Anónimo
(españa)
Cuento
Un
molinero tenía tres hijos y todos sus bienes consistían en un asno, un gato y
un molino. Cuando llegó la hora de repartirlo entre sus hijos, el mayor se
encerró en el molino y dijo:
‑El molino es para mí.
El segundo agarró el asno y se
marchó con él, diciendo:
‑El asno es para mí.
El tercero empezó a lamentarse:
‑¿Y qué es lo que queda para mí?
En esto apareció el gato por
allí y el hermano menor dijo:
‑Ahora seremos dos a pasar
hambre.
Y le dijo el gato:
‑Pues ¿por qué hemos de pasar
hambre?
El
pequeño le explicó que no tenía nada con que sostenerse, porque sus hermanos se
habían llevado el molino y el asno, y dijo el gato:
‑No te
preocupes, que ya saldremos adelante. Ahora lo único que necesito es que me
consigas un par de botas.
‑¡Toma!
¡Unas botas! ‑decía el pequeño‑. ¿De dónde saco yo unas botas? Conque se fueron
a la zapatería y el gato eligió las botas que quería y cuando el pequeño le
dijo otra vez que no tenía dinero para pagarlas, el gato arregló con el
zapatero que el muchacho se quedaría trabajan-do con él hasta que cubriese el
precio de las botas. Y el muchacho se quedó malhumorado, pero no tenía nada
mejor que hacen
Entretanto,
el gato, que era muy habilidoso, se fue de caza y cazó conejos, perdices,
liebres... y todas se las llevó al rey.
Y dijo el rey:
‑¿Quién nos ha traído esta caza
tan buena?
Y respondían los criados:
‑El gato con botas.
‑Pues ya tengo yo ganas de
conocer a ese gato ‑decía el rey.
Conque al
día siguiente, cuando el gato volvió con una caza aún mejor que la del día
anterior, dijo el rey:
‑Decidle al gato que suba.
El gato subió:
‑Majestad, aquí estoy.
‑¿Qué es lo que buscas? ‑preguntó
el rey.
‑Nada,
traeros la caza ‑contestó el gato. Y se fue por donde había venido. Al día
siguiente se fue a buscar al muchacho y le dijo:
‑Deja ya
ese trabajo de zapatero y ven conmigo. Te pones un poco elegante con las ropas
que te quedan y cuando yo te diga te echas al río y yo empezaré a gritar:
‑¡Socorro,
que se ahoga mi amo, el conde de Calamancher!
Venía el
rey en coche cerca del río, acompaña-do de su hija, cuando escuchó voces y
preguntó qué pasaba.
Y el
gato, a la orilla del río:
‑¡Socorro,
que se ahoga mi amo, el conde de Calamancher!
Conque se
llegó el rey con sus criados junto al río y sacaron al pobre muchacho medio
ahogado y el rey reconoció al gato y le ofreció al muchacho unos vestidos que
llevaba en el coche mientras secaba los suyos. Y así continuaron el viaje, el
muchacho vestido de príncipe y en el coche con el rey y su hija.
Y entretanto
el gato se adelantó y a los que segaban las tierras por las que habían de pasar
les decía:
‑Cuando
pase el coche que viene detrás, decid que éstas son las tierras del conde de
Calaman-cher.
Y a ellos
no les extrañaba porque eran las tierras del conde de Calamancher y
contestaron:
‑Así lo
diremos.
Y el gato
llegó al fin al castillo del conde de Calamancher, que era un ogro que solía
comer a los viajeros que pasaban por sus tierras. Y el gato le dijo al ogro:
‑He oído
decir que eres capaz de convertirte en cualquier animal.
‑Así es ‑dijo
el ogro‑. ¿Es que no lo crees?
‑Lo
creeré ‑dijo el gato‑ si te conviertes en ratón.
El ogro
se convirtió en ratón y el gato izas! lo cazó de un salto.
Al rato
llegó el coche del rey y el gato salió a recibirlo a la puerta del castillo.
‑Majestad,
mi fiel amo, princesa... ‑fue diciendo mientras los saludaba con reverencia.
Y el rey
ya no lo dudó más y casó a su hija la princesa con el hijo pequeño del
molinero. Y el gato se quedó para siempre a vivir con el nuevo conde de
Calamancher, que le hizo su consejero para todos los asuntos de gobierno del
castillo, y el gato sólo pidió a cambio que dejase mandado que le hicieran
cuantas botas quisiera tener.
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