Estaba
Shertat con su mujer y su suegra. Como vivían en la misma jaima, él era quien cuidaba de las ovejas y su mujer y su suegra
hacían los otros trabajos.
Una
noche que había regresado temprano, cenaron y se acostaron encima del faru [1].
De
madrugada, Shertat se despertó hambriento y empezó a comerse el faru. Cuando llegó donde estaban
tendidas su mujer y su suegra les iba diciendo:
-Echaos
para allá, que me estáis empujando.
Y seguía
comiendo el faru, hasta que se lo
terminó.
Al
despertar, se encontraron todos encima de la arena.
Su
suegra le preparó un buen desayuno y trajo belegman [2],
mantequilla y muchos más manjares, pues se había dado cuenta de lo que había
hecho.
Shertat
empezó a comer y comer hasta que dio buena cuenta de todo. Luego, salió con su
rebaño como todos los días.
Al
regresar a su casa al anochecer, se encontró con una camella muerta. Empezó a
darle vueltas, vueltas y más vueltas observándola preocupado, hasta que se
dijo:
-¡Vaya,
esto es obra del diablo! ¡Me está tentando para que me coma esta camella, pero
hoy ya he comido demasiado!
Y siguió
su camino.
Cuando
llegó a su jaima cenó con su familia
y se fue a dormir. De madrugada, se despertó con mucha hambre. Se acordó de la
camella muerta y decidió ir a comérsela.
Cuando
la encontró empezó a devorarla hasta que se hartó. Estaba tan repleto que se
quedó dormido junto a los restos de la camella.
Cuando
su mujer y su suegra se despertaron, ésta empezó a preparar el desayuno, creyendo
que Shertat se encontraba allí cerca. Pero cuando fue a llevárselo no lo vio
por ningún lado y empezó a seguir sus huellas.
Al
encontrarlo durmiendo a pierna suelta junto a la camella, le preguntó:
-¡Shertat,
Shertat! ¿Qué haces aquí?
-¡Vaya,
qué mal duermo ahora! ¿He venido rodando hasta aquí?
051 Anónimo (saharaui)
No hay comentarios:
Publicar un comentario