Había
una vez un hombre que era carnicero. Tenía una caja abierta en la que iba
poniendo las monedas de plata que le entragaban al comprar la carne.
Otro
hombre, que le ayudaba, iba marcando las monedas
que le
daban al carnicero antes de guardarlas en la caja. Cuando hubo vendido toda la
carne, le dijo:
-No
cierres la caja y dame mi dinero. Me voy a casa.
-¡Pero qué dices, hombre!
¡Este dinero es mío! -respondió
el carnicero.
-¡Ni
hablar! ¡Lo he ganado yo con mi trabajo! -replicó furioso.
-Si
tienes alguna duda, vamos ante un juez.
Se
presentaron ante Yuha, que era el juez, y el carnicero, indignado, le explicó
el problema.
-Bueno
-respondió Yuha-, ¿de dónde has sacado tú este dinero?
-Lo he
ganado vendiendo mi carne.
-¿Y tú,
cómo lo has conseguido?
-Vendiendo
la leña que había recogido -respondió el
hombre.
-Es
fácil saber quién de los dos miente -contestó Yuha.
Hizo
traer a sus criados una cacerola llena de agua y les mandó ponerla sobre el
fuego. Acto seguido echó en ella las monedas de plata.
A medida
que el agua se iba calentando iba apareciendo en su superficie una capa cada
vez más espesa de grasa. Y Yuha dijo al carnicero:
-Puedes
recogerlas, son tuyas. La leña no desprende grasa alguna.
051 Anónimo (saharaui)
Great thoughts you got there, believe I may possibly try just some of it throughout my daily life.
ResponderEliminarServices - Niryuha