. Pero la mujer no tenía ninguna intención de cum­plir con su palabra, quería engañarlo y casarlo con su hija fea y tonta.
Llegó el día fijado para celebrar la boda y casaron a la hija de la mujer con el pretendiente de la hijastra. Pero éste era un hombre inteligente que no se dejaba engañar tan fácil­mente.
Prepararon a la muchacha tonta y tiñosa con las mejores ropas y los adornos propios de una novia. Incluso le pusieron una peluca para disimular su fea cabeza. El jefe del gazi se dio cuenta en segui-da de que la chica que le traían no era su enamorada, pues ésta tenía largos cabellos, una esbelta figu­ra y era muy hermosa. Sor-prendió a todos diciendo que al amanecer del día siguiente pasaría a recoger a su esposa, ya que sus hombres le esperaban cerca de allí y tenía asuntos im­portantes que resolver.
Los padres prepararon el viaje de su hija. Equiparon los camellos con todo detalle, con todo lo que podía necesitar.
Los esposos iniciaron su camino y llegaron a un uad ma­ravilloso, totalmente verde, con muchas variedades de árbo­les y frutas únicas. Acamparon a la sombra de una talja. El marido le preguntó a la chica fea y tiñosa:
-¿Qué es lo que más deseas en estos momentos?
-Estar con mis hermanos y con mi madre bebiendo le­che agria bajo la sombra de este árbol -respondió ella.
Tras emprender de nuevo el viaje llegaron a otro uad. El hombre aprovechó el descanso para recoger n'big [1]. Cuando tuvo una buena cantidad se la entregó a la chica diciéndole:
-Guarda estos frutos para ofrecérselos a los niños.
Durante el camino, ella se los fue comiendo poco a poco. Al acampar de nuevo aprovechó el descanso para recoger excrementos de camello y mezclarlos con los frutos que aún quedaban.
Cuando llegaron al frig donde estaban sus suegros éstos sacrifi-caron una cabra en su honor. El hombre dijo a sus padres que junto con la mejor carne trajeran también las tripas y un cuchillo bien afilado. La muchacha, así que vio la comida, empezó a comer las tripas antes de que tuvieran tiempo de servirle nada. Se pasó un buen rato devorando las tripas, dejando de lado la carne buena y sin usar para nada el cuchi­llo. Todo el mundo la observaba sorprendido.
Después recibió la visita de los niños del frig y les ofreció n'big mezclados con los excrementos de camello.
Al día siguiente, el marido le dijo que salían de nuevo de viaje y volvieron a la jaima de sus padres.
El marido dijo:
-Te devuelvo lo que me prestaste ya que no es lo que yo te pedí. Yo pretendía a la chica que cuida los rebaños.
El padre se excusó por el engaño de su mujer y le concedió la mano de su hermosa hija. El hombre les dijo que no debían preparar nada para la boda, pues él se encargaría de todo. Pero la madrastra insistió en que la muchacha debía llevarse algo con ella.
El hombre aceptó, pero sin creer en las buenas intencio­nes de la mujer, que ya le había engañado una vez.
Equiparon a la muchacha con todos los objetos innecesa­rios y viejos. El marido no quiso dar importancia a este deta­lle y empren-dieron el viaje.
Hacía tiempo que el marido había encontrado una gacela herida en el bosque y la había curado. Ésta le había preve­nido de las acciones de la madrastra y le había aconsejado que aceptara todo lo que viniese de ella. Le contó también que la chica le había salvado la vida y que ella había prometido ayu­darla siempre a que se cumplieran sus deseos.
Cuando llevaban recorrido un largo camino encontraron a la gacela, que les indicó que debían acampar en ese lugar, dejando al camello libre de toda la carga con que lo había equi­pado la madrastra de la chica.
Ellos siguieron todas sus indicaciones y la gacela los equi­pó con camellos, oro, joyas y una jaima completa, con sus almohadones y alfombras.
Continuaron el viaje para ir a conocer a sus suegros y lle­garon al uad verde en el que el marido ya había estado antes con la chica fea y tiñosa. Acamparon allí y le preguntó a su esposa:
-¿Qué es lo que más deseas en estos momentos?
-Lo más importante para mí es estar con mis amigas y amigos, viendo como pastan los camellos por los verdes alre­dedores. Me gusta vivir momentos agradables rodeada de la gente más querida.
Emprendieron de nuevo el viaje hasta llegar a un lugar en el que había un charco. Se instalaron allí y de nuevo vol­vió el marido a preguntarle:
-¿Qué es lo que más deseas en estos momentos?
-Ver en este lugar un frig al que llegan al atardecer, como en este momento, unos jinetes y estar en compañía de una amiga agradable.
Pasaron la noche allí y al día siguiente emprendieron de nuevo el viaje. Llegaron a otro uad y el marido aprovechó para recoger n'big. Después se los dio a ella para que los guar­dara. La muchacha se enfadó y le reprochó:
-¡Cómo se te ocurre recoger los frutos que sólo comen los lobos y tener la audacia de decirme que se los ofrezca a los niños de tu familia! ¡Yo voy a ofrecer a mis suegros y a su fa­milia algo mucho mejor que lo que comen los animales salvajes! ¡Para ellos serán el oro y las joyas que nos ha dado la gacela!
Cuando llegaron a su destino, tras un largo viaje, los sue­gros los recibieron amablemente y sacrificaron una cabra en su honor. Prepararon la cena y trajeron la carne, acompañada de las vísceras y las tripas, y también cuchillos.
La muchacha, al ver cómo habían servido la carne, le dijo a su marido:
-¿Quieres tomarme el pelo? ¡Yo no soy ningún perro para comerme las tripas de un animal! Tienes que separar la carne buena de la otra. Además, te pido que traigas aquí a tus fami­liares para que puedan cenar conmigo.
El marido, maravillado del comportamiento de su mujer, hizo todo lo que ella le pidió.
El matrimonio tuvo muchos hijos y vivieron muy felices hasta la vejez.

 051 Anónimo (saharaui)


[1] N'big: Fruto de un arbusto del desierto, del tamaño de una aceituna y de color rojo.

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