Había
una vez un hombre llamado Baakari. Tenía dos mujeres llamadas Alamuta y
Suntukung. Alamuta era su primera mujer y de ella tenía un hijo llamado
Alansoo, pero después de éste, Alamuta no pudo tener más hijos. Por esta razón
Baakari se casó con su segunda mujer Suntukung. ¡Era la respuesta a todas sus
plegarias! Pasados siete años de matrimonio, Suntukung había dado a Baakari
tres hijos varones y cuatro hijas. ¡Quedaba embarazada cada año! Se convirtió
en la favorita de Baakari y fue mucho más amada que Alamuta.
Alamuta
estaba muy triste y se sentía desgraciada. Viajó a cualquier lugar para ser
visitada por curanderos y grandes hechiceros para poder tener más hijos y ser
amada como lo era su co-esposa. Fue pagando con sus ropas, sus joyas y su
dinero pero no sirvió de nada. Finalmente se quedó con un solo vestido y un
taparrabos que tenía que llevar tanto para asistir a bautizos como para
trabajar en el campo. Pronto quedó roto y deshilachado. Su co-esposa se burlaba
del pobre estado de su vestido. Cuando intentaba defenderse de las burlas, su
marido siempre se ponía del lado de Suntukung. Alamuta adelgazó mucho y se
volvió enfermiza. La que había sido la más hermosa perdió todo su atractivo.
Un
atardecer, cuando Alamuta volvía de los campos de arroz, se encontró con una
mujer vieja llamada Mbaa Siraa. Era la mujer más vieja del pueblo. Era conocida
por su rutinario paseo en la puesta de sol de cada sábado. Cuando vio a Alamuta
abrió su boca desdentada en descrédito.
-¡Waayi!
¿Es ésta, Alamuta? -gritó.
-Sí,
Mbaa Siraa, soy yo. La gente mayor, normalmente, no tiene tan buena vista.
-Es
verdad, es verdad. Mi vista no es aguda, pero todavía puedo distinguir entre
los que están sanos de los que están enfermos. ¿Qué te pasa? ¿Estás enferma?
Entonces
Alamuta contó a la vieja mujer todos sus problemas. Cuando hubo terminado Mbaa
Siraa se le acercó y le dijo:
-La
gente joven nunca habla con sus viejos y de este modo nunca serán sabios. Si
fueras sabia, no te estarías matando con este dolor. Conozco a muchas mujeres
que han sufrido lo mismo que tú, y de todos modos, ¡tu tienes un hijo! Las
mujeres de las que te estoy hablando no tenían ninguno y al final vivieron como
reinas en los campamentos de sus maridos. Recuerda el viejo dicho: "El
bebé de un avestruz es mucho más valioso que cien crías de pájaro
tejedor." Vete y cuida de tu hijo, reza por él y pon todas tus posesiones
sobre él. ¿Quién sabe? Puede que un día sea jefe y sus medio hermanos sus
sirvientes. Hay otro dicho: "El gallo cantador debe cantar, no importa lo
que hagas."
Con
estas palabras la vieja mujer se despidió y continuó su camino.
Después
de su encuentro con Mbaa Siraa, Alamuta se convirtió en una mujer diferente.
Ignoró las burlas e insultos de su co-esposa e intentó ser la mujer más feliz
del poblado. Ayudaba a su hijo en todo lo que podía. Alansoo era un chico
tímido y tranquilo. Se pasaba la mayor parte del tiempo trabajando en la granja
y cazando, de este modo se convirtió en un buen granjero y cazador.
Cuando,
años más tarde Baakari murió, Suntukung decidió que sus tres hijos trabajarían
juntos y que Alansoo trabajaría por su cuenta. Esperaba así que los tres
hermanos juntos alcanzan mejores resultados que Alansoo solo. Talaron una gran
área para cultivar mijo. Cuando llegaron las primeras lluvias, los hermanos en
dos o tres días terminaron de sembrar. Después, en lugar de sacar las malas
hierbas, se sentaron en casa y se dedicaron a hablar de lo holgazán que era
Alansoo. Cuando Alansoo terminó de sembrar, se puso inmediatamente a
deshierbar. Mientras tanto, los hermanos se dieron cuenta de su error, su
granja estaba infestada por una terrible plaga de hierba llamada
"jaajee-kalabaa". Hacía estragos con los tallos de mijo mientras crecían.
