Un día,
Shertat fue a visitar a sus suegros. Como no le esperaban, no tenían gran cosa
para ofrecerle. Su suegra se quedó muy preocupada porque no había podido darle
una buena cena al glotón de su yerno y pasó toda la noche amasando cebada para
poder obsequiarle con un buen desayuno.
Shertat
se dio cuenta de lo que estaba haciendo su suegra y siguió haciéndose el
dormido. Cuando la buena mujer lo tuvo todo preparado y se fue a acostar,
Shertart se levantó sigilosamente y, con una sola mano, cogió toda la cebada
que había en el plato y se la tragó.
A la
mañana siguiente, su suegra riñó a los niños, creyendo que habían sido ellos
los que se habían comido la cebada. Pero uno de los pequeños descubrió la mano
sucia de Shertat y lo dijo a los demás. Shertat, para salir del atolladero, exclamó:
-¡Vaya
con los niños, no han encontrado otro recipiente mejor que mi mano para amasar
la cebada!
051 Anónimo (saharaui)
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