Una vez
iban el zorro y el erizo de viaje por el desierto. Llegó la noche y se pusieron
a descansar. Pero el erizo, que necesita dormir muy poco, al rato se levantó y
se fue a buscar conejos. Les dijo que le ayudasen a encontrar ramitas secas,
pues quería hacer una silla de montar con ellas.
Cuando
tuvo la montura casi terminada fue a donde estaba el zorro durmiendo y se la
probó. Hizo los arreglos necesarios para que le quedase bien ajustada, se la
quitó, volvió por el camino y la dejó en un recodo, entre unos matorrales. Regresó
y se durmió junto al zorro.
A la
mañana siguiente, al despertarse el zorro, vio al erizo durmiendo aún
tranquilamente. Cuando éste despertó le dijo al zorro:
-Esta
noche he soñado que nos habíamos encontrado una silla de montar por el camino.
Tú me la probabas a mí y no me cabía. Luego te la probaba yo a ti y te iba a la
perfección, parecía hecha a medida.
-¡Qué
raro! -contestó el zorro-. Pero bueno, si realmente encon-tramos una montura
nos la probaremos, y al que le siente bien éste llevará al otro.
Siguieron
su camino y llegaron al lugar donde el erizo había dejado la silla. Tal como
habían acordado, se la probaron los dos y el zorro se dispuso a llevar al
erizo. Pero éste comentó:
-Si
encontramos a alguien por el camino tú tienes que hacer como si fueses un
caballo y yo un jinete, pues no es lógico que uno monte al otro.
Después
de andar un trecho divisaron unas jaimas
y el erizo le recordó al zorro su acuerdo.
Cuando
llegaron junto a ellas el erizo desmontó velozmente y se escondió entre la leña
preparada para encender el fuego. Los niños, al ver un zorro con silla de
montar, se dedicaron a perseguirlo por todas partes hasta que el pobre cayó
agotado.
Mientras,
la hija de la familia fue a buscar leña para encender el fuego y se encontró
con el erizo.
-¡Qué
suerte -dijo-, voy a quedarme con él!
El erizo
estuvo de acuerdo, pero le dijo:
-Antes
de cogerme debes traerme un colador y dos agujas, una grande y otra pequeña.
Con
ellos se fabricó una coraza y una espada, y se fue a buscar al zorro por los
alrededores de la jaima. Consiguió
que los niños lo soltaran y éste le dijo, muy enfadado:
-¿Dónde
te has escondido? Mira cómo he quedado después de esta tremenda batalla con
los niños. Y mientras, ¿tú dónde estabas, en vez de venir a ayudarme?
-No seas
tonto, si no fuera por mí aún no te habrían soltado, o ¿es que no ves cómo ha
quedado agujereada mi coraza y rota mi espada?
051 Anónimo (saharaui)
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