Una vez
había un matrimonio formado por una coneja y un zorro. El zorro tenía un asno y
la coneja una vaca.
El zorro
era un holgazán que se pasaba todo el día tumbado sin hacer absolutamente
nada, y la coneja hacía todos los trabajos de la casa y además llevaba a
pastorear la vaca y el asno.
La vaca
estaba a punto de tener un ternero y, justo el día en que iba a parir, le dijo
el zorro a la coneja:
-Esposa
mía, tú debes estar muy cansada y yo, como buen marido, deseo ayudarte. Hoy
llevaré yo los animales a pastorear.
Así lo
hizo, ante el asombro de la coneja.
La vaca
tuvo el ternero y, al regresar por la noche a casa, dijo el zorro:
-Mira,
mi asno ha parido un ternero.
-Eso es
imposible, la única que puede haber tenido un ternero es mi vaca -respondió la
coneja.
Como no
conseguían ponerse de acuerdo decidieron ir ante el erizo, que era el juez.
Cada cual le contó su versión de los hechos y el erizo, aunque sabía
perfectamente que la coneja tenía razón, no sabía cómo demostrarlo, pues le
tenía miedo al zorro.
Les
propuso que hicieran unas pruebas para demostrar quién tenía razón y que
volviesen al cabo de tres días.
Mientras
tanto él se preparó un escondrijo, lo acondicionó bien y esperó a que
llegasen. Cuando los tuvo delante les dijo:
-Lo
siento, pero no puedo atenderos.
-¿Qué
ocurre? -le preguntó el zorro.
-Estoy
enfermo y no puedo trabajar.
-Pero si
el otro día estabas bien -insistió el zorro.
-Sí,
pero hoy voy a dar a luz.
-¿Qué?
¿Cómo puedes dar a luz si eres un macho?
-De la
misma manera que tu asno. Venga, devuélvele a la coneja su ternerito.
051 Anónimo (saharaui)
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