Cuando llegó la cosecha, Suntukung y sus hijos no pudieron apreciar los
resultados. La pequeña plantación de Alansoo produjo 410 embalajes de mijo
mientras que los hermanos tuvieron que conformarse con sólo 200 embalajes. Fue
una sorpresa incluso para los vecinos del pueblo.
Al
año siguiente los tres hermanos decidieron trabajar más dura y
sistemá-ticamente. Después de las lluvias, pero, los resultados fueron los
mismos. No importaba que nuevas estrategias intentaran, su medio hermano
siempre obtenía mejores resultados. Suntukung no lo podía entender. Decidió
entonces consultar a un adivino en Pakau.
El
adivino sacó sus conchas y las extendió sobre la esterilla. Repitió esta
operación tres veces y después alargó la concha más grande a Suntukung. Ella susurró
sus problemas a la concha, después escupió dentro y la devolvió al adivino.
Éste cogió una vez más las conchas y las extendió de nuevo sobre la esterilla.
Después de estudiar las disposiciones de las conchas durante largo tiempo dijo:
-Hace
muchos años que soy profesional de este arte, y nunca antes había sido testigo
de una distribución como ésta. Es la misma cada vez. Tú quieres saber por qué
tus hijos no pueden ganar a su medio hermano. Tu quieres que ellos tengan más
éxito que su medio hermano. Las conchas dicen que sí, que esto puede suceder.
Pero también dicen que la suerte de tu hijo mayor esta dormida sobre una alta
colina en el este. Hasta que no haga este viaje a la lejana colina, tus hijos
tendrán menos éxito que su medio hermano. Deja que tu hijo vaya y despierte su
suerte y entonces tus deseos se harán realidad.
Suntukung
volvió a casa para preparar el viaje de su hijo hacia el este. Le trajo
"jujus" y amuletos varios para que le protegieran durante el viaje.
-Burama,
-le dijo- debes ir a buscar a tu suerte y despertarla. No puedo soportar la
desgracia que ha caído sobre nosotros. Debes ser mejor granjero que tu medio
hermano. Viaja hacia el este hasta que encuentres una alta colina. Allí
encontrarás a tu suerte. Debes despertarla y preguntarle qué es lo que tienes
que hacer, entonces, regresa y libéranos de esta desgracia que ha caído sobre
nosotros.
El
hijo mayor emprendió su viaje al día siguiente. Anduvo durante un día y medio
sin descansar. Al final del segundo día se encontró a un caníbal que quería
comérselo.
-No
me comas. -dijo- Vivo con mis hermanos y mi medio hermano. Al final de cada
cosecha mi medio hermano recolecta más mijo que nosotros. El adivino de Pakau
dijo que mi suerte estaba durmiendo en el este y que hasta que no fuera a
despertarla, sería un granjero pobre. Y ahora, como puedes ver, voy a
despertarla. Por favor, déjame continuar con mi misión.
El
caníbal estuvo pensando unos momentos, y después dijo:
-He
estado en la selva durante muchos años y me he encontrado con montones de cosas
extrañas, pero jamás había oído una historia tan extraordinaria como ésta. Te
dejo marchar. Si encuentras a tu suerte, acuérdate de preguntarle por qué nunca
estoy harto, aunque me haya comido un toro entero. Asegúrate de volver por este
camino para darmela respuesta.
Burama
prometió al caníbal que volvería por el mismo camino. Viajó durante unos
cuantos días más hasta que encontró un pequeño poblado en medio del bosque.
Entró y fue recibido por un hombre viejo y una bonita mujer joven. Le invitaron
a pasar la noche. Después de que se sirviera la comida, el hombre mayor le
preguntó a Burama la razón de su viaje a esa parte del mundo. Burama le contó
su historia.
Cuando
hubo terminado el hombre viejo dijo:
-Tengo
ciento diez años. He viajado por todo el mundo buscando las historias y la
sabiduría de todas las tierras, pero nunca había oído una historia como ésta.
