Eran dos
amigos, uno era muy valiente y osado y le llamaban Dneiba, y el otro era muy
cobarde. Un atardecer iban buscando una oveja que se había separado del rebaño.
Se encontraron con una en mitad del desierto, la cogieron y se la llevaron. El
chico cobarde, para que no se escapase, la montó detrás de él en el camello.
La oveja
de pronto tocó con su pata al hombre y le dijo:
-Mírame
si estoy bien maquillada.
Éste
hizo parar los camellos y le ordenó a Dneiba que llevase la oveja con él. El
animal volvió a repetir la pregunta:
-¿Estoy
bien maquilllada?
-Tanto
si estás bien maquillada como si no, la cena serás tú -respondió Dneiba. Y
siguieron su camino hasta la puesta del sol.
Descargaron
los camellos y acamparon. Dneiba mató la oveja y le dijo a su amigo:
-¿Prefieres
ir a por leña o quitarle la piel?
El
hombre cobarde fue a por leña y Dneiba se quedó despellejando la oveja.
La noche
era muy oscura. Al coger un tronco y arrastrarlo oyó una voz que le decía:
-Mmmmmm...
-Puedes
hacer el ruido que quieras, que serás nuestra leña.
Se lo
llevó, hicieron un gran fuego y asaron la carne. Comieron y se durmieron.
A media
noche Dneiba se despertó y no vio a su amigo. Empezó a buscarlo y vio a un
animal inmenso en su lugar. En seguida adivinó que se lo había comido. Con un
gran cuchillo le abrió el vientre y sacó de él a su amigo. Recogió todos sus
enseres rápidamente e hizo montar a su amigo con la intención de partir antes
de que se diese cuenta de lo que había ocurrido y viese al enorme animal que se
lo había tragado.
Al
montar, el cobarde dijo:
-¡Oye,
si tengo las ropas mojadas!
-¿No
viste que llovió? -le respondió Dneiba.
Siguieron
su camino hasta el atardecer del día siguiente. Apareció una persona detrás de
ellos y cuando los alcanzó vieron que era un esqueleto. Se agarró al rabo del
camello y quería montarse. El cobarde, al verlo, intentó saltar, pero Dneiba lo
amarró al camello con su turbante. El esqueleto siguió corriendo tras ellos
hasta el anochecer y al final les dijo:
-Os juro
que si no fuera porque se me ha roto una sandalia, no sabríais si os tragó la
tierra u os vaporizó el cielo.
El
cobarde hacía rato que se había desmayado y Dneiba decidió devolverlo a su
familia.
Una vez
se hubo repuesto, empezó a contar las hazañas como si gracias a él estuvierán
sanos y salvos. Dneiba lo oyó, pero no dijo nada. Al cabo de unos días salieron
a cazar y Dneiba le mostró el animal que se lo había tragado, le explicó por
qué tenía las ropas mojadas y le dijo:
-¡Para que
vayas contando hazañas tuyas!
Y
entonces, de la fuerte impresión, el cobarde se murió allí mismo.
051 Anónimo (saharaui)
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