Se trataba de un anciano
ermitaño. Vivía en un bosque a unos kilómetros del pueblo. Dependía de la
caridad de las buenas gentes del pueblo, que le proporcionaban algunos
alimentos y ropas. Pero en los últimos meses el anciano había sido víctima de
los robos y malos tratos de los maleantes. Sin embargo, cuando robaban y
golpeaban al anciano, éste les sonreía amorosamente y los instaba cordialmente
a que se llevaran todo lo que quisieran. Alentados de tal modo, los maleantes
volvían una y otra vez: robaban y golpeaban al anciano y huían. Uno de los
maleantes, viendo cuánto amor exhalaba el anciano, se arrepintió de corazón y
se lo contó al alcalde del pueblo. El alcalde y una comitiva visitaron al
ermitaño y le comentaron:
-Anciano, te roban, te
insultan, te golpean, y devuelves amor. ¿No podrías al menos enfadarte y gritar
a ver si alguien puede socorrerte o, al menos, los haces desistir de sus
atropellos?
El anciano los miró con
ojos entrañables. Afirmó:
-Yo no puedo hacer otra
cosa que la que hago. Devuelvo amor porque es lo que llevo dentro. No puedo
forzar mi naturaleza.
El Maestro dice: El amor es una actitud; cuando uno se
instala en ella, se hace tan espontánea como la belleza del loto.
Fuente: Ramiro Calle
004. anonimo (india)
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