Había
una vez una familia tonta y otra inteligente. Ambas tenían un niño de la misma
edad. Un día se juntaron en una fiesta y al irse, sin darse cuenta, se
cambiaron los hijos. Pasaron los años y los niños crecieron.
La
familia inteligente se dio cuenta de que su hijo era muy torpe y se enteraron
de que la familia tonta tenía un hijo listísimo, por lo que decidieron ir a
reclamarles el muchacho, insistiendo en que se trataba de su hijo. La otra familia
se negó a sus deseos y decidieron ir ante un cadí.
Éste,
después de escuchar sus peticiones, decidió poner una prueba a los dos
muchachos: deberían ir los dos juntos a conocer mundo; hablarían con la gente,
descubrirían su forma de ser, sus costumbres, observarían todo lo que
ocurriese a su alrededor y, al cabo de un cierto tiempo, volverían a presentarse
ante él para contarle lo que habían visto.
Transcurrido
ese tiempo el cadí les preguntó qué
habían observa-do. El chico tonto no supo qué responder. El muchacho listo con-testó:
-He
encontrado las señales de un frig que
acababa de levantar el campamento. Había atravesado un uad mojado con agua de lluvia. En el frig había un camello que tenía el rabo cortado, otro cargado con
las crías de una perra recién parida, otro camello que era tuerto y también
una mujer encinta.
El cadí, sorprendido, le preguntó cómo
había podido conocer todos estos detalles con tanta precisión.
-He
dicho que había un camello con el rabo cortado porque sus excrementos estaban
todos juntos en el mismo sitio. Dije un camello tuerto porque sólo comía la
mitad de las plantas y también un camello con las crías de una perra recién parida
porque estaban sus huellas dando vueltas alrededor del camello. Mencioné que
había una mujer en estado porque encontré las huellas que habían dejado sus
manos al apoyarse en el suelo para poderse levantar.
El cadí supo quién era cada uno y mandó al
chico listo con la familia inteligente y al chico tonto con la suya.
Al cabo
de un tiempo el muchacho inteligente le dijo a su padre:
-Tengo
que marcharme, padre, necesito conocer mundo, viajar y ver nuevas tierras.
Dame esta oportunidad.
El
hombre quedó satisfecho con la petición de su hijo y le con-testó:
-De
acuerdo. Aquí tienes un caballo y una espada. Cuando quieras volver ésta será
tu casa.
El hijo
inició su viaje. Tras unos días de camino llegó a un lugar y supo que allí
habitaba una chica muy hermosa que tenía cuarenta pretendientes, todos ellos de
familias poderosas y adineradas. Buscó un lugar para dejar su caballo, su armamento
y su ropa y se vistió con ropas viejas, sucias y rotas.
Se
dirigió al lugar donde estaban reunidos los pretendientes. Cuando entró todos
se burlaron de él diciendo:
-¿Tú
también quieres casarte con la chica? ¡Ja, ja!
-No. Yo
soy pobre. Sólo busco a alguien que quiera darme trabajo como criado -y empezó
a trabajar ayudando a los sirvientes de la casa.
La
chica, que siempre estaba informada de lo que ocurría entre sus preten-dientes,
de quién llegaba nuevo y quién se marchaba, pidió a sus criados una explicación
completa de lo que había ocurrido.
-Vino un
hombre mal vestido y pobre que buscaba trabajo.
-Observadlo
bien y me informáis de todo lo que haga -ordenó la muchacha.
Unos
días más tarde a la chica se le ocurrió una idea para ponerlo a prueba y dijo a
los criados:
-Hoy,
para comer, ponéis una gasha [1]
de cuscús [2]
con carne de camello. Pero antes, en el fondo habréis puesto carne de
corderito asado con edhin [3],
de tal manera que quede completamente cubierta por el cuscús con camello.
Los
criados así lo hicieron y los pretendientes, huéspedes de la familia, nada
percibieron del suculento manjar que estaba escondido y comieron el cuscús.
Invitaron al muchacho a comer con ellos, pero éste les dijo humildemente:
-¿Cómo
es posible que un pobre criado coma con tan notables señores? No, yo esperaré a
que ustedes terminen.
Los
pretendientes no insistieron porque en el fondo les molestaba que se sentara
con ellos.
