Hallábase
Shertat paseando y, de repente, vio al león dormido. Con mucho cuidado para
que no se despertara, se le aproximó y estuvo todo el día midiendo sus
extremidades y comparándolas con las suyas. Llegó a la conclusión de que él era
más alto y más fuerte que el león y se dijo:
-¡Pero
bueno, si yo soy más grande y más fuerte que el león! ¿Por qué he de tenerle
miedo?
Y
decidió despertarlo.
-¡Venga,
despierta ya, que no me das miedo! Si yo soy incluso más grande que tú. Vamos a
medir nuestras fuerzas. El león se desperezó con grandes bostezos y miró extrañado
a su alrededor.
-¿Qué
ocurre? -preguntó, viendo sólo a Shertat con sus ojos entreabiertos.
-Ahora
mismo vamos a pelear para ver quién es el más fuerte y debe ser temido y
respetado por el otro.
-De
acuerdo -dijo levantándose perezosamente-. Pon tú las condiciones.
-Doce
golpes cada uno, y veremos quién gana.
-Muy
bien. ¿Quién empieza?
-Yo -se
apresuró a contestar Shertat.
-¡Adelante!
-dijo el león sacando pecho.
Y
Shertat, tomando impulso, empezó a golpear.
¡Pam,
pam! Uno, dos, tres... y así hasta doce. Shertat acabó agotado y el león
seguía inmóvil, sin ni siquiera pestañear.
-Ahora
es mi turno -dijo.
Se
dispuso a descargar el primer puñetazo sobre Shertat, que se quedó
tambaleándose. Y con un hilo de voz dijo:
-Doce...
051 Anónimo (saharaui)
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