Hacía mucho tiempo que
duraba ya la contienda entre los dioses y los demonios. Las batallas se sucedían
y ninguno de los dos bandos parecía capaz de obtener la victoria y finalizar
la guerra.
La vía para conseguir el
triunfo final parecía ser la ciencia secreta denominada sanjivni, el arte de resucitar a los muertos.
Éste era un secreto que
solamente el sabio Shukra conocía y que compartía con los demonios, lo que les
hacía invencibles en la batalla.
Cansados de esta
situación, los dioses determinaron mandar al joven guerrero Kach, para que
aprendiese esa ciencia del sabio Shukra y pudiera así inclinar la balanza del
lado de la justicia.
Kach se encaminó hacia el
bosque en donde vivía el sabio asceta y se presentó a él con toda humildad, suplicándole
que le aceptase como discípulo y le enseñase la técnica de la resurrección.
Shukra se avino a hacerlo y hospedó en su casa al joven guerrero.
Allí fue donde Kach
conoció a Devayani. Ella era la hija del asceta, una hermosa muchacha, de la
que Kach no tardó en prendarse. Durante mucho tiempo Kach se dedicó a aprender
las técnicas iniciales de la ciencia del sanjivni,
mientras cuidaba a cambio a su maestro y llevaba a cabo algunas tareas
cotidianas.
Sin embargo, Shukra
estaba muy ocupado en otras actividades y el aprendizaje se retrasaba. Esto
proporcionaba a los jóvenes mucho tiempo libre, que pasaban juntos, y durante
el cual su amor creció.
Kach acompañaba a
Devayani por las mañanas a recoger flores para las ofrendas, la ayudaba a
sacar agua del pozo, tocaba instrumentos y cantaba para ella o simplemente
complacía a la joven en cualquier deseo que tuviera. La existencia eran tan
placentera al lado de aquella hermosa mujer que Kach casi olvidaba lo que le había
llevado a aquel lugar.
Pasó el tiempo y la
presencia de aquel joven guerrero en la casa del asceta despertó las sospechas
de los demonios, que adivinaron cuál era la razón de que Kach se hallase allí.
Decidieron, entonces, acabar con él, para evitar que el sabio le revelase su
técnica. Aguardaron al joven en el bosque y, cuando éste, conduciendo algunas
cabezas de ganado, se internó en él, le atacaron y acabaron con su vida de un
certero golpe de espada.
Devayani aguardaba
impaciente el regreso de su amado y, al caer la tarde, comenzó a preocuparse.
Las reses volvieron solas y la muchacha supo que algo terrible había sucedido.
Tuvo la certeza de que Kach había muerto y, sollozando, fue junto a su padre y
le pidió un don: que utilizase su sabiduría para volver a Kach a la vida.
Shukra no se lo pensó
mucho, pues amaba intensamente a su hija y nada le era más querido que su
felicidad. Empleó su ciencia y devolvió la existencia al joven.
Kach no entendió en un
principio lo que le había sucedido: recor-daba que los demonios le habían
matado y no comprendió cómo había vuelto a la vida hasta que Devayani se lo
explicó.
Después de este
incidente, la vida continuó como de costumbre y el amor de ambos siguió
creciendo.
Los demonios, empero, no
cejaron en sus intentos de acabar con Kach. Aguardaron pacientemente a que se
presentara otra ocasión. Y un día, en el que Kach se volvió a alejar de la
casa para obsequiar a Devayani con una flor exótica que le agradaba mucho, le
atacaron de nuevo. Esta vez quisieron asegurarse de que no pudiera ser vuelto
a la vida y, tras machacar su cuerpo y sus huesos, arrojaron los restos al
océano.
La historia se volvió a
repetir. Devayani supuso lo ocurrido y solicitó de nuevo la ayuda de su padre.
Y Shukra, de las aguas del mar, hizo volver a la vida a Kach.
La tercera tentativa de
los demonios fue más astuta. Se veían impotentes ante la ciencia del sabio y
decidieron involucrarle personalmente en la muerte del joven. Lo que hicieron
fue lo siguiente: atacaron a Kach y le mataron. Después incineraron su cadáver
y mezclaron sus cenizas con vino. Hecho esto, se presentaron ante el asceta.