Una vez
saciados tras la comida, le dieron la gasha al chico y éste, que tenía muy
buen olfato, apartó el cuscús y empezó a comer el delicioso cordero mientras
exclamaba:
-¡Qué
sabroso!
Los
pretendientes quedaron muy sorprendidos de que hubiese sido capaz de oler tan
exquisito manjar.
La chica
fue informada inmediatamente y reiteró a sus criados que siguiesen
observándole atentamente.
Aquella
misma noche raptaron a la muchacha y sus pretendientes se prepararon para
perseguir al gazi que la había
cogido. Salieron detrás de él, pero no consiguieron darle alcance y regresaron.
El muchacho decidió partir en su busca, cogió un palo y un caballo y empezó a
cabalgar. Los pretendientes se rieron de él una vez más.
Al
alcanzar a los secuestradores hizo galopar más rápidamente a su caballo hasta
sobrepasarlos. Luego se dio la vuelta y arremetió con fiereza contra el grupo,
derribando a uno de ellos. Repitió esta acción varias veces, hasta derrotarlos
a todos.
Regresó
con la muchacha sana y salva y todos quedaron muy sorprendidos de su hazaña.
Ella dijo que sólo se casaría con este muchacho tan valiente, y su familia
aceptó. Los cuarenta pretendientes no tuvieron otra opción que marcharse.
Se
hicieron todos los preparativos para la ceremonia de la boda y se casaron.
El chico
la esperó la primera noche y ella no se presentó. No dijo nada. Ni al día
siguiente con su noche, ni al otro supo nada de ella. Y después de tres noches
y tres días de espera, al fin preguntó:
-¿Qué
pasa con la novia? ¿Va a venir o no?
-Tiene
un pelo muy largo -le respondieron- y necesita siete días con sus noches para
trenzarlo.
-¡Menudo
fastidio! ¡Tardar tantos días para eso...!
La
muchacha, al conocer su reacción ante esta nueva prueba, ordenó:
-Decidle
que se vaya. No quiero ser su mujer. Si ya empieza a criticar desde ahora,
¿cómo va a ser nuestra vida?
Los
padres intentaron hacer reflexionar a la joven, pero ella no cambió de opinión.
Cuando le comunicaron su decisión al muchacho, contestó-:
-De
acuerdo -y se marchó.
Regresó
a buscar sus pertenencias, el caballo, las armas y sus ropas, y las vendió.
Vestido todavía de pobre fue en busca de un nuevo trabajo. En el camino
encontró a un viejo que parecía extran-jero y le dijo:
-Busco
trabajo, ¿me puedes ayudar?
El
viejo, que necesitaba a alguien para cuidar de su ganado, le contestó:
-Si
quieres, yo te doy trabajo de pastor.
Aceptó y
continuaron juntos el camino.
Después
de unos días de viaje llegaron a una comarca donde había mercado y se podía
comprar de todo. El viejo aprovechó para abastecerse de cuanto necesitaba y el
chico le dio un querch [4]
diciéndole:
-Cómprame
algo para montar.
El
viejo, sorprendido, le contestó:
-Con un querch no se compra un camello.
-Bueno
-respondió el chico.
Y
siguieron su marcha. Andando, andando, encontraron un rebaño de machos cabríos
y el muchacho exclamó al verlos:
-¡Qué
rebaño más tuerto!
-¡Qué
tonto eres! ¿No ves que todos ven, que tienen unos ojos muy grandes? -respondió
el viejo empezando a enojarse.
Reanudaron
la marcha hasta que divisaron un rebaño de ovejas. El chico comentó:
-Este
rebaño no tiene cabezas.
El
viejo, ya harto de sus observaciones, le gritó:
-¡Sinceramente,
eres tonto de remate! ¿Cómo puedes afirmar que este rebaño no tiene cabezas si
todas las ovejas la tienen en su sitio?
Siguieron
de nuevo su camino y el viejo empezaba a arrepentirse de haberlo tomado como
pastor. Tras un largo recorrido encontraron una jaima, y la familia que en ella habitaba los invitó a entrar. Les
ofrecieron su hospitalidad, tal como es costumbre entre los nómadas, y la mujer
les dio de beber en una gira [5]
muy bonita. El chico la cogió y se la pasó al viejo, quien tras beber en ella
se la devolvió diciendo: -¡Qué gira más preciosa!