No estoy diciendo que sea imposible. Cualquier cosa puede ser posible hoy en
día. Si encuentras a tu suerte y puedes despertarla pregúntale por qué ningún
cultivo crece en mis tierras. Cada año intento sembrar verduras y cada año la
cosecha es mala. Pregunta a tu suerte lo que debo hacer para que esto no pase.
Burama
le prometió al hombre viejo que así lo haría y a la mañana siguiente volvió a
reanudar su viaje. Después de viajar hacia el este durante tres días más, se
encontró con una gran tierra con un poderoso gobernador. El gobernador había
oído hablar de que alguien estaba buscando a su suerte y quiso encontrarse con
él.
-No
hace falta que me cuentes tu historia porque ya la sé. He querido verte porque
quiero que le preguntes a tu suerte por quée la gente de estas tierras no es
feliz desde que yo soy el gobernador. Haz esto por mí y regresa por este camino
para contarme la respuesta. Entonces te recompensaré. Burama le prometió al
gobernador que haría esa pregunta para él, y continuó su camino hacia el este.
Tres
días después encontró una alta colina al lado del camino y decidió subir hasta
la cima. Mientras subía vio a un hombre gordo que dormía bajo la sombra de un
árbol. "Debe ser mi suerte" pensó. "Voy a ir a
despertarle". Se acercó al hombre y lo cogió por su larga barba y tiró de
ella hasta que sus dientes crujieron.
-Despierta
holgazán -gritó Burama- Por culpa de tu sueño yo no tengo suerte. Has hecho de
mí la burla de todo el pueblo.
El
hombre abrió los ojos y se sentó.
-Sí,
es verdad, -dijo- soy tu suerte. Ahora puedes volver a casa porque ya estoy
despierto.
-Antes
de marcharme tengo que hacerte tres preguntas. La primera se refiere a un
gobernador que vive a unos cuantos días de camino de aquí. Su gente no es feliz
y quiere saber por qué.
El
hombre le sonrió y dijo:
-Vete
con tu gobernador y dile que es una mujer. Hasta que el gobernador no sea un
hombre su gente no será feliz.
-Imposible
-exclamó Burama- el gobernador es un hombre. Yo mismo hablé con él.
-Esto
es un secreto que nadie sabe excepto tú. Ve y dile a ella lo que yo te he dicho
y ya verás lo que pasa.
-De
acuerdo. Ahora la segunda pregunta. Esta es sobre un hombre viejo y su hija que
viven en medio del bosque. Nada da fruto en su tierra. ¿Por qué?
-Dile
al hombre que haga un agujero y saque de su tierra el oro y los diamantes que
hay allí enterrados. Entonces podrá plantar todo lo que desee.
El
hombre gordo se levantó y se disponía a marcharse, pero Burama le cogió por sus
ropajes y le dijo:
-Tienes
que contestarme una última pregunta y luego te podrás ir. ¿Qué me dices del
caníbal que nunca está satisfecho coma lo que coma?
El
hombre se giró y contestó:
-No
creo que puedas comprender este mensaje, pero si vuelves a ver al caníbal, dile
que se coma al hombre más loco del mundo y que su trastorno se verá curado.
Dicho
esto, el hombre desapareció entre los matorrales y Burama emprendió el camino
de regreso.
Después
de viajar tres días llegó al palacio del gobernador. Se acercó a él y le dijo:
-He
encontrado a mi suerte, pero no creo que te guste lo que me ha dicho sobre ti.
Me ha dicho que eres una mujer y que hasta que tu pueblo no sea gobernado por
un hombre, la gente será infeliz.
Las
lágrimas resbalaron por las mejillas del gobernador.
-Eres
el único que conoce este secreto -admitió "ella" entonces-. El modo
con que llegué a gobernador de esta tierra es una larga historia y un gran
secreto. Pero, ya que tu sabes parte de él, me gustaría que te quedaras, te
casaras conmigo y fueras rey. Si me prometes esto, te contaré el resto.