-¡Salud, oh, gran
maestro! -dijeron-. Hemos venido a presentarte nuestros respetos y a
agradecerte el que nos enseñaras tu ciencia de la resurrección, que tanto nos
ha ayudado en nuestra batalla contra los dioses.
-Sed bien venidos -repuso
el sabio-. Pero sabed que el conocimiento no es algo que se deba escatimar y
que, así como os enseñé la técnica a vosotros, lo haré igualmente con todo
aquel que la quiera aprender.
-Por supuesto, gran
maestro. Pero ahora lo que queremos es mostrarte nuestra gratitud y, para
ello, te hemos traído el mejor vino que puede conseguirse. No es mucho, mas sí
un símbolo de nuestro respeto.
Shukra no sospechó nada y
bebió íntegro el contenido del recipiente, mientras los demonios se retiraban
satisfechos.
En aquel momento,
Devayani se acercó a su padre y volvió a pedir su ayuda.
-¡Padre! -exclamó-. ¡Ha
sucedido otra vez! Kach ha muerto. Sus enemigos han vuelto a atacarle.
Shukra intentó consolar a
su hija.
-Escucha, Devayani: es
inútil que yo intente devolverle la vida a tu amado una y otra vez. Los
demonios han decidido acabar con él. Únicamente estás consiguiendo aumentar su
sufrimiento. Debes ser fuerte y olvidarle.
Pero Devayani no estaba
dispuesta a renunciar a su amor y siguió insistiendo.
-Kach era un hombre
magnífico, padre. Siempre fue para ti un discípulo fiel y respetuoso. Y para mí
lo era todo. ¿De qué te sirve tu sabiduría si no puedes con ella ni ayudar a tu
propia hija?
Shukra se conmovió y se
concentró para averiguar dónde se encontraba el alma de Kach y poder de esta
manera devolverle la vida.
Entonces se percató del
engaño del que había sido objeto. Nada más pronunciar las fórmulas mágicas que
reviven a los muertos, se percató de que Kach se encontraba ahora en su
interior y se maldijo interiormente por haber caído en la trampa, impulsado por
su ansia de consumir alcohol. Decidió en aquel momento que el consumo de
licores le estaría prohibido en adelante a todo aquel que iniciase algún camino
espiritual.
Pero el problema
persistía. Kach seguía en su interior y si intentaba liberarle de su prisión
de carne, él, Shukra, perecería y la enseñanza quedaría incompleta.
Entonces el maestro tomó una
decisión.
-Kach -alegó,
dirigiéndose hacia el interior de su propio cuerpo-. Sólo hay un medio de
resolver esta situación. Te enseñaré definitivamente la técnica de resucitar a
los muertos. Tú saldrás de donde te encuentras, provocando mi muerte y, luego,
con tu sabiduría recien-temente aprendida, me resucitarás.
Así lo hicieron. Kach
salió del cuerpo de su maestro, que murió en el proceso, y después le resucitó.
Cuando los demonios
supieron que Kach conocía la técnica, cundió el espanto entre ellos. Sin
embargo, todos pensaron que Kach no abandonaría jamás el bosque, debido a su
amor por Devayani y que, por lo tanto, no podría emplear estos conocimientos
para ayudar a los dioses.
Pero Kach tenía ahora una
forma muy distinta de ver las cosas. Se acercó a su maestro, le tocó los pies
en señal de respetuosa devoción y le pidió permiso para partir, ahora que su
aprendizaje había concluido.
Devayani no podía creer
lo que estaba escuchando y le reprochó a Kach que pensara en abandonarla. Quiso
saber cuál era la razón de ello.
La respuesta del joven
fue clara y precisa.
-Amada -dijo-. Los
hombres, en ocasiones, somos juguete del destino. He muerto tres veces y otras
tres he resucitado. Podría parecer esto un signo de que estábamos
predestinados a unirnos. Pero, en realidad, no es así. Me he albergado y he
nacido esta vez del cuerpo de tu padre y ese hecho nos ha convertido en
hermanos. Siempre te querré, pero no podré hacerte mi mujer. Y ahora debo
volver con los míos y transmitirles las enseñanzas por las cuales he hallado
varias veces la muerte.
La hija del asceta quedó
inconsolable, mientras Kach partía para cumplir su deber.
(Del Mahâbhârata de Vyása)
Fuente: Enrique Gallud Jardiel
004. anonimo (india)
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