Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 4 de junio de 2012

El zorro, el erizo y la silla de montar


Una vez iban el zorro y el erizo de viaje por el desierto. Llegó la noche y se pusieron a descansar. Pero el erizo, que necesita dormir muy poco, al rato se levantó y se fue a buscar conejos. Les dijo que le ayudasen a encontrar ramitas secas, pues quería hacer una silla de montar con ellas.
Cuando tuvo la montura casi terminada fue a donde esta­ba el zorro durmiendo y se la probó. Hizo los arreglos necesa­rios para que le quedase bien ajustada, se la quitó, volvió por el camino y la dejó en un recodo, entre unos matorrales. Re­gresó y se durmió junto al zorro.
A la mañana siguiente, al despertarse el zorro, vio al erizo durmiendo aún tranquilamente. Cuando éste despertó le dijo al zorro:
-Esta noche he soñado que nos habíamos encontrado una silla de montar por el camino. Tú me la probabas a mí y no me cabía. Luego te la probaba yo a ti y te iba a la perfec­ción, parecía hecha a medida.
-¡Qué raro! -contestó el zorro-. Pero bueno, si real­mente encon-tramos una montura nos la probaremos, y al que le siente bien éste llevará al otro.
Siguieron su camino y llegaron al lugar donde el erizo ha­bía dejado la silla. Tal como habían acordado, se la proba­ron los dos y el zorro se dispuso a llevar al erizo. Pero éste comentó:
-Si encontramos a alguien por el camino tú tienes que hacer como si fueses un caballo y yo un jinete, pues no es lógico que uno monte al otro.
Después de andar un trecho divisaron unas jaimas y el erizo le recordó al zorro su acuerdo.
Cuando llegaron junto a ellas el erizo desmontó velozmente y se escondió entre la leña preparada para encender el fuego. Los niños, al ver un zorro con silla de montar, se dedicaron a perseguirlo por todas partes hasta que el pobre cayó agotado.
Mientras, la hija de la familia fue a buscar leña para en­cender el fuego y se encontró con el erizo.
-¡Qué suerte -dijo-, voy a quedarme con él!
El erizo estuvo de acuerdo, pero le dijo:
-Antes de cogerme debes traerme un colador y dos agu­jas, una grande y otra pequeña.
Con ellos se fabricó una coraza y una espada, y se fue a buscar al zorro por los alrededores de la jaima. Consiguió que los niños lo soltaran y éste le dijo, muy enfadado:
-¿Dónde te has escondido? Mira cómo he quedado des­pués de esta tremenda batalla con los niños. Y mientras, ¿tú dónde estabas, en vez de venir a ayudarme?
-No seas tonto, si no fuera por mí aún no te habrían sol­tado, o ¿es que no ves cómo ha quedado agujereada mi co­raza y rota mi espada?

051 Anónimo (saharaui)

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