El
cuero del lago
Anonimo
(argentina)
Cuento
¿Y no les habrá parecido, che?
-dijo el comisario-. ¿No será que tomaron unos traguitos de más?
-...¡Para qué le habré hecho caso
al Ramón!... -murmuraba el otro hombre para sus adentros-. Meta decirme el Ramón:
“Andá, contále; andá, contále al comisario". ¡Para qué le habré hecho
caso! Hay veces que es mejor callarse la boca... Uno apenas lo puede creer y
encima tiene que convencer a los demás...
-¿Cómo era lo que viste, che? ¿Como
el lomo de un animal muy grande? -El comisario repitió las palabras del hombre,
con un tono entre interesado e incrédulo.
-¡Que me caiga muerto si no es
cierto! Ahí están el Ramón y mi hijo, que no me van a dejar mentir
Allá en el sur, el continente se va
haciendo angosto; el aire, frío; la tierra, despoblada. Allá en el sur, muchos
lagos reflejan las montañas andinas. Allá en el sur hay, sobre todo, un lago:
el Nahuel Huapi. Inmenso. Helado. Profundo (nadie sabe cuánto).
-¿Viste el Nahuel hoy? Está como
para que aparezca El Cuero...
-Cruz diablo...
Los que viven a la orilla del
Nahuel saben que es imposible abarcarlo de un solo vistazo. Por más alto que
uno suba, siempre hay un pedazo de lago que no se ve. Tiene islas. Tiene brazos
que se meten en las laderas de las montañas. Tiene una superficie enorme y
extraña. ("Espacio para el misterio", dicen.)
-El Ramón me contó que ayer lo
vieron...
-¡No me digás! Vos sabés que ayer,
en cuanto vi el lago, tuve un pálpito: ¡hoy se aparece El Cuero!
No hay día que los lugareños no le
echen una mirada al Nahuel, porque nunca es el mismo. Toma el color del
paisaje. Azul el cielo, lago azul. Brillante el sol, espejo el agua. En
invierno, reflejo de montañas nevadas. En otoño, rojizo como los bosques de
lengas[1].
En primavera, el borde del lago y el borde de la tierra se confunden en
matorrales florecidos de rosas mosquetas[2].
Si aúlla el viento, olas de espuma se encrespan en la superficie. Si hay brisa
suave, suaves ondas hasta las orillas.
Hay días (muy pocos, según dicen)
en que el lago está negro, enigmático. Días en que el aire no se mueve; en que
todo calla con un silencio que parece para siempre.
-¿Que cómo pasó? Igual que otras
veces. ¡No lo va a poder creer! Estábamos los tres pescando, bien adentro del
lago. El Ramón, mi hijo mayor y yo. Los tres calladitos y atentos, porque las
truchas picaban bien. ¡Había un silencio...! En eso escucho un ruido, como un
trueno largo... (y no había ni una nube). Los otros, ocupados con el pique, no
sintieron nada. De repente el agua empieza a sacudirse cada vez más. Y cerquita
de nosotros sale una cosa oscura y grande como el lomo de un animal enorme...
-Pero cómo era, cómo era -apuró el
comisario, esta vez curioso, moviendo los brazos como si dibujara en el aire...
-Y… con la contraluz no lo pude ver
bien. Y con el susto, menos. Bue..., la cosa se hace cada vez más grande, más
grande... Después, rápido como sale, empieza a hundirse de nuevo. En ese
momento, un golpe da vuelta el bote y se parten los remos. Nos caemos los tres
al agua.
El hombre se toma un respiro para
rascarse la cabeza, todavía perplejo.
-Todo fue tan rápido..., unos
segundos apenas. Después, el lago se volvió tranquilo, como si nada hubiera
pasado. Enderezamos el bote y nos volvimos como pudimos, sin remos, muertos de
miedo. Nos salvamos por un pelito.
-¿Y vos decís que fue El Cuero del
lago, che? -masculla el comisario, cada vez más intrigado.
-¡Y qué va a ser! Estábamos los
tres; vea, mi hijo no le va a mentir. Mire los remos rotos. ¡Cómo quiere que le
pruebe!... Si apenas me lo puedo creer yo. Pero que lo vi, lo vi. Pasó igual
que las otras veces. El lago quieto, quieto, oscuro... Día para El Cuero,
señor.
Desde hace años y años, allá en el
sur, la memoria de los lugareños guarda historias como ésta. Historias que se
cuentan en voz baja, porque nunca se sabe si el que escucha va a creerlas o va
a reírse de la credulidad del prójimo.
"Vaya a saber..., vaya a
saber...", murmuran algunos. (En el silencio crece mejor el misterio.)
Hay quien dice que una enorme
serpiente habita en el fondo del lago. Otros, que una colonia de rayas gigantes
vive en las profundidades y a veces -quién sabe por qué- alguna sube hasta la
superficie. Gente que sabe, piensa que en el fondo del lago debe haber una
grieta, allí donde es tan hondo que no se ha podido medir. Una grieta, algún
movimiento de la corteza terrestre y... Opiniones, opiniones...
Pero los lugareños saben que hay
días (pocos, según dicen) en que el Nahuel Huapi se pone negro, enigmático.
Esos días, la gente lo mira y lo remira...
Porque puede pasar cualquier día, a
cualquier hora y en un solo lugar del planeta. Y, además, te puede pasar a vos.
Y
ResponderEliminarMe encanta leer cuentos con variantes lingüísticas y aprender de otras culturas: este cuento está perfecto para eso!
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