Un día,
Shertat dijo al herrero que le hiciese un sequin.
A lo que el herrero respondió:
-Necesito
carbón para poder hacer el cuchillo. Tienes que traérmelo.
Se fue
Shertat pensando la manera de poder robar el carbón. En su camino encontró una
jaima y allí cerca vio unos sacos. Se
acercó, los palpó y quedó convencido de que estaban llenos de carbón. Cogió
uno de ellos y lo llevó adonde estaba el herrero. Éste le dijo:
-Ya
puedes preparar el fuego.
Shertat
buscó un mechmar [1]
y abrió el saco dispuesto a encender el fuego. Pero vio que no contenía carbón
sino apetitosos trozos de carne seca. Contentísimo con su descubrimiento, le
dijo al herrero:
-¿Tú qué
vas a hacerme?
-Voy a
hacerte el cuchillo que me has encargado.
-Yo no
te dije que me hicieras un sequin,
sino un seikuka [2].
-Yo no
sé qué es un seikuka, sólo conozco el
sequin.
-Bueno,
pues si no puedes cumplir con mi encargo, me voy.
Ató de
nuevo el saco y se fue corriendo con su preciosa mercancía.
051 Anónimo (saharaui)
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