Se casaron un viudo y una viuda que
tenían, ambos, una hija del primer matrimonio. En fin, ya se sabe lo que son
las madrastras: a las hijastras la riñen y castigan, con razón y sin ella, y a
sus hijas las acarician y miman hagan lo que hagan.
La hijastra cuidaba de los
animales, partía la leña, iba por agua, encendía la estufa y barría la casa
antes de que saliera el sol... Pese a ello, a la vieja todo le parecía mal,
nada la complacía. El
viento, aunque a veces ulule, acaba calmándose, pero cuando una vieja monta en
cólera, tarda en aplacarse. En fin, se le ocurrió a la vieja deshacerse de su
hijastra y dijo al marido:
-Llévala, viejo, a donde quieras,
con tal de que no vuelva a verla. Llévala al bosque y que la mate el frío.
El viejo se puso muy triste y se
echó a llorar, pero ¿qué podía hacer, era imposible entenderse con la mujer
aquella? En fin, enganchó el caballo y dijo a su hija:
-Monta, hijita mía, en el trineo.
Llevó a la chica al bosque, la dejó
caer sobre un montón de nieve, al pie de un abeto, y se marchó.
La chica temblaba, aterida, al pie
del abeto. De pronto oyó que el Frío andaba cerca, haciendo crujir los abetos y
saltando de árbol en árbol. Se posó el Frío en el abeto a cuyo pie se hallaba
la chica y preguntó desde arriba:
-¿Tienes calor, niña?
-Sí, padrecito Frío, tengo calor.
El Frío descendió un tanto y
arreció inclemente.
-¿Tienes calor, niña hermosa?
La chica balbuceó, con la
respiración cortada:
-Sí, padrecito Frío, tengo calor.
El Frío descendió todavía más y
apretó cuanto pudo.
-¿Tienes calor, niña hermosa?
¿Tienes calor, corazoncito?
La chica sentía que sus miembros se
paralizaban, pero respondió, itioviendo con dificultad la lengua:
Sí, querido Frío, tengo mucho
calor.
El Frío se compadeció de la chica,
la envolvió en calientes abrigos dr pieles y la reanimó tapándola con mullidos
edredones.
Mientras, la madrastra, que estaba
friendo hojuelas para celebrar la muerte de la chica, gritó a su marido:
-¡Eh, viejo hurón, ve a enterrar a
tu hija!
Fue el viejo al bosque, llegó al
pie del abeto y vio a su hija alegre, sonrosada, vistiendo un abrigo de marta
cebellina, toda adornada con alhajas de oro y de plata. Al lado veíase una caja
con ricos regalos. El viejo se alegró mucho, cargó todo en el trineo, sentó en
él a su hija y la llevó a casa.
La vieja seguía friendo hojuelas,
cuando el perro ladró bajo la mesa:
-¡Guau, guau! ¡La hija del viejo
viene con oro y plata; con la hija de la vieja nadie se casa!
La vieja arrojó una hojuela al
perro y le dijo:
-¡No ladres así! Debes decir: “La
hija de la vieja se va a casar; a la hija del viejo van a enterrar...
El perro se zampó la hojuela y
repitió:
-¡Guau, guau! ¡La hija del viejo
viene con oro y plata; con la hija de la vieja nadie se casa!
La vieja daba hojuelas al perro, le
pegaba, pero el animal repetía siempre lo mismo.
De pronto chirriaron los goznes de
la puerta y entró en la isba la hijastra, cubierta de oro y plata, refulgente
como el sol. En pos iba el viejo, con una caja grande y pesada. Al ver aquello,
la vieja quedó boquiabierta. Luego, gritó:
-¡Engancha, viejo hurón, otro
caballo, lleva a mi hija al bosque ydéjala en el mismo sitio!
El viejo montó a la hija de la
vieja en el trineo, la llevó al bosque, la dejó caer sobre el montón de nieve, al
pie del abeto, y se marchó.
A la hija de la vieja se pusieron a
castañetearle los dientes.
El Frío hacía crujir los árboles
del bosque, saltaba de un abeto a otro y miraba a la hija de la vieja. Luego , le
preguntó:
-¿Tienes calor, niña?
-¡Huy, estoy helada! -respondió la
moza-. ¡No hagas crujir los árboles, Frío. ..!
El Frío descendió un poco y arreció
inclemente.
-¿Tienes calor, niña hermosa? -preguntó.
-¡Huy, tengo los pies y las manos
como sorbetes! ¡Vete, Frío!
El Frío descendió todavía más y
apretó de lo lindo.
-¿Tienes calor, niña hermosa? -volvió
a preguntar.
-¡Huy, estoy helada del todo! -se
quejó la moza-. ¡Así revientes, Frío maldito!
El Frío montó en cólera y apretó
tanto, que dejó a la hija de la vieja hecha un bloque de hielo.
En cuanto amaneció, la vieja dijo a
su marido:
-¡Engancha en seguida, viejo hurón,
el caballo, ve en busca de mi hija y tráela cubierta de oro y plata!...
El viejo se marchó, y el perro se
puso a ladrar debajo de la mesa:
-¡Guau, guau! ¡A la hija del viejo
la van a casar; a la hija de la vieja la van a enterrar!
La vieja echó al perro un
pastelillo y le dijo:
-¡No ladres así! Debes decir: “A la
hija de la vieja la traen cubierta de oro y plata”...
El perro volvió a lo suyo:
-¡Guau, guau! A la hija de la vieja
la van a enterrar... Chirrió la puerta del corral. La vieja se precipitó a
recibir a su hija y vio que yacía muerta en el trineo.
Rompió la vieja a llorar, pero ya
era tarde.
062 anonimo (rusia)
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