Burama
le saludó con la cabeza y dijo:
-No,
no. No quiero saber el secreto porque no puedo quedarme aquí para regir tu
palacio. Tú ya conoces mi misión en esta parte del mundo. Tengo que regresar y
demostrar que soy mejor granjero que mi medio hermano. Debes guardar tu
secreto. Alguien más vendrá y lo aceptará.
Con
estas palabras Burama se despidió y dejó el palacio de la reina. Unos días más
tarde llegó a la casa del hombre viejo y su hija. Sin decirles nada, cogió un
pico y empezó a cavar en su tierra. Pronto salieron del suelo grandes barras de
oro y preciosos diamantes. Los apiló y dijo al hombre viejo y a su hija.
-Esto
ha salido de tu tierra y era lo que impedía que los cultivos crecieran. Ahora
podrás plantar todo aquello que quieras.
El
viejo miró a Burama y le dijo:
-Yo
mismo enterré todos estos tesoros aquí, y mi intención era regalarlos a aquel
que supiera por qué no crecían las plantas y que estuviera de acuerdo en
casarse con mi hija. Ahora, como has sido el único que lo ha conseguido puedes
quedártelo todo y casarte con mi hija.
-No,
no. -Dijo Burama-. Tú ya conoces mi misión. Tengo que marcharme y demostrar que
soy mejor granjero que mi medio hermano.
Burama
se marchó dejando los montones de oro y diamantes con el hombre viejo y su
hija. Continuó hacia su casa. Cuando ya estaba cerca de su casa encontró al
caníbal y le contó todo lo que le había ocurrido durante el viaje hacia el
este: lo de la mujer gobernadora y su oferta, lo del viejo y su hija y su
oferta…
-¿Que
me dices de mi problema? -Contestó el caníbal- ¿Le has preguntado a tu suerte
sobre mí?
-Sí.
Debes comer al hombre más loco del mundo y tu problema se resolverá.
El
caníbal pensó unos momentos y luego cogió a Burama, lo mató y se lo comió. Su
trastorno se curó instantáneamente.
A
la mañana siguiente, como era habitual, Alansoo fue a inspeccionar sus trampas.
En un claro del bosque vio una camisa sobre la hierba. Se acercó y la miró
atentamente. Sin ninguna duda, ésa era la camisa de Burama. Mientras miraba la
camisa, vio a un hombre gordo y viejo que se le acercaba. El hombre le dijo:
-No
te preocupes por tu medio hermano. Tienes trabajo que hacer. Debes emprender un
viaje hacia el este. Dentro de tres días encontrarás una pequeña cabaña donde
viven un hombre viejo y su hija. Coge un pico y ponte a cavar en su tierra.
Encontrarás oro y diamantes. Entonces pide la mano de la hija, cásate con ella
y serás el hombre más rico del mundo. Después ve a la tierra de un gran
gobernador y dile que sabes que se trata de una mujer y pide también su mano en
matrimonio.
Alansoo
siguió las instrucciones del hombre y se convirtió en el más grande gobernador
del mundo. Puso al resto de sus medio hermanos en otros buenos cargos de su
reino. Suntukung continuaba desgraciada y humillada con el devenir de sus
hijos, y por esta razón un día la encontraron colgada en un bosque cercano. La
vieja Mbaa Siraa fue una de las personas que se mantuvo cercana a la familia.
Se sentó en la preciosa y bien amueblada habitación de Alamuta y le dijo:
-Alamuta,
el gallo ya va solo y cantará durante el reto de su vida. Ves ahora como si
somos pacientes en esta vida, algún día nos vemos recompensados.
Alamuta
no pudo contener las lágrimas al pensar en los acontecimientos de los últimos
años. Se levantó y acercándose a la vieja le dijo:
-Si
no me hubieras dado ese sabio consejo, hubiera acabado como mi co-esposa. Fue
Dios que hizo que me encontrara contigo esa tarde y con la ayuda de Dios
rápidamente puse en práctica tu consejo. Ahora me gustaría que vinieras y
vivieras conmigo en el palacio de mi hijo, para que así continuaras siendo
nuestra consejera. Nosotros siempre te estaremos en deuda por esas sabias
palabras.
Mbaa
Siraa aceptó la oferta, y las dos mujeres vivieron juntas y en harmonía durante
muchos años.
009. Anónimo (africa)
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