-Lo
sería si no tuviese una ferra [6]
-añadió el muchacho. El pobre viejo, ya fuera de sí, exclamó:
-¡Ahora
sí que veo que eres un idiota! ¡No sé lo que voy a hacer contigo! ¿Tú no ves
que es una gira nueva? ¿Cómo quieres que tenga una ferra?
Tras el
descanso continuaron su camino hacia el lugar donde habitaba el viejo. Después
de andar un buen trecho llegaron por fin a su destino, donde la familia del
hombre le estaba esperando.
Todos se
alegraron mucho de ver a los recién llegados y la hija del viejo le preguntó:
-¿Quién
es ese muchacho que traes contigo?
-Es un
joven que va a cuidar del ganado, pero es muy tonto. Creo que no tiene remedio.
Espero que al menos para pastor sí sirva, aunque no estoy muy seguro de ello.
La chica
se quedó algo inquieta y, tras un momento de reflexión, le preguntó sorprendida
a su padre:
-Papá,
¿puedes decirme cómo has sabido que es tonto?
-No
merece la pena contarlo. Vamos.
-Por
favor, papá. Cuéntame algo sobre vuestro viaje. El buen hombre empezó a contar
con desgana:
-Bueno,
lo primero que dijo ese tonto al llegar al mercado fue que le comprase algo
para montar con un querch.
¿Cómo se
puede comprar un camello con esa cantidad?
-Pero,
papá... Ese chico no se refería a un camello sino a unas sandalias. ¿Cuánto
cuestan?
-Un querch.
-¿Ves,
papá, cómo tengo yo razón? Cuéntame más, venga...
Al buen
hombre no le quedó más remedio que seguir relatando su viaje:
-Una vez
que encontramos un rebaño de machos cabríos se le ocurrió decir que eran todos
tuertos.
-¿En el
rebaño sólo había machos, verdad? Pues tiene razón de nuevo: era un rebaño
tuerto porque le faltaban las hembras y donde faltan las hembras falta la mitad.
¿Qué más te dijo?
-Cuando
nos tropezamos con un rebaño de ovejas me dijo que no tenían cabeza.
-Pero,
papá... ¡Ese chico vuelve a tener razón! El rebaño era de ovejas solas y
necesitaban al macho; una hembra necesita siempre a alguien que la defienda.
¿Qué más ocurrió?
-Un día
que una mujer muy hermosa nos ofreció leche en una gira nueva y muy bonita, se
le ocurrió decir que tenía una ferra.
-¿Había
algo raro en la jaima? ¿Alguien de la
familia tenía algo especial?
-La
mujer que nos ofreció la leche era muy bella, pero tenía un ojo tuerto.
-¡Papá,
ese chico es muy inteligente! Lo que dijo se refería a la mujer, no a la gira.
Al fin,
el viejo se convenció de que era un muchacho muy listo y decidió casar a su
hija con él. Después de celebrarse la boda los dos jóvenes marcharon a otra
comarca, con otra gente distinta, donde fueron muy felices, vivieron muchos
años y tuvieron muchos hijos, que crecieron sanos y fuertes y se hicieron
mayores.
El padre
de esta familia gozó de buena salud durante muchos años. Era un hombre fuerte,
que se dedicó a la ganadería y llegó a poseer grandes rebaños. Tenía una yegua
muy bonita, a la que alimentaba exclusivamente con la leche de una camella
blanca, que era su preferida.
Así
pasaron los años, hasta que un buen día desapareció la camella blanca. El
hombre preguntó a sus criados:
-¿Cómo
no ha vuelto todavía hoy? Es una camella adiestrada que cada día, al llegar,
se sienta bajo el faldón de mi jaima.
¿Por qué no está aquí?
El
criado, temeroso, empezó diciendo:
-Señor,
no sé si contároslo o no, estoy asustado.
El señor
insistió una vez más:
-¿Dónde
está la camella blanca? ¿Por qué no ha venido esta noche?
-Señor,
os lo diré con una condición: tenéis que prometerme que no iréis donde está
vuestra camella.
-No te
preocupes. Dilo ya.
-Señor,
la camella blanca no es la única que ha desaparecido estos días. Ha ocurrido
lo mismo con otras. Últimamente toda la gente que vivía en esta zona se ha marchado
por causa de un yinn [7]
que cada noche se lleva una camella y se la come. Vive en aquella montaña,
pero, por favor, no vayáis allí.
-De
acuerdo -contestó pensativo el señor.
