Había
una vez un hombre que peregrinaba a La
Meca y que tenía mucho, mucho dinero.
Al
llegar a su destino buscó a un mercader al que los peregrinos dejaban sus
pertenencias para que se las guardase y que tenía fama de ser una persona
honrada, aunque en realidad era un ladrón.
El
hombre rico se presentó ante él y le dijo:
-Traigo
conmigo mucho dinero. Voy a dejártelo para que me lo guardes.
-Tengo
ya muchos encargos, pero a ti voy a hacerte este favor -respondió.
Pasado
un tiempo, ya de vuelta de su peregrinación, regresó el hombre rico y le dijo:
-Dame el
dinero que me guardaste.
-Yo no
te conozco de nada. A mí nunca me has dado ningún dinero.
El buen
hombre salió en busca de ayuda y fue a ver a Yuha, a quien relató lo que había
ocurrido.
-Esto no
es ningún problema. Vamos a hacerle una buena jugada.
Empezó a
pedir dinero a sus familiares y amigos y reunieron mucho más dinero del que el
hombre rico le había entregado al mercader. Y Yuha le explicó su plan:
-Como
hemos reunido más dinero del que tú tenías, yo me voy a presentar con el cofre
lleno a la casa de ese hombre. Voy a abrirlo y a enseñarle todas las riquezas
que contiene. En ese momento llegas tú y le reclamas tu dinero. Verás cómo
resulta.
Así lo
hicieron. En el mismo instante en que Yuha estaba mostrando al mercader el
contenido del cofre y pidiéndole que se lo guardase, entró el hombre rico y le
dijo que venía a recoger el dinero que le había entregado.
El
mercader, con los ojos brillantes de codicia, le rogó que esperase un momento
a que acabara de atender a su cliente. Pero Yuha, astutamente dijo:
-No, por
favor, atiéndale primero a él, pues aquí hay tanto dinero que va a tardar dos
o tres días en contarlo.
El
mercader fue a buscar rápidamente el dinero del hombre rico y se lo devolvió
sin rechistar, tentado por la gran fortuna que traía Yuha, quien se despidió
diciendo:
-Mira,
ya no necesitamos tus servicios, pues nosotros ya tenemos lo nuestro.
051 Anónimo (saharaui)
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