Anónimo
(españa)
Cuento
Hubo una vez en que san Pedro tuvo
que bajar a la Tierra
a hacer unos encargos y se encontró con un herrero que era un hombre de buen
corazón y que le hizo numerosos favores.
Quedó tan
contento san Pedro por la ayuda del herrero que le dijo que le pidiese
cualquier gracia que él, con gusto, se la concedería.
El
herrero que, como todos los herreros, era un gran jugador, le pidió a san Pedro
que le regalase tina baraja con la que nunca pudiera perder en el juego. Y san
Pedro, sin pensárselo dos veces, le concedió esta gracia.
Total,
que el herrero vivió muy feliz desde entonces, pues a cada problema que se le
ponía por delante, lo arreglaba con una partida de cartas y, como siempre
ganaba, todo le iba bien.
Un día el
herrero se murió y los demonios aprovecharon la ocasión para coger su alma y
llevársela para el infierno. El pobre hombre comprendió que perdía su alma para
siempre y entonces recordó que aún llevaba en el bolsillo la vieja baraja que
le diera san Pedro y, sin pensárselo dos veces, propuso a los demonios una
partida en la que se jugaran su alma.
Los
demonios jugaron y perdieron y el herrero ganó su alma y se fue derecho al
cielo. Allí le abrió la puerta san Pedro y, al reconocerle, le dijo:
‑Anda,
pasa, que si juego contigo por tu alma, con la promesa que te hice ganarás de
todos modos.
Y así
entró en el cielo el herrero jugador.
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