Al día
siguiente cogió su yegua y la preparó para ir a la montaña, a la cueva del yinn. Al llegar ante ella se encontró
con que éste acababa de traer una nueva camella y le invitó a compartirla.
-Yo sólo
quiero verte a ti.
-¿Para
qué?
-Para
pelearme contigo, porque estoy harto de que me robes cada día un camello. Y
ayer cogiste mi camella blanca, a la que sólo ordeño para alimentar a esta
yegua.
-No
pienso pelearme contigo hasta que almorcemos. Pasa.
El señor
entró, el yinn preparó la comida y se
sentaron a almorzar juntos. Mientras comían, el yinn empezó a hacer muecas grotescas y horribles para impresionar
al señor y comió de un solo bocado la carne del muslo de un camello. El señor
hizo lo mismo. El yinn cogió el
hueso, lo partió con las dos manos y sorbió ruidosamente el tuétano. El hombre
cogió otro hueso igual, lo rompió sólo con los dedos e hizo lo mismo. Y así
siguieron, intentando impresionarse mutuamente, hasta que no quedó ni rastro
de comida.
Dijo el
señor al yinn:
-¿Quieres
que luchemos a pie o montados a caballo?
-Lo
haremos sobre los caballos.
Acordaron
el sitio donde tendría lugar la lucha y echaron a suertes quién de ellos daría
el primer golpe.
Empezó
el yinn y con un golpe de su espada
quitó el turbante al señor. El segundo golpe era para él. Dieron una vuelta a
galope y se preparó para atacar. Cuando vio que el yinn se agachaba para no recibir un golpe en la cabeza y captó su intención,
bajó la espada tanto como le fue posible y la levantó hacia arriba
rápidamente, cortándole así la cabeza, que rodó por los suelos dando terribles
aullidos.
El señor
recogió la camella y volvió con su familia. A partir de aquel momento volvió a
reinar la paz en aquella comarca y los que se habían ido volvieron.
Pasaron
muchos años y se convirtió en un viejo muy viejo. Era un anciano venerable y
respetado por todos, que poseía numerosas riquezas.
Una vez
que estaban levantando el frig para
acampar en otra zona donde había llovido, dijo:
-Yo
quiero ir montado sobre una camella que haya acabado de parir.
Su mujer
y sus hijos le contestaron sorprendidos:
-¿Por
qué tú que eres un hombre rico, de buena posición y muy conocido quieres
montar en esa camella? Tienes muchas más, escoge otra.
-Pero yo
sólo quiero montar en esa camella.
-Eso
está mal visto que lo haga una persona rica, sólo montan en camellas recién
paridas los pobres. La gente se va a reír de ti.
Por
mucho que dijeron y dijeron, no hubo forma de disuadirle. Subió en la camella
que acababa de tener un cría e iniciaron todos juntos la marcha. Tras algunos
días de viaje, llegaron a un lugar en el que se encontraba gente acampada y
pasaron cerca de unas muchachas que estaban jugando. Estas se sorprendieron al
verlos y los observaron con curiosidad. Una de ellas empezó a reírse del viejo
y las demás la imitaron.
El viejo
dijo:
-Hijos,
yo voy a quedarme aquí. Seguid vuestro camino.
Le
ayudaron a desmontar y llamó a las jóvenes, que acudieron riéndose aún. Hizo
que se sentasen a su alrededor y empezó a contarles su historia.
La joven
que había empezado a reír lo escuchaba atentamente y comenzó a llorar. El viejo
iba contando su vida lentamente. Las demás muchachas se fueron y sólo quedaron
ellos dos.
El viejo
seguía hablando, hablando y la muchacha seguía llorando, hasta que se murió.
El
hombre siguió contando su historia, hasta que murió también él.
051 Anónimo (saharaui)
[1] Gasha: Plato grande del que todos pueden comer.
[2] Cuscús: Plato a base de sémola de trigo cocida al vapor, a la que
se añade carne y verduras. Es una comida típica de los pueblos norteafricanos.
[3] Edhin: Grasa de cordero muy refinada, usada para elaborar guisos
muy exquisitos.
[4] Querch: Moneda de un real.
[5] Gira: Cuenco de cerámica usado para beber.
[6] Ferra: Agujero dejado por un diente delantero roto. En sentido
figurado significa «roturas».
[7] Yinn: Demonio, espíritu malvado que ocasiona daño a las personas.
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