El
gobernador y la doncella
Anonimo
(china)
Cuento
En el
antiguo país de Tssin vivía hace siglos una hermosa doncella llamada Lo-Foh,
que cuidaba con gran esmero sus gusanos de seda. Todas las mañanas al rayar el
alba la joven se vestía su linda túnica de seda amarilla y su ropaje color de
rosa, cogía un cesto de fina paja, adornado con un lazo azul, y se encaminaba
prestamente hacia el camino del Sur, hacia aquel sendero donde las moreras
crecían altas y ufanas y daban en abundancia las hojas verdes y tiernamente
esponjosas, que tanto gustaban a sus queridos gusanos de seda; nadie en todo el
país cuidaba mejor de ellos y nadie tampoco conseguía obtener unas crisálidas
tan delicadamente amarillas y con un toque tan sedoso y brillante como las que
proporcionabañ los gusanos de seda de la bella Lo-Foh.
Aquella
mañana Lo-Foh como todos los días había colgado de su brazo su lindo cesto de
paja trenzado, adornado con la cinta azul; al asomar el sol tras la colina ya
estaba en el camino del Sur. Su gentil figura se recorta en medio del camino
como una linda estatuilla de porcelana; su tocado es al estilo japonés, las
perlas que cuelgan de sus diminutas orejas no son más blancas y delicadas que
la piel de.,su gracioso rostro, soberbiamente enmarcado por una cabellera negra
como ala de cuervo y brillante como rayo de luna.
Por el
camino se acerca al trote un espléndido carro tirado por cuatro corceles,
seguido de una brillante escolta. Sobre el carro destaca la erguida y gallarda
figura de un hombre todavía joven: es el gobernador de aquella provincia, que
al divisar a Lo-Foh en medio del camino, impresionado por su extraordinaria
belleza, se apresura a decir a uno de sus servidores que se acerque a
preguntar a la muchacha dónde está su morada y cuál es su nombre.
Parte
veloz el guerrero y deteniéndose ante la muchacha le hace un profundo saludo
y le pregunta lo que su jefe le ha encargado que indagara.
Lo-Foh
sonríe al recién llegado, le hace una profunda reverencia -gentilmente responde:
-Señor,
Lo-Foh es mi nombre, y vivo en el país de Tssin; no tengo aún veinte años, pero
ya no soy muy joven porque pronto cumpliré los dieciséis.
El
guerrero parte al trote de su caballo y va a llevar la respuesta de la hermosa
al gobernador.
Éste le
escucha en silencio, luego le dice:
-Id otra
vez junto a esa bella doncella y decidle de mi parte si quiere subir a mi
carro y compartir conmigo mi morada.
Galopa
de nuevo el guerrero.
Lo-Foh
ha llenado ya su cesto de hojas de morera, húmedas todavía del rocío del alba.
Al ver llegar de nuevo al guerrero deja su cesto sobre la hierba y se inclina
profundamente.
El
guerrero se apea del caballo, hace las reverencias de rigor, y luego le dice:
-Mi amo
y señor me manda de nuevo hasta ti, gentil doncella, para que te transmita su
deseo: me ha ordenado que te pregunte si deseas subir a su carro y compartir
con él su morada...
Lo-Foh
ha dejado de sonreír, mira muy seria al mensajero y murmura casi como un
susurro:
-Dadle
las gracias a vuestro jefe, pero decidle que no subiré a su carro. Él siempre
encontrará quien le quiera; en cambio hay un guerrero que combate en la lejana
frontera que por único amor tiene el de Lo-Foh, la doncella del país de
Tssin... y yo me siento orgullosa de que así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario