Un padre quería que sus dos hijos
gemelos se dedicasen al estudio; como eran calaveras, valientes y de genio, le pidieron
para cada uno un caballo, un perro y una lanza, y prometieron se buscarían la vida
como Dios les diese á entender. Visitaron á una maga, la cual les ofreció que
si uno de ellos se hallaba en grave peligro, al otro se le volvería sangre el
agua que fuera á beber.
Un dragón espantoso tenía
atemorizada á una nación entera. Cada mes, para evitar que devorase á sus habitantes,
le echaban para que se tragara á una hermosa doncella, sorteada entre todas las
del país. Le tocó á la hija del Rey, la vistieron magníficamente, y la llevaron
desmayada á un gran palacio situado fuera de la ciudad, para que el monstruo la devorase. Cuando
la conducían al sacrificio, llegó á la población por casualidad uno de los
referidos hermanos; preguntó por qué lloraban hombres y mujeres, grandes y
chicos. Le dijeron la causa, se colocó á caballo en el patio del palacio, entró
el dragón dando rugidos espantosos, y lo atravesó con su lanza. Un lago donde podían
navegar barcos se formó con la sangre que derramó la horrenda fiera. Como
sucede siempre, el valeroso paladín se casó en seguida con la Infanta, hermosísima
muchacha.
Al día siguiente de la boda estaban
los novios en los miradores de palacio; preguntó el caballero á su mujer qué
eran unas murallas que se divisaban en el horizonte, y contestó:
-El castillo llamado No entrar,
si la vida quieres conservar.
Por más esfuerzos que hizo la
Infanta, no pudo detener á su marido. El espíritu aventurero lo dominaba; quería
llevar á cabo las más peligrosas hazañas; y aunque le aseguraron que de cuantos
iban ninguno volvía, montó á caballo y se dirigió á la referida fortaleza. Una
vieja que encontró en la puerta, con voz temblorosa dijo al caballero:
-Tengo miedo que me muerda el perro
que lleváis; haced el favor de atarlo con esta cuerda.
En cuanto el aventurero la tocó, quedaron
encantados jinete, caballo y perro.
Al instante al otro hermano, que estaba
á miles de leguas, se le volvió sangre el agua iba á beber. Emprendió la
marcha, y arribó á la capital donde acababan de suceder hechos tan estupendos. Se
alojó en palacio; como era igual á su hermano el encantado, la Infanta, loca de
alegría, lo equivocó con él, lo abrazó, y le dijo:
-¡Ay, mi querido esposo! Desde que te
fuiste no he cesado de mirar hacia aquel maldito castillo, -y señaló con su
rosado dedo índice las lejanas murallas.
Lo oyó el nuevo caballero, calculó que
allí estaba su hermano, y para libertarle, sin pensar en los peligros que le
amenazaban, montó, y veloz como paja arrastrada por el viento, se halló delante
de la puerta que guardaba la vieja encantadora, la cual le pidió que atase al
perro, pretextando que podría morderla, y alargándole la cuerda.
Pero el caballero la amarró con una
correa á la cola de su caballo, y la amenazó con llevarla de pueblo en pueblo
para que los muchachos se divirtiesen en apedrear á una bruja, si no reducía á
cenizas el castillo de No entrar, si la vida
quieres conservar, desencantando antes á su hermano. Á éste, convertido en estatua de
mármol negro, juntamente con el caballo y el perro, formando artístico grupo, le
sopló la vieja en el oído, y los tres volvieron á la vida. El castillo fué
pasto de las llamas; el hermano libertador se casó, como era consiguiente, con otra
hermosísima infanta, y de la vieja no se ha vuelto á saber más. De seguro el
diablo cargaría con ella.
Á los hermanos que se
quieren y protegen, Dios les ayuda.
001 Un soldado viejo de